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domingo, abril 17

"Rebelión en la granja" - Las palabras de un visionario

 (Extraído de la columna de Carmen Posadas en el XLSemanal del 18 de octubre de 2020. Conviene recordar estas cosas, y ver que muchos políticos encajan en el papel de Napoleón, el cerdo supremo)

En 1944, cuando Inglaterra y la Unión Soviética eran potencias aliadas contra Hitler, George Orwell escribió un opúsculo destinado a convertirse en una de las fábulas políticas más célebres de la historia reciente. Según sus propias palabras, la escribió sobrecogido al ver la admiración que despertaba entre políticos, empresarios e incluso entre los intelectuales británicos el paraíso soviético de Iósif Stalin. Rebelión en la granja cuenta cómo una noche, en la granja mal gestionada por el violento y borrachín señor Jones, los animales, capitaneados por los cerdos, que eran los más inteligentes y resolutos, se rebelaron y lograron expulsarlo de su propiedad. Se instauró entonces una igualitaria hermandad basada en siete mandamientos que rezaban así. Mandamiento uno: todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo. Dos: todo lo que camina en cuatro patas o tiene alas es amigo. Tres: ningún animal usará ropa. Cuatro: ningún animal dormirá en una cama. Cinco: ningún animal beberá alcohol. Seis: ningún animal matará a otro animal. Siete: todos los animales son iguales. Sin embargo, muy pronto los cabecillas de tan noble rebelión empezaron a tener sus diferencias y llegaron entonces las delaciones, las traiciones, las purgas, y Napoleón, uno de los cerdos líderes, consiguió acabar con Bola de Nieve, su hermano y camarada hasta ese momento. También, para ser más eficaz y poder sobrellevar mejor el peso de sus nuevas y arduas responsabilidades, Napoleón estimó necesario mudarse a la antigua casa del señor Jones. Y ya que estaba ahí, y puesto que trabajaba muchísimo, empezó a dormir en la cama del señor Jones y a tomarse un  par de whiskies por las tardes, como hacía el antiguo propietario. Y, ya que estaba, optó también por utilizar su armario y ponerse traje, ante la atónita mirada del resto de los animales, que le recordaron los siete mandamientos que él mismo había formulado. Napoleón entonces les hizo ver que no habían leído bien los mandamientos y así debía de ser porque de pronto pudieron comprobar que, donde antes decía «Ningún animal dormirá en una cama», ahora rezaba claramente: «Ningún animal dormirá en cama con sábanas». Y lo mismo ocurría con el resto del septálogo, de modo que «Ningún animal beberá alcohol» tenía ahora la coletilla «en exceso», mientras que «Ningún animal matará a otro» se había convertido en «No matará a otro animal sin motivo». En cuanto al mandamiento final, ese que dictaba que «Todos los animales son iguales», había sido alargado para explicitar que, sin embargo, algunos animales «son más iguales que otros». [...]

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