Inés de Castro, reina de Portugal después de muerta
(Un texto de José Segovia en el XLSemanal del 1 de octubre de 2017)
Cuando le tocó ceñirse la corona de Portugal, Pedro I el Cruel reivindicó el recuerdo de su amada nombrándola reina de Portugal. La leyenda dice que hizo desenterrar su cadáver para vestirlo con ricos ropajes y sentarlo en el trono junto a él. Luego, el monarca exigió a sus nobles que le rindieran pleitesía, besando la mano momificada de la reina. Los historiadores ponen en entredicho esta historia, ya que no hay pruebas documentales de ella. De hecho, el cronista Fernando López no reseña nada sobre aquella macabra ceremonia de coronación.
Se supone que la leyenda podría venir de la costumbre portuguesa de besar la mano del cadáver de los reyes cuando fallecían. Por otra parte, en los siglos XIV y XV existía un curioso ritual que consistía en colocar figuras de cera de los monarcas sobre sus túmulos funerarios. Es probable que el rey Pedro I ordenara el mismo rito con la figura de Inés en el trono, obligando a los nobles a rendirle homenaje. Esta leyenda, que pasó de boca en boca hasta llegar a nuestros días, fue fuente de inspiración para diversos literatos, como el gran poeta portugués Luís de Camoens o el rapsoda estadounidense Ezra Pound.
De los tres instigadores de la muerte de Inés, Pedro Coelho y Álvaro Gonçalves expiaron de un modo terrible su crimen. Al primero le arrancaron el corazón por el pecho y al segundo por la espalda. López Pacheco pudo escapar a Francia y se perdió su rastro. Los funerales de Inés fueron suntuosos. Su cuerpo fue depositado en la ciudad de Alcobaça, en una tumba de mármol blanco, con una efigie coronada que Pedro había hecho preparar de antemano.
El padre de Inés, Pedro Fernández de Castro, pertenecía a una de las familias más antiguas e ilustres de Galicia. Fue el primer señor de Monforte de Lemos y nieto del rey Sancho IV de Castilla.
El futuro rey Pedro I se casó con la que había sido durante mucho tiempo su amante. Pero no había ningún documento que probara dicho enlace ni tampoco testigos de la boda ni disposición alguna sobre los derechos que adquiriría Inés cuando su marido fuera nombrado rey de Portugal.
Etiquetas: Pequeñas historias de la Historia, s.XIV
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