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martes, agosto 31

Una historia

(Parte de una anécdota que Salvador Sostres contaba el 11 de agosto en El Mundo)

El Hotel Lutetia, al iniciarse la Guerra Mundial, se puso a disposición de los refugiados nazi de la capital, el hotel hizo un gran esfuerzo para evacuar a sus refugiados. Una de las personas que más activamente ayudó, sobre todo a los refugiados judíos, fue la señora Francine Dumont, quien puso su vida en riesgo en varias ocasiones para lograr salvar a tantísimos perseguidos.

Pudo salvar a muchos, pero no a todos. Ni siquiera pudo salvarse ella misma, que fue detenida y deportada a un campo de prisioneros. Durante la invasión, el Lutetia tristemente se convirtió en el centro del contraespionaje nazi.

Al final de la guerra, cuando París fue liberada, el hotel volvió a recuperar su verdadera identidad moral convirtiéndose en el gran espacio de acogida de los refugiados de los campos de concentración y de exterminio que habían salvado la vida y volvían a casa. Las habitaciones se convirtieron en dormitorios con literas y colchones en el suelo, el vestíbulo en una enfermería, el restaurante en un enorme comedor. Entre los supervivientes pudo regresar también la señora Dumont, a la que el hotel, en agradecimiento por todas aquellas vidas que había contribuido a salvar, le concedió sin cargo alguno una habitación de por vida.

En 1995 la señora Dumont murió. Y el hecho de que ahora una compañía israelí haya comprado el hotel parece un guiño de la historia.

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