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jueves, abril 28

Hiperactividad cognitiva

(La columna de José Antonio Marina en El Mundo del 17 de abril)

Todo el mundo conoce la "hiperactividad física". Goldberg, un gran neurólogo, ha llegado a decir que es la enfermedad de moda. Se caracteriza por una gran dificultad para fijar la atención y controlar los impulsos. Con el término "hiperactividad cognitiva" designo el deseo de continuo de nueva información, el aburrimiento por cualquier información que dura más allá de un par de minutos, el zapping como estilo de vida, y, como manifestación más nueva y poderosa, la adicción a los mensajes cortos y continuos recibidos por cualquier vía de comunicación electrónica. En personas de cualquier edad aparece la comezón por ver si se ha recibido un sms, un email. Y la irritación si no los hay.

Como ha estudiado Nicholas Carr, esta continua necesidad de hiperestimulación cognitiva dificulta tareas que exigen mantener la atención mucho tiempo, como la lectura de un libro. Y es deletérea para el aprendizaje.

Resulta sorprendente que los filósofos medievales -finísimos analistas de la mente humana- hubieran detectado ya la "hiperactividad cognitiva". Afirmaban que el ser humano deseaba conocer, pero que este deseo tenía dos formas de manifestarse: la "studiositas", que era el afán de saber, y la "curiositas" a la que definían como concupiscencia de ver y de escuchar, una divagación perpétua de la mente de una cosa y otra, una inquietud del espíritu. Lo consideraban -¡¡qué perspicacia más genial!!- hija de la pereza.