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domingo, julio 14

La pequeña Alemania de Zaragoza: La aventura de los germanos que llegaron del Camerún (1916-1956)

(Este texto está extraído de la documentación que acompañaba a una exposición con este mismo título que se hizo en Zaragoza entre los meses de mayo y julio de 2012. Me quedé con las ganas de verla, pero siempre me queda la documentación :-) Aunque se hace mucha referencia a la exposición en sí, creo que la información dada es interesante y la he dejado.)

Los alemanes del Camerón o del Camerún se hicieron muy populares en la España de principios del siglo XX. Formaban un grupo de refugiados procedentes de la colonia germana de Camerún, que fue invadida por los ejércitos aliados. Unos ochocientos alemanes (casi toda la población blanca) huyeron a la Guinea Española y fueron trasladados a la Península en mayo de 1916. La mayoría, cerca de cuatrocientos, se instaló en Zaragoza. Esta es la historia de su aventura y de cómo influyeron en los destinos de la ciudad que se convirtió en su nuevo hogar.

La exposición "La pequeña Alemania de Zaragoza. La aventura de los germanos que llegaron del Camerún (1916-1956)" nace de la investigación periodística que realizó el escritor Sergio del Molino, que se recogió en su libro Soldados en el jardín de la paz (Prames, 2009) y trata de rescatar un episodio prácticamente olvidado de la historia reciente de la capital aragonesa, cuyas huellas aún son visibles en sus calles. A través de fotografías, documentos y una panoplia de objetos que varias familias han guardado en sus baúles, la muestra recrea el periplo vital de los miembros de la colonia alemana de Zaragoza, desde la llegada de los colonos cameruneses hasta la apertura del segundo (y actual) Colegio Alemán, que sustituyó al original, situado en la calle Cervantes y contaminado sin remedio por la ideología nacionalsocialista durante los años de la Segunda Guerra Mundial.

[...]la exposición descubre al visitante los ambientes, los sentimientos, las alegrías y los miedos de aquellos alemanes. Un paseo por un mundo extinto cuyos latidos (y descendientes) siguen formando parte del alma de Zaragoza.

«En aquellos días vinieron muchos alemanes del Camerón (África), que había sido tomado por los aliados. Zaragoza aparecía llena de germanos gordos, con el colodrilo afeitado y anchos sombreros de ala plegada hacia arriba por los flancos. Cuando se encontraban cambiaban saludos exagerados con los sombreros y se inclinaban de un modo tan versallesco, que la gente no podía menos de reír». Ramón J. Sender, La Quinta Julieta

La exposición se [dividía] en seis bloques, [más una parte donde se] cuentan los antecedentes, centrándose en la historia de la colonia alemana de Camerún y las circunstancias que llevaron a sus colonos a huir de ella y buscar refugio primero en la Guinea Española y, luego, en la Península. En la [exposición] propiamente dicha se puede seguir la vida de los alemanes en Zaragoza desde su llegada el 5 de mayo de 1916 hasta después de la Segunda Guerra Mundial.

La vida en África trata de aproximar al visitante el día a día de los colonos alemanes de Camerún a comienzos del siglo XX a través de una colección de fotografías, documentos y algunos objetos, como útiles de caza de la época o monedas de madera usadas por los miembros de la etnia fang. Aventureros e imperialistas, estos personajes construyeron ferrocarriles y cultivaron inmensas plantaciones que se perdieron cuando salieron en ordenada desbandada, en 1916. Los archivos de las familias Schott-Dubont y Bieger, que conservan abundantes recuerdos de la época, permiten una reconstrucción muy vívida de aquellos años.

Una vez en el interior de la Cripta, el visitante se sumerge en la peripecia zaragozana de los alemanes, con documentos que testimonian el enorme impacto que su llegada causó a la sociedad aragonesa y española en general y una colección de objetos de época entre los que destaca una Cruz de Hierro de 1914 concedida a Paul Bieger por sus méritos durante la campaña militar de Camerún. Se trata de una pieza única de gran valor histórico, en magnífico estado de conservación, que condensa, aún hoy, el sentimiento de orgullo y patriotismo de aquellos alemanes expatriados. Esa insignia daba sentido a la vida de quien la portaba y le ligaba a los destinos de Alemania.

La Cruz de Hierro (Eisernes Kreuz, en alemán) es la condecoración que Prusia primero, y Alemania después, concedieron a sus mejores soldados desde 1813 hasta 1945. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial no se ha vuelto a conceder a nadie, pero sigue formando parte de la simbología del Estado alemán. Hitler modificó su diseño para añadir una esvástica, convirtiéndola en un símbolo siniestro [...].

La contemplación de esta joya y del resto de objetos y documentos expuestos en la Cripta tiene banda sonora. El visitante escuchará una pieza musical excepcional: Die Nacht von Zaragoza (La noche de Zaragoza), un extraño tango en alemán de 1934 que se tocaba en las veladas del Hotel Excelsior de Berlín, centro de esparcimiento de las élites del Partido Nazi. Nadie ha explicado por qué esa canción habla de Zaragoza ni si tiene una relación con los alemanes del Camerún. Puede que el compositor escogiera la ciudad porque le sonaba exótica y meridional. Es probable que nunca lo averigüemos.

Algunas de las empresas que fundaron aquellos alemanes sobreviven hoy, aunque la mayoría haya cambiado de propietarios, como El Tinte de los Alemanes o las durante mucho tiempo famosísimas salchichas Kurtz. De Alfonso Kurtz, su fundador, se expone su diploma de charcutero, un oficio artesano muy respetado en Alemania que le permitió patentar su propia receta de salchichas.

Otros documentos testimonian la agitada vida social y lúdica de la colonia alemana de Zaragoza, que no siempre fue aplaudida por la población local. La buena sociedad censuraba, por ejemplo, las colosales juergas que los germanos se corrían en el cabaret Royal Concert (hoy, Oasis), y en la muestra se puede seguir el escándalo en las páginas del diario católico El Noticiero. Pero también admiraban el espíritu atlético de algunos germanos, que potenciaron en la ciudad un deporte incipiente y poco conocido y crearon su propio equipo, el Camerún Football Club, uno de los primeros conjuntos de balompié fundados en la capital aragonesa y precursor indirecto del Real Zaragoza.

Aunque, sin duda, una de las secciones que más inquietará y fascinará a los visitantes será la relacionada con el Tercer Reich. Cuando Hitler toma el poder en 1933, la colonia alemana de Zaragoza se va poco a poco tiñendo de color pardo y los puestos de responsabilidad y representación son tomados por personajes afines al Partido Nacionalsocialista. La principal institución de la Colonia, el Colegio Alemán, fundado en 1918, cae de lleno bajo la influencia nazi a través de su siniestro director, el temido Albert Schmitz, jefe local del Partido en Zaragoza y enlace directo con Berlín.

Parte de la muestra se nutre de un misterioso álbum fotográfico rescatado por la profesora Anneliese Winchenbach que recoge imágenes y recortes del Colegio Alemán entre 1928 y 1945. En ellas se retratan actividades de los escolares aparentemente inocentes y sin trascendencia, si no fuera porque en muchas aparecen banderas nazis y esvásticas a las que los niños (incluso los más pequeños) rinden honores.

Ese primer Colegio Alemán fue cerrado en 1945 y de él solo ha sobrevivido este álbum (que fue confiscado por los aliados y lleva sellos del ejército británico). En 1956 se abrió otro Colegio Alemán, en otra dirección y con otro profesorado. Ese es el que ha sobrevivido hasta hoy, desligado por completo del nazismo.

El recorrido se cierra con un vistazo al Cementerio Alemán de Zaragoza, un desconocido rincón de Torrero donde reposan muchos de estos personajes. Los alemanes tienen una relación especial con sus cementerios y con el fenómeno de la muerte, notablemente distinta a la del resto de los europeos. Los cementerios son una parte importante de la vida de las comunidades germanas, que afianzan su solidez y su unión en el cuidado de los que se fueron. Al cerrar la visita aquí, no solo se da una conclusión natural a la exposición, dejando que sea la muerte de los protagonistas la que ponga fin al relato, sino que se centra la atención sobre uno de los principales y más desconocidos legados germanos de Zaragoza, su camposanto.

[...] Un paseo visual que resume y da una nueva vuelta de tuerca al libro en el que se relatan todos los detalles de esta aventuras, Soldados en el jardín de la paz, de Sergio del Molino, que hace las veces de catálogo y de complemento de la muestra.

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