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viernes, octubre 28

Bogavante vs langosta

(Parte de un artículo de Caius Apicius en El Confidencial del 13 de septiembre)

Aunque tengan lo que nuestras abuelas llamarían 'un parecido', bogavante y langosta, por no ser, no son ni de la misma familia: él es un nefrópsido, en tanto que ella pertenece a la no menos respetada familia de los palinúridos. Vivos o, al menos, enteros, son de imposible confusión: él, cuya coraza es de un tono oscuro, azul casi negruzco, está armado con dos enormes (y sabrosas) pinzas, de las que ella, de tonalidades pardo-rojizas, carece, mientras cuenta con dos larguísimas
antenas. Y, pese a todo, se les ha confundido mucho tiempo.

Sucede que las grandes recetas para estos crustáceos suelen provenir de Francia (¿de dónde, si no?) y se refieren normalmente al "homard", que es el término francés para designar al bogavante, no a la langosta, que se llama "langouste".

Otro tanto ocurre con la voz inglesa "lobster", que equivale a bogavante, no a langosta; pero los traductores clásicos de recetas como la de "homard à l'americaine" tradujeron "langosta a la americana", y ahí nació la confusión.

La gran cocina ha sido pródiga en recetas complejas para ellos, hoy casi todas periclitadas; langosta y bogavante agradecen tratamientos más sencillos, más respetuosos con sus cualidades, la parrilla les va de maravilla. Cocidos, pueden protagonizar excelentes ensaladas y salpicones. Hay quienes estiman que el bogavante es superior a la langosta, y quienes prefieren a la dama. La textura de sus colas es, en ambos casos, gloriosa; en sabor, el bogavante es quizá más rotundo, la langosta más fina... Cuestión de gustos. Eso sí, un género de aguas españolas: cantábricas o galaicas para el bogavante, gallegas o mediterráneas para la langosta.

Hay dos preparaciones que se han convertido en clásicas: el arroz y la caldereta. Lo curioso es que el protagonista normal de ese arroz, que puede ser seco o caldoso, es el bogavante: se hace arroz con bogavante, no con langosta; en cambio, las calderetas se hacen, en general, con
langosta, no con bogavante. Lógicamente, nadie les impide a ustedes usar una langosta para un arroz ni un bogavante para una caldereta, pero lo habitual es lo otro.

Una caldereta es un plato popular, cuyo nombre deriva, obviamente, de caldero. Era, en origen, comida de pastores, caso de la extremeña de cordero o de los calderetes navarros, o de marineros, como la caldeirada gallega o las mediterráneas; en cambio, la caldereta asturiana de
pescado y marisco tiene autor conocido, y no era, precisamente, un humilde pescador.

Las calderetas se hacían al aire libre con lo que había, con género barato. Y la langosta, uno de los símbolos gastronómicos de la "Belle Époque", ¿era barata? Seguramente, no, pero de alguna manera, sí. Pensemos en platos como el "mar i muntanya" ampurdanés, en origen pollo con langosta, o en el bacalao al ajoarriero con langosta de los navarros.

Platos que nacen en tiempos en los que las cámaras frigoríficas son desconocidas, y las langostas tienen una vida breve fuera del agua. ¿Por qué no alargar un guiso de pollo, animal cuya cría requería más dedicación que la pesca de la langosta, con alguna pieza que no está ya en su mejor momento? ¿Cómo no caer en la tentación de alargar, también, un guiso de bacalao para aprovechar esas langostas...?