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miércoles, noviembre 2

Zaragoza desconocida: torre de la Cámara, un faro para lucir la ciudad

(Un texto de Javier Benito en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 2013)

Zaragoza dio un salto a la modernidad con la antigua Feria de Muestras, que al trasladarse a finales de los 80 cedió su espacio principal, más reducido, a la Cámara de Comercio e Industria. La torre, de 1944, es un símbolo de la ciudad, cuyo cielo ilumina con su faro.

La Cámara de Comercio de Zaragoza nació en 1886 y doce años después la capital aragonesa acogió una asamblea nacional de estas organizaciones convocada por el empresario y político Basilio Paraíso como estímulo y revulsivo tras la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Pasados otros diez años, en 1908, también se celebró en Zaragoza la Exposición Hispano-Francesa que conmemoró el I Centenario de Los Sitios. Fue el germen de la Feria de Muestras de Zaragoza, que tras el paréntesis de la Guerra Civil se instaló en terrenos cercanos al parque Primo de Rivera -hoy José Antonio Labordeta-, que había adquirido la Cámara de Comercio. Cuando la Feria creció y tuvo que trasladarse a su emplazamiento actual al sur de la ciudad a finales de los años 80, la Cámara se instaló en el edificio principal frente al parque Grande (el nombre popular no ha variado), mientras las naves y patios traseros de la antigua Feria se dedicaron varios años a conciertos y barras de bares para las Fiestas del Pilar, hasta que se levantaron su lugar otras instalaciones, en especial aquel complejo del Audiorama que pasó del coste cero previsto inicialmente a más de 7000 millones de pesetas (aún tardaría unos años en implantarse el euro).

En la mayor parte de todo ese tiempo, hasta nuestros días, la torre otrora de la Feria y ahora de la Cámara ha sido un símbolo para la ciudad, a la que hacía lucirse por la noche con un potente faro en los pasados días de gloria. La torre-faro fue concebida en 1939 precisamente como símbolo de un incipiente progreso industrial y financiero que todavía se quería impulsar más en la capital aragonesa.

Del complejo proyectado por los hermanos Regino y José Borobio y el también arquitecto José Beltrán, que no se concluyó hasta 1958, solo se conservan como se ha dicho el edificio principal y la singular torre, que destaca sobre el conjunto, con un diseño sobrio y alzado en prisma cuadrangular.

«Se trata de edificios que acusan influencias diversas relata el informe histórico-artístico de la última revisión del PGOU. En la línea de los historicismos de la posguerra destaca de manera notable la torre-faro de clara evocación neomudéjar y chapitel de aire escurialense (por El Escorial, también conocido como estilo herreriano) a la vez que muestra un verticalismo relacionado con la arquitectura fascista italiana, con influencias decoraciones y remate de cristaleras en la línea de Gropius». (El arquitecto Walter Gropius fue fundador de la famosa escuela de diseño de la Bauhaus -uno de cuyos principios era que «la forma sigue a la función»- y que tuvo exiliarse de Alemania por agresiones de los nazis a su trabajo).

El estrecho chapitel -primero de zinc, luego de plomo-, estaba rematado originalmente por un león como veleta. Con 59 metros de altura, esta torre de ladrillo, inspirada en los muchos campanarios mudéjares de Zaragoza, fue una de las principales atalayas de Zaragoza, con un mirador acristalado.

La Torre -parte de cuyo espacio ocupa actualmente la Corte Aragonesa de Arbitraje-, estuvo abierta al público en largos periodos hasta después de las obras de restauración y modernización que se hicieron en 2006, a cargo de José Manuel Pérez Latorre, prolífico autor también del Auditorio y otros muchos proyectos en la ciudad. En esa última restauración se puso un faro más potente, con un juego de luces y colores, que aplicaba la tecnología

LED de iluminación por primera vez en un edifico de Zaragoza. También se incorporó entonces un nuevo ascensor hasta el mirador, reconstruido con nuevas cristaleras, desde donde se podía disfrutar de una panorámica excepcional de la ciudad. Era una atalaya tan valiosa como la torre abierta al público en la basílica del Pilar, la Torre del Agua mientras duró la Expo […]. Pero las visitas a la Torre de la Cámara se acabaron, salvo con carácter excepcional, y la sombra de la crisis económica se cernió también sobre el faro. Aquel reflector ha proyectado durante décadas sus grandes haces de luz sobre el cielo de la ciudad en fechas y ocasiones señaladas, pero los recortes son implacables […]

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