Tecnología sabía y milenaria
(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 8 de marzo de 2020)
Una Venecia mesopotámica y ecológica. Eso son las islas flotantes de los madan, los hombres de los pantanos. Son de juncos y barro, las islas y sus chozas. Todo: los pilares, suelos, paredes y tejados. No hay clavos ni madera ni cemento. Cer0 materiales artificiales. No hacen falta. Los juncos son los que mejor se adaptan: el agua es su hábitat.
Esta Venecia que parece de paja se posa sobre unas aguas que no pueden ser más legendarias, las de la confluencia del Tigris y el Éufrates, unas marismas donde se ha ubicado nada menos que el Jardín del Edén.
Las islas de juncos las han levantado los también legendarios madan, una minoría que habita en estos humedales que ahora pertenecen a Irak, pero que formaron parte de la antigua Sumeria. Ya entonces se aprovechaban estas cañas flexibles y resistentes para mil cosas, para la artesanía, para el forraje con el que alimentar a los búfalos de agua, como combustible cuando los secaban, para construir sus casas y templos también. Y se sigue haciendo. Es sabiduría milenaria. Ahora se llama ‘Lo-TEK’, y hace referencia al conocimiento tradicional y ecológico.
Incluso la ONU presta atención ahora a estas técnicas milenarias perdurables y respetuosas con la naturaleza. Naciones Unidas ha creado un programa para conocer mejor las iniciativas tradicionales que confirman que una adecuada simbiosis entre el hombre y la naturaleza es una fórmula perfecta para idear viviendas, sistemas de regadío, de ganadería, de cultivos…
La Plataforma de Comunidades Locales y Pueblos Indígenas de la ONU está estudiando ejemplos de Lo-TEK, y el libro de Julia Watson Lo-TEK design by radical indigenism (Taschen) explora ejemplos de miles de años de sabiduría tradicional en veinte países. Julia Watson ha visitado más de cien pueblos indígenas, como los descendientes de los mayas en México, los chaggas del África Oriental, los ifuagos de las Filipinas y las tribus de la cuenca amazónica. Ha localizado obras maestras de la tecnología natural (puentes, jardines, canales, técnicas agrícolas, construcciones…) de las que se podrían tomar nota para llevar a cabo proyectos actuales. «Si los diseñadores, ingenieros y gobiernos combinaran los saberes antiguos con los métodos y materiales modernos y el uso del big data, podrían surgir nuevas tecnologías verdes que lo cambiarían todo», afirma Julia Watson.
Los saberes antiguos a los que se refiere utilizan la naturaleza para crear infraestructuras sostenibles.Lo hacen los khasis de la India cuando conducen las raíces del árbol del caucho -las doman- para trenzar con ellas unos puentes resistentes a las potentes lluvias del monzón y a las tremendas crecidas de los ríos.
Los suyos son los mejores puentes: las raíces que los sustentan saben cómo vencer al bosque y a su clima porque forman parte de él. También los masáis sacan partido de su entorno cuando utilizan las ramas espinosas de las acacias como eficaces vallas de espinas, con ellas levantan unos cercados perfectos.
Las tecnologías Lo-TEK se han transmitido de generación en generación. Han perdurado porque son eficaces. Han sobrevivido a los embates del clima. Y algunas de ellas, además, aleccionan sobre las bondades de trabajar en grupo. Lo demuestran, por ejemplo, las terrazas de arroz subak, en Bali. Subak se llaman estas terrazas y también las cooperativas que las trabajan. Este sistema cooperativo de riego comenzó en el siglo IX y perdura porque funciona.
Cada miembro de la organización se ocupa de una tarea y todas ellas coordinadas contribuyen al bien común. Se ponen de acuerdo en los barbechos, en las siembras; las terrazas superiores proporcionan agua a las inferiores, y sin fertilizantes ni pesticidas logran importantes cosechas.
«Hoy recurrimos a un enorme despliegue técnico para desarrollar todo tipo de diques, sistemas de contención de mareas, instalaciones de bombeo e incluso ciudades flotantes con el fin de proteger nuestras costas. La humanidad persigue la sabiduría, pero se le olvida que buena parte de esa sabiduría ya está ahí desde hace mucho tiempo, la tenemos delante de nuestros ojos», concluye Julia Watson.
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Los agricultores de Bali se organizan en comunidades de regantes llamadas ‘subak’. Sistema de riego en terrazas en Bali. Un sistema de diques y canales permite crear un equilibrio entre los ciclos de lluvia y de sequía. Los campos de arroz se secan periódicamente mediante sumideros de drenaje como forma de controlar las plagas. Estas antiguas estructuras consiguen rendimientos muy elevados sin pesticidas ni fertilizantes.
Las islas flotantes de los Madan: entre Irak e Irán, en los enormes humedales del tramo final de los ríos Tigris y Éufrates, lugar donde supuestamente estuvo el Jardín del Edén, vivieron en tiempos cerca de 500.000 madan. Hoy, este pueblo lo forman poco más de 10.000 personas. Los madan construyen sus islas artificiales con postes hechos de juncos secos y capas de cañizos y limo compactado. Sus casas también son de cañizos trenzados.
En el noreste de la India vive el pueblo khasi, una sociedad en la que el linaje y la herencia se basan en la figura materna. Los khasis crean puentes con las raíces aéreas del árbol del caucho, sostenidas en parte mediante grandes rocas. Troncos ahuecados de la palma de nuez de areca sirven de guía a las raíces. Estos puentes son muy resistentes.
Los cercados de espino de los
Masáis: los masáis, que viven en Kenia y Tanzania, protegen de los
depredadores sus asentamientos temporales y sus rebaños mediante un
sistema flexible de vallado. Construyen un entramado de postes
verticales y horizontales de la madera de un arbusto resistente a las
termitas y luego entrecruzan en él las ramas cubiertas de espinas de
las acacias. Con el tiempo, de los cercados abandonados crecen
bosquecillos.
Etiquetas: Cosas que hay que saber
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