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domingo, septiembre 26

Tellaro

(Leído en El Confidencial Digital del 2 ó 3 de septiembre)

Tellaro es un pueblo que comparte su identidad con el mar y la montaña. Si lo miras desde el mar, es montaña; si lo miras desde la montaña, es mar. Pertenece a la región de la Liguria, pero linda con la Toscana y hereda de ella algunas iglesias con líneas horizontales blancas y negras, expresión de una elegancia italiana perdida y olvidada con el paso del tiempo.

En esta zona sus gentes se alimentan básicamente de albahaca, que crece y florece al abrigo del sol Mediterráneo y con la que elaboran el "pesto", famosa salsa de color verde, hecha de parmesano, piñones, ajo y aceite de oliva que debe ser, sin duda, uno de los motivos de la
longevidad de la que hacen gala.

Tellaro es un pueblo que se ancla a las rocas que lo sostienen. Las casas trepan por sus piedras, arañan un espacio al capricho de su naturaleza, escarban la tierra y llegan hasta un cielo que, en la línea del horizonte, se confunden con el mar. Es el triunfo de lo irregular, de lo asimétrico. Cada fachada es de un color, interrumpidas por ventanas, ventanitas y ventanucos. Eso sí, todas con persianas verdes. Puertas y pasadizos, balcones, terrazas diminutas, escaleras, cactus, petunias y geranios caen, junto a las sabanas tendidas, hasta las callejuelas que se retuercen y buscan un camino que es, siempre, cuesta arriba porque la cuesta abajo no se nota.

Tellaro es un pueblo que huele a sol, a pan, a café y periódico por las mañanas, a romero y pescado frito por las tardes, a recuerdos y susurros por las noches. También huele a pis de gato, todo el día y desde siempre. Tellaro acaba y comienza en la torre de un campanario que parece un faro comido por el mar y que, como un dedo, señala un golfo, llamado "de los poetas" porque en sus aguas navegaron D.H Lawrence, Lord Byron y se ahogó Shelley.

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