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sábado, diciembre 25

Navidad a traspié

 (La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 24 de diciembre de 2016)

En el siglo XVII zaragozano, en los ambientes que hoy calificaríamos como esotéricos, se consideró la Navidad fecha especialmente propicia para que las denominadas 'cartas de toque' resultaran poco menos que infalibles. Eran unos papelillos con oraciones caligrafiadas que invocaban la ayuda de las fuerzas celestiales y, en ocasiones, el apoyo infernal para la consecución de fines concretos: sanar a un enfermo, resolver una crisis o lograr el amor del ser deseado. Constituyen una evidencia más de que, en aquella centuria, se confiaba en «el poder del manuscrito» (el historiador F. Bouza publicó hace tres lustros un brillante estudio sobre el tema, referido a toda España).

Una 'carta de toque' siempre funcionaba por contacto. Era suficiente con que la persona sobre la que debía actuar la rozase, voluntaria o involuntariamente, para que obrara su efecto (o eso se creía). En una causa inquisitorial de 1664 abierta en Zaragoza contra Isabel Francisca de Mota, se le acusa de poner a la venta algunas: si las mujeres conseguían tocar con ellas a los hombres anhelados lograrían que «las quisiesen bien y les diesen mucho». En otro proceso de la misma procedencia, fechado en 1682, se señala que Isabel Teresa Castañer disfrutaba de uno de esos papelicos capaces de conseguir que «fuesen tras ella» los hombres que apetecía (M. Tausiet desempolvó estos legajos). ¡A qué cosas se dedicaban algunos de nuestros antepasados el día de Navidad!

Amén de magias amorosas, mucho más cerca de nosotros, en tiempos de nuestros bisabuelos, en el Pirineo oriental aragonés era creencia extendida que en la noche de Navidad las brujas andaban sueltas entre las doce y la una de la madrugada. Lisón Huguet recogió en la Alta Ribagorza esta coplilla: «De doce a una / corre la mala fortuna / de una a dos / viene la Madre de Dios».

El acervo de esta Navidad a traspié ha inspirado también a algunos escritores aragoneses contemporáneos. Por ejemplo, Francisco J. Aguirre en uno de sus relatos literarios enlaza una cascada de desgracias que siempre sucedían en la misma fecha: «Unos mozos de Codos habían salido a cazar tordos la tarde de Nochebuena. Salieron tres y volvieron dos; el otro quedó tendido en la nieve de un escopetazo (...). Al año siguiente, también por Nochebuena, murió en las corralizas, junto a su casa de Villafeliche, un hombre que andaba arreglando los animales. Lo encontraron con un tiro en el corazón. Un año después, cuando salían de la Misa de Gallo, dos hermanos gemelos murieron en Alarba de un solo tiro que les cruzó de costado. En Badules ocurrió la siguiente desgracia, también el día de Nochebuena». ¡Como para tocar madera!

 

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