Exorcismo en el monasterio
(La columna de Alberto Serrano Dolader en el Heraldo de Aragón del 28 de abril de 2019)
La energúmena Catalina no logró librarse de los demonios que la poseían desde hacía once años hasta que, en 1427, imploró el auxilio de los monjes de Piedra, monasterio aragonés de acreditada virtud exorcista. Ni en su Soria natal, ni por toda Castilla fue capaz de encontrar consuelo, tal como les explicaba el domingo pasado, siguiendo lo escrito por el padre Faci en 1739.
Todo intento de redención parecía estrellarse en el muro del maligno. Por ejemplo, tras ayunar doce días se encaminó descalza la posesa hasta la capilla de Santa Catalina, dispuesta a completar una todopoderosa novena. Tal fue la expectación que despertó y el gentío que la rodeaba que a los tres días «la sacaron de allí por no poder sufrir tal concurso». O sea, nuevo fracaso: «Como después dijeron los demonios, no había logrado la doncella su salud y consuelo, porque no la dejaron concluir la novena». Pero en la Semana Santa del mencionado 1427, en Piedra, las cosas comenzaron a cambiar. La capilla de Nuestra Señora la Blanca era considerada como «el terror del Infierno» porque en ella «se exorcizan todos los energúmenos», resultando «innumerables» los favores obtenidos a lo largo de los siglos.
Un primer intento falló de nuevo. La 'cuadrilla infernal' que dominaba la voluntad de la moza desplegó un abanico de blasfemias y amenazó con quemar el monasterio si el exorcista no se rendía, pero se aguantó el envite.
El segundo domingo de Pascua, Catalina fue enclaustrada de nuevo en la capilla de Nuestra Señora la Blanca. El abad y los monjes no paraban de rezar y el exorcista celebraba misa diaria y hasta ayunó a pan y agua doce jornadas, que «es el mejor modo de exorcizar».
A favor de Catalina se alinearon la santa de su nombre y los mismísimos Reyes Magos, amén de las reliquias monacales. Al final, ganó: «...quedando la enferma desmayada, arrojó el hechizo y recobró la salud».
Rebosando rabia, Satán pergeñó su venganza: «Por espacio de una hora se vio tal tempestad de truenos y relámpagos que creyeron todos se asolaba no solo el monasterio, sino todo el mundo. (...) En aquella siguiente noche los diablos arrancaron del pinar de Soria, o Molina, tantos pinos que llenaron el monasterio y lo cercaron todo de la leña para abrasarlo». Pero no lo consiguieron gracias a las plegarias monacales, más aún: «Fue tanta la leña que trajeron los demonios para quemar el monasterio que duró en él por cinco años, con ser tanta la que en él se gasta». Los monjes no solo se calentaron con ella y guisaron sus alimentos: con los mejores maderos reforzaron la hospedería y hasta levantaron puentes.
Etiquetas: Cuentos y leyendas
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