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miércoles, mayo 25

María Estuardo, la novia de Europa

(Un texto de Luis Reyes leído en la revista Tiempo del 9 de septiembre de 2014)

Palacio de Linlithgow, Escocia, 14 de diciembre de 1542 · María Estuardo, un bebé de seis días, es proclamada reina de los escoceses.

"Vino con una chica y se irá con una chica”. Esa fue la amarga reacción de Jacobo V Estuardo, rey de Escocia, cuando le comunicaron que al fin tenía heredero, pues la reina había dado a luz una niña. Los Estuardo habían logrado la corona escocesa por el afortunado matrimonio de un antepasado con la hija de un rey, pero Jacobo, que estaba en su lecho de muerte, pensaba que ahora la perderían al carecer de un sucesor varón.

De esa forma tan poco cariñosa fue recibida María Estuardo en este mundo. Parecía un vaticinio de la crueldad con que la trataría la vida, pues su existencia sería un drama lleno de intrigas, traición y sangre. Fue reina desde los seis días de edad, pero eso no la hizo afortunada; sería perseguida, odiada, acusada de todas las infamias, prisionera durante la mitad de su vida, y finalmente ejecutada.

Sin embargo no ha habido ningún personaje de la historia de Escocia tan famoso como ella, ninguno ha merecido tantos estudios históricos, tantas biografías, tanta literatura y tanto cine, incluso se le han dedicado cinco óperas. Esa ha sido la expectación de la posteridad, pero también en su tiempo atrajo la atención de todo el mundo, fue el objeto del deseo de todas las realezas, la novia más pretendida por Europa.

Era una pieza tan codiciada en el ajedrez dinástico europeo que su compromiso de matrimonio batió récords de precocidad: a los seis meses estaba prometida con el hijo de Enrique VIII de Inglaterra. La boda se celebraría cuando la pequeña reina cumpliera ¡10 años! Sin embargo la promesa de matrimonio fue rota por la madre de María, dama francesa perteneciente a la poderosa familia de Guisa, que la comprometió con el heredero de Enrique II de Francia, y la envió a la corte de París con 5 años.

Reina de Francia.

María creció como una princesa francesa y a los 15 años, plena de atractivo y elegancia, se casó con el Delfín, que solo tenía 14. Al año siguiente, tras la inesperada muerte de Enrique II, su marido se convirtió en Francisco II y ella, en reina consorte de Francia. Pero un año después su alegre vida francesa acabó bruscamente con la temprana muerte de Francisco II. Antes de cumplir los 18 años María se vio viuda y tomó una decisión valiente y arriesgada, regresar a la turbulenta Escocia para ejercer como soberana, pero con la vista puesta en Inglaterra, pues se consideraba con más derechos al trono inglés que Isabel I, la Reina Virgen, que era ilegítima. Sería una decisión fatal, pues María Estuardo tenía mucho corazón pero poco seso para tan difícil empresa. “La pobre loca no cederá hasta que le corten la cabeza”, diría su cuñado, el nuevo rey de Francia Carlos IX.

María Estuardo volvía al mercado matrimonial y de nuevo despertaba la codicia de distintas cortes. La de Londres concibió el proyecto matrimonial más extravagante, Isabel I le propuso casarse con lord Robert Dudley, su propio favorito. La Reina Virgen estaba dispuesta a sacrificar a su amante para controlar Escocia a través de él, pero con quien quería casarse Dudley era con Isabel y rechazó el arreglo. María Estuardo, por su parte, pretendía a don Carlos, el heredero de Felipe II. Una unión con España, la primera potencia mundial, la reforzaría en su proyecto de reinar sobre Inglaterra.

Pero don Carlos era un pobre tarado mental del que el embajador veneciano decía en un informe: “Habla con dificultad y sus discursos carecen de ilación”. Felipe II, aconsejado por el duque de Alba, comprendió que no podía emplear a su hijo en ningún diseño de alta política de Estado, y rechazó las pretensiones de María Estuardo. Don Carlos no perdonaría que le hubiesen privado de “la novia de Europa”, y en la lista de enemigos que imprudentemente escribió comenzaba por “el Rey, mi padre” y terminaba por “el duque de Alba y muchos más”.

María Estuardo, ya mujer en la plenitud de la veintena, no solo era políticamente deseable, también ejercía un atractivo sexual sobre los hombres que podía llevarlos a cometer locuras. Fue famoso el enamoramiento del noble y poeta francés Pierre de Boscosel de Chastelard, que en una ocasión fue encontrado bajo la cama de la reina. María, que había coqueteado con él, le perdonó la osadía, pero él volvió a introducirse en su dormitorio cuando ella estaba desnudándose. “¡Apuñalad a este villano!”, ordenó la reina; el frustrado amante fue decapitado, y ya en el cadalso pronunció su famosa despedida de loco enamorado: “¡Adiós, tú, tan bella y tan cruel que me matas y no puedo dejar de amarte!”.

María también se dejaba cegar por las pasiones amorosas. Se prendó de un primo suyo, Enrique Estuardo, lord Darnley, que era un tipazo –“el mozo alto” le llamaban– y aunque todos estaban en contra, se empeñó en casarse con él. “Se dice que está embrujada”, informaba el embajador inglés de su insensato amor. El matrimonio resultó en efecto un desastre, lord Darnley era tan perverso como guapo, y enseguida comenzaron las disputas. María se negó a nombrarlo rey, como pretendía Darnley, y él conspiraba contra ella. Por otra parte, Darnley sentía unos celos terribles del secretario italiano de María, y lo asesinó delante de ella, que estaba embarazada de cinco meses. Darnley también intentó hacerla abortar a golpes, porque pensaba que el niño no era suyo, sino del italiano.

Sospechas.

Por eso, cuando Darnley fue asesinado mediante una bomba, todo el mundo pensó que María Estuardo estaba detrás del crimen. No existen pruebas concluyentes de ello, pero quien desde luego lo organizó fue lord Bothwell, que inmediatamente iba a convertirse en su tercer marido. Para muchos, María y Bothwell eran ya amantes cuando asesinaron a Darnley, pero lo cierto es que Bothwell raptó a la reciente viuda, la llevó a su castillo y la violó. Pese a la violencia de la relación, María se dejó seducir por la potente figura de Bothwell y se casaron a los tres meses del asesinato de Darnley.

María quizá pensó que necesitaba a alguien como Bothwell para su causa, pero de nuevo se equivocó. La nobleza escocesa, que era protestante, estaba en franca rebeldía contra su reina, y el ardor guerrero de Bothwell no fue suficiente para imponerse a ella. La reina y su tercer marido marcharon al frente de un ejército contra los nobles, pero Bothwell no se atrevió a dar la batalla y sus tropas les abandonaron. Al final María Estuardo dejó otra vez que la pasión amorosa primara sobre su interés político: llegó a un acuerdo con los rebeldes para que dejaran escapar a su marido, que huyó a Dinamarca, donde sería encarcelado y moriría loco. María quedó prisionera de los nobles, fue obligada a abdicar en su hijo Jacobo, abortó unos gemelos concebidos por Bothwell, y al año logró escapar disfrazada de lavandera.

Se refugió en Inglaterra, pero fue caer de la sartén al fuego. Su prima Isabel I la consideraba el mayor peligro para su reinado, y la tuvo prisionera durante 19 años. Durante su cautiverio María Estuardo se convirtió en una mártir de la causa católica y apareció un nuevo enamorado, el mejor pretendiente que tuvo nunca: don Juan de Austria.

La victoria sobre el Turco en Lepanto había convertido al hermano bastardo de Felipe II en una figura internacional, y ambicionaba una corona. Los albaneses le pidieron que fuera su rey y el propio Papa pretendió darle el trono de Túnez, pero Felipe II se opuso a ambos proyectos. Entonces don Juan, que se hallaba en Flandes combatiendo a los rebeldes holandeses, concibió una fantástica empresa: invadir la cercana Inglaterra, liberar a María Estuardo, casarse con ella y proclamarse rey de Inglaterra y Escocia. Pero le sorprendió la muerte en 1578, con poco más de 30 años.

María Estuardo se quedó sin su paladín español, y siguió presa hasta 1587, cuando la decapitaron acusada de conspirar contra Isabel I, la Reina Virgen. Tenía 45 años, y subió al cadalso desafiante, ataviada con un vestido rojo.

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