Al filo de los Tudor: algunas pinceladas sobre las Bolena
(Notas leídas en uno de los especiales de verano de Mujer de Hoy)
Sufrieron las consecuencias de hacer de su cuerpo una cuestión de estado. Una murió decapitada y la otra expulsada de la corte, un precio demasiado alto por conseguir los favores de Enrique VIII, un hombre mucho más congestionado y gordo que cualquiera de sus dobles en la ficción.
María, la mayor, fue enviada a la corte francesa con 15 años como dama de honor de la princesa María Tudor, y se convirtió en amante de Francisco I, que la describió como "una gran puta, la más infame de todas". En 1519 su padre, un diplomático que jugó con sus hijas como lúbricos peones de ajedrez, le consiguió un puesto como dama de honor de la reina de Inglaterra, Catalina de Aragón. María estuvo a sus servicio los últimos diez años de su matrimonio y ocupó con asiduidad el lecho del rey inglés.
Para Enrique, María Bolena sólo fue una de tantas cortesanas, pero Ana, la menor, supo jugar bien sus cartas. Había sido educada en Holanda, donde a los once años ya era dama de Margarita de Austria. Continuó su formación en París y a los 20 llegó a la corte inglesa convertida en una mujer moderna, culta y refinada. "Espejo de la moda", decían. Enrique quedó fascinado, pero ella rehusó ser su amante porque sabía que un rey sólo desea lo que no puede tener.
El resto es historia. La tuvo, la amó, la despreció, la mató. Tal vez habría sido mejor perder.
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