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sábado, diciembre 10

Hollywood cumple cien años (I)

(Un artículo de Gonzalo Ugidos en el Magazine del Mundo del 28 de noviembre de 2010)


Junto con el año de su invención, el de 1910 fue el más estelar del séptimo arte; en primer lugar, porque varias compañías establecieron sus estudios en un barrio de Los Ángeles y, en segundo, porque el productor Carl Laemmle rompió la costumbre que tenían los estudios de ocultar el nombre de los actores que aparecían en sus películas (temían que se hicieran famosos y pidieran más dinero). La coincidencia de ambos hechos provocó un estallido monumental en una industria que empezaba a convertirse en una colosal fábrica de sueños.


Ese mismo año, la canadiense Florence Lawrence decidió abandonar la Biograph Company porque, a pesar de ser la actriz más popular del estudio, no se sentía reconocida. Laemmle, jefe de la Independent Motion Picture Company, fichó a la rubia de la Biograph con el propósito de que todo el mundo conociera su nombre y publicó miles de anuncios que coronaban a Lawrence como "la mejor actriz del mundo".


Unos días después, los periódicos contaron que la actriz había muerto atropellada por un coche. El público se conmovió y, cuando ya había llorado bastante, Laemmle difundió un desmentido, y la gente volvió a llorar de alivio. La ingenua campaña dio comienzo a una nueva era que aún no tenía nombre. En uno de sus anuncios, Laemmle definió a Florence como "la más brillante estrella de cine americana" y el lenguaje cotidiano adoptó rápidamente la expresión. Antes de que terminara el año, todo el mundo hablaba de estrellas, un firmamento sublunar que acabaría por tener tantas estrellas como el cielo.


Algunas eran fugaces, otras eternas, pero todas estaban a años luz de la vida vulgar de la gente corriente. Eran iconos que encarnaban los sueños colectivos; eran los nuevos santos laicos de una iglesia cuyos rituales se celebraban en la oscuridad de una sala de cine. Y Florence Lawrence era el primer nombre del cine mudo above the titles, o sea, que aparecía en letras grandes por encima del título, en aquel Hollywood incipiente.

(Sigo mañana)

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