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viernes, julio 15

Dios y la comida

(Leído en la columna de Paulo Coelho del 26 de junio de 2011)

Llegar a Dios a través de la comida
Discípulo y maestro iban una mañana por el campo y el discípulo pedía al maestro que le dijera cuál era la dieta necesaria para la purificación. Por más que el maestro insistiese en que todo alimento es sagrado, el discípulo se negaba a creerlo.
-Debe de existir un alimento que nos aproxime a Dios -insistía.
-Bueno, tal vez tengas razón.
Aquellas setas de ahí, por ejemplo -dijo el maestro.
-El discípulo se animó, pensando que las setas le traerían la purificación y el éxtasis. Pero, cuando estuvo cerca de ellas, dio un grito:
-¡Son venenosas! ¡Si como una sola de ellas, moriré en una hora!
-Aparte de esta rápida manera de acercarse a Dios a través de la comida, no conozco ninguna más -respondió el maestro.

-El mendigo hambriento
Un monje meditaba en el desierto cuando se le acercó un mendigo:
-Necesito comer -dijo el mendigo.
-Ve a la ciudad y pide a otros -afirmó el monje-. Estoy intentando comunicarme con los ángeles.
-Dios se arrodilló ante el hombre, le lavó los pies, dio su vida por él y nadie lo reconoció -continuó el mendigo-. Aquel que dice amar a un Dios invisible y se olvida de su hermano visible está mintiendo.
Y el mendigo se transformó en un ángel.
-Qué pena, casi lo habías conseguido -comentó antes de irse de allí.

Gurdjieff y el derviche
El famoso mago ruso Gurdjieff, cuando era aún un joven en busca de la sabiduría, fue a visitar a un derviche conocido por sus poderes mágicos. Para impresionarlo, comía solo verduras.
Una noche, el maestro quiso saber por qué seguía una dieta tan rígida. «Para mantener limpio mi cuerpo.» El maestro se rió y le aconsejó inmediatamente que se olvidara de esa dieta, ya que, de seguir así, terminaría como una flor en un invernadero: muy pura, pero incapaz de resistir los desafíos de los viajes y de la vida.

Buda y el yogui
Durante un viaje, Buda se encontró con un yogui que hacía mucho tiempo que ayunaba.
-Quemo los errores de mi pasado
-explicó el hombre.
-¿Y cuántos errores has quemado ya?
-No tengo ni la menor idea.
-¿Y cuánto te queda por quemar?
-insistió Buda.
-No tengo ni la menor idea.
-Entonces es hora de que acabes con eso y de que entiendas que los errores se corrigen a través de las buenas acciones, y no de la penitencia -fue el comentario de Buda.

El asceta de Soria
Cerca de Soria, en España, existe una antigua ermita enclavada en la roca donde hace algunos años vive un hombre que lo abandonó todo para dedicarse exclusivamente a la contemplación.
Una tarde de este otoño fui a buscarlo y me recibió con la mayor hospitalidad posible. Después de compartir un pedazo de pan, me pidió que lo acompañase hasta un riachuelo cercano para coger setas comestibles. En el camino se nos acercó un joven.
«Santo hombre -dijo el joven-, he oído decir que, para alcanzar la iluminación, no debemos comer carne.
¿Es eso cierto?»
«Acepta con alegría todo lo que la vida te ofrece -respondió el asceta-. No pecarás contra el espíritu, pero tampoco blasfemarás contra la generosidad de la tierra.»

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