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viernes, enero 22

Huelgas, controladores y lecciones desde el otro lado del Atlántico

(Esta información está extraída de la columna de Pablo Rodriguez Suanzes del suplemento económico de El Mundo del 10 de enero y de la página http://lost.in/SM. Ahora que tenemos un problema parecido, creo que es bueno recordar como hay sitios donde lo de ceder al chantaje no es una costumbre).

"El tema más polémico del mes de diciembre ha sido el de los controladores aéreos, su sueldo y su derecho a la huelga. Sin controladores, los aeropuertos no pueden funcionar. Además, su puesto, por formación y responsabilidad, no puede ser cubierto fácilmente. ¿Se saldrán con la suya entonces? Quizás no. Recordemos un poco de historia reciente.

El sistema norteamericano de navegación aérea incluía unos 17.000 controladores aéreos, organizados en la Asociación Profesional de Controladores Aéreos (PATCO en sus siglas inglesas). Cuando sus demandas salariales y laborales (menos horas de trabajo y una edad de jubilación más temprana entre otras) fueron rechazadas, los miembros de la asociación se irritaron bastante. Hay que decir que algunas de sus peticiones eran legítimas, como la petición de un sistema de control más moderno. Además, desde mucho tiempo antes, los estadounidenses se mostraban bastante comprensivos con las peticiones sindicales , con lo que se asumió que la PATCO conseguiría sus demandas gracias al apoyo popular.

Así, el 3 de agosto de 1981, más de 13.000 controladores de EEUU se pusieron en huelga para reclamar una subida de sueldo, jornadas laborales más cortas y derecho a una pensión completa tras 20 años de trabajo. Como consecuencia inmediata del anuncio de la huelga, el caos se adueñó de la red completa de trasnporte en los E.E.U.U. La dirección se las arregló para cubrir los huecos (controlando ellos mismos el tráfico aéreo en la mayoría de los casos) y las aerolíneas pudieron operar al 70% de su capacidad. Pero si PATCO pensaba que el presidente Reagan cedería ante el posible impacto de una crisis prolongada en la economía norteamericana estaban muy equivocados. Por añadidura, los miembros de PATCO desafiaban totalmente la ley federal que prohibe las huelgas de los empleados federales. Cada controlador había prestado juramento de no hacer huelga cuando había sido contratado.

El presidente, Ronald Reagan, había declarado ya en su toma de posesión que el gobierno no era la solución de los problemas de la nación sino su mayor causa. Uno de sus héroes siempre había sido Calvin Coolidge, con el que compartía su creencia en las virtudes del trabajo duro, la frugalidad y el deber cumplido. Coolidge, como gobernador de Masachusets, había sacado a la Guardia Nacional a la calle ante una huelga de policías en Boston. "No hay derecho de huelga contra la seguridad ciudadana para nadie, en ningún sitio y en ningún momento", decía. Reagan también creía, como Coolidge, que los juramentos hay que cumplirlos así que actuó rápido: con el respaldo del secretario de transporte (Drew Lewis), les dio 48 horas para volver a sus puestos. No lo hicieron, así que Reagan despidió, sin pestañear, a 11.000 de ellos.

En sus memorias, Reagan comentó que su acción convenció a los potenciales incrédulos que realmente hacía lo que decía. A otro nivel, su decisión también convenció a los Soviéticos de que era un lider decisivo.

Para disgusto de los huelguistas y la sorpresa de casi todo el mundo, los planes de contingencia de la FAA funcionaron sin problemas, minimizando los efectos de la huelga. Un contingente de emergencia de novecientos controladores militares, unidos a los dos mil profesionales que no fueron a la huelga y a unos tres mil supervisores, se encargó desde entonces del tráfico áreo del país restableciendo la normalidad en poco tiempo. La Autoridad Federal ordenó a las aerolíneas que redujeran el tráfico en los mayores aeropuertos en un 50% durante las horas punta por razones de seguridad. Además, casi sesenta aeropuertos pequeños fueron cerrados indefinidamente.

Ese mismo año, la escuela de formación de Oklahoma admitió a 5.500 candidatos, cuando lo habitual eran 1.500 por cada curso de 17 a 21 semanas. Además, en menos de un mes había más de 45.000 nuevas solicitudes. Los huelguistas habían predicho la falta de seguridad que podían provocar las jornadas de hasta 60 horas semanales del personal de contingencia, pero la limitación del tráfico aéreo y los esfuerzos extra de control de los trenta y tres mil miembros de la Asociación de Pilotos minimizó el riesgo de una "lluvia de aluminio", como llamaban eufimísticamente a los accidentes aéreos. En poco tiempo, alrededor del 80% de los vuelos recuperó la normalidad, mientras que el tráfico de mercancías permaneció inalterado.

Por si sirve de aviso a navegantes, los estadounidenses apoyaron en masa al presidente, convencidos de la validez de los principios frente a las amenazas y la intimidación. Este hecho, además, estableció el nivel de la legislatura, demostrando que hacer lo correcto podía ser políticamente ventajoso.

La historia de los controladores despedidos es muy famosa. Sin embargo, lo que es menos conocido es que, además del despido, Reagan impuso un veto de por vida a los once mil controladores. Se amparó en la ley de 1955 antes mencionada (confirmada por el Tribunal Supremo) que prohibía las huelgas de los empleados federales (carteros, controladores, bibliotecarios), pero que no había logrado evitarlas en años anteriores. En 1993, Bill Clinton revocó la sanción vitalicia, pero los despedidos en 1981 no han recuperado sus empleos pese a que siguen litigando.