El final del rey león
(Un reportaje de Fernando González Sitges en el XLSemanal del 10 de febrero de 2019)
Un año después de la llegada de los leones, los cuerpos de los dos machos aparecieron mutilados. Los furtivos habían llegado por la noche y habían envenenado a los felinos. Con la rapidez que da la práctica constante, los furtivos les habían cortado la cabeza, las patas y la cola y, finalmente, los habían despellejado. El mercado de partes del cuerpo de león sumaba dos nuevas víctimas demostrando que el apodado ‘rey de la selva’ ya no está seguro ni en pequeñas reservas vigiladas.
Cuando el mercado ilegal de partes del cuerpo de los tigres para abastecer las farmacias de medicina tradicional asiática se quedó sin suministro por la caída en picado de todas las especies de tigre, sus intereses se centraron en los leones.
Grandes, fieros y emparentados con los tigres, los leones eran el sustituto perfecto para abastecer este comercio que empuja y alimenta la caza y el tráfico ilegal de especies amenazadas por todo el mundo. El vino de huesos de tigre, considerado un símbolo de posición social que infiere fuerza y vigor sexual al que lo toma, pasó a ser vino de león con idénticas propiedades. A esto se añadió una creciente demanda de garras y dientes de estos poderosos felinos para bisutería; símbolos, igualmente, de poder y posición social. Y los leones, ya amenazados por la pérdida masiva de su hábitat, empezaron a perder sus poblaciones con una velocidad alarmante.
En 2015, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza estimaba que en los últimos veinte años el 42 por ciento de su población había desaparecido. De los cientos de miles que poblaban el continente africano, el último censo, en 2015, estimó que no quedaban más de 20.000 leones viviendo en libertad en África. Y desde entonces las cosas han empeorado.
Sudáfrica, ejemplo de conservación de muchas especies africanas y miembro activo de los principales programas conservacionistas del continente, permitió las granjas de leones, donde los animales, a modo de ganado doméstico, se crían y sacrifican para vender sus cuerpos, en todo o en parte, a los diferentes mercados. Esto incluye vender cacerías en cercones a supuestos cazadores que, lejos de todo espíritu deportivo, masacran al mayor depredador de la sabana sin riesgo alguno, para hacerse la foto y presumir en sus círculos sociales. Son parte de la misma y patética pretensión de aquellos que compran los huesos de estos felinos en los países asiáticos para intentar resolver inútilmente sus problemas de impotencia.
En estas granjas, los huesos, garras, dientes y pieles de león se venden legalmente bajo supervisión de las autoridades y van a los mercados asiáticos, principalmente de Laos y Vietnam. Entre 2008 y 2011, Sudáfrica exportó 1160 esqueletos de leones cautivos. Pero con la desaparición de los tigres la demanda del mercado aumentó notablemente y la presión de los propietarios de estas granjas consiguió que el Gobierno anunciara, el pasado mes de julio, que aumentaría el número de esqueletos de león para exportar anualmente de 800 a 1500.
Los dueños de las granjas sostienen que ayudan a la conservación de la especie, pero cada vez más organizaciones internacionales avisan de que tras el comercio legal se esconden huesos y despojos de animales salvajes e incluso huesos y restos de tigres que son muy difíciles de diferenciar. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza ya avisó en 2016 de que el comercio de leones cautivos despiezados potenciaría la caza furtiva, que vería en este mercado legal una vía donde esconder su mercancía. Lo mismo ha concluido un informe del año pasado de dos asociaciones conservacionistas africanas que demuestra los vínculos entre los importadores de huesos de león y las redes de tráfico ilegal de especies o extremidades de especies protegidas.
Es decir, las granjas de leones suministran al mercado asiático las partes demandadas de los leones de forma legal y las mafias del tráfico ilegal aprovechan estos envíos para colocar sus mercancías. Como consecuencia de esta nueva vía de comercio, los ataques de los cazadores furtivos crecen año a año, lo que reduce la población de leones salvajes.
Con 8000 leones cautivos y tan solo 1700 en libertad, Sudáfrica se ha convertido en el foco de atención de conservacionistas y traficantes de todo el mundo que miran con recelo, incertidumbre o codicia el resultado de estas granjas de leones donde se juega el futuro el que hasta hace muy poco considerábamos rey de la selva.
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En algunos países africanos se han empezado a criar leones en polémicas granjas donde la venta de despojos es legal. Según la Unión Internacional para la Conservación de la naturaleza, 8000 leones se crían así.
Las granjas también abastecen a cazadores sin pericia. En realidad se los ponen a tiro. Lo llaman "caza enlatada". Los cachorros criados en las granjas, unas 200 en todo el continente, se acostumbran a los humanos y no huyen de los cazadores al llegar a la edad adulta, cuando se les suelta para que les disparen en un espacio controlado. Los verdaderos cazadores también piden que se prohiba este tipo de caza, que tachan de éticamente repugnante.
Los furtivos eligen la cabeza y las patas como primer objetivo porque son más fáciles de transportar a un lugar seguro, donde extraen las garras y los colmillos. Sólo si tienen más tiempo sacarán los huesos -la parte de la que extraen mayor beneficio- y la piel para incrementar sus ganancias.
El león africano ya sigue los pasos del asiático, en el pasado el más famoso de la Tierra -habitaba desde Grecia a la India- y hoy confinado en un parque indio en el que quedan 600 ejemplares.
Etiquetas: Sobre plantas y bichos
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