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domingo, enero 27

Luis Amadeo de Saboya, amor por la montaña



(Un artículo de Raquel Marcos en la revista Paisajes de abril del 2010)

Romántico, noble, de ideales puros y sólidos principios, Luis Amadeo de Saboyá, duque de los Abruzos, fue un pionero de la exploración y el alpinismo. Su pasión por la grandeza de la naturaleza le impulsó a escalar las más altas cumbres de la Tierra.
Erguido y tembloroso bajo el sol ardiente del muelle de Mogadiscio, en Somalia, un anciano frágil y consumido por el cáncer pasa revista a una tropa de la milicia italiana de las camisas negras. Es el 22 de febrero de 1933, y ese anciano intenta esconder su dolor, como ha hecho siempre, mientras recorre con dificultad la larga fila de soldados. Estos pasos le suponen un esfuerzo mayor que los cientos de kilómetros de tierras y cumbres inexploradas del Polo Norte, Alaska, África y el Himalaya que ha recorrido en su vida. Luis Amadeo de Saboya, duque de los Abruzos, hijo y nieto de reyes, explorador y aventurero, muere tres semanas después.
A pesar de su estado, el duque no renuncia a sus ideales: "Prefiero que alrededor de mi tumba se entretejan las fantasías de las mujeres somalíes que las hipocresías de los hombres civilizados". Por eso no quiere ir a morir a Italia y prefiere agonizar en la aldea somalí que lleva su nombre, Duque de los Abruzos, después de haber escrito un apasionante capítulo de la historia de la exploración y el alpinismo.

Luis Amadeo de Saboya nació en Madrid el 29 de enero de 1873. Solo 14 días después, su padre, Amadeo de Saboya, rey de España, abdicó. La familia regresó a Turín (Italia), y allí, en la cercana zona de Gran Paradiso, en los Alpes occidentales, el duque aprendió a amar la montaña. Compaginó los estudios con el adiestramiento militar y con 16 años fue nombrado guardiamarina real. Dio su primera vuelta al mundo a bordo del bergantín Amerigo Vespucci, incluyendo estancias en Eritrea, entonces colonia italiana, y Vancouver (Canadá). Fue en ese barco donde recibió la noticia de la muerte de su padre y donde conoció a su gran compañero de viajes y aventuras: Umberto Cagni. En 1893 viajó por primera vez a Somalia, una tierra que ejerció gran influencia en él durante toda su vida.
Luis de Saboya se curtió como explorador durante sus periodos de vacaciones, en los que realizaba escaladas cada vez más difíciles. Así, ascendió al Mont Blanc y al Cervino antes de emprender, en 1897, la aventura que le dio celebridad: la primera ascensión al monte San Ellas (en Alaska, entre Canadá y EE.UU.), durante la cual se determinó el origen geológico y la altitud de la montaña (5.489 metros). Para esta expedición, financiada por su tío Umberto I, rey de Italia, el duque ya se había dejado su característico bigote para parecer mayor. Tenía 24 años. 

En el monte San Elías la expedición sufrió un espejismo colectivo: los exploradores afirmaron haber visto una ciudad silenciosa sobre un glaciar. Algunos pensaron que el espejismo era una imagen de Bristol, en Inglaterra, que está a 4.500 kilómetros a través del Polo Norte. 

Precisamente, el Polo Boreal fue su siguiente objetivo. En 1899 organizó una expedición que llegó en primavera a Christiania (hoy Oslo, capital de Noruega), con 10 compañeros. Allí adquirió un ballenero de vapor de 570 toneladas. Renombrado como Stella Polare (Estrella Polar), el buque emprendió la travesía por el mar congelado. Veinte hombres participaron en esta aventura; entre ellos, el capitán Umberto Cagni. Tenían previsto ir a la Tierra de Francisco José, en el desierto ártico, a establecer un campamento en el que alojarse durante el invierno y, después, alcanzar el Círculo Polar Ártico en trineos de perro.
 
La expedición llegó al Ártico en el mes de diciembre, durante el solsticio de invierno, momento en el que la larga noche ártica (53 días en lo que no sale el sol) llega a su fin. El duque perdió dos dedos debido al frío, lo que le impidió capitanear la partida en trineo hasta el polo. Fue relevado por su amigo, Umberto Cagni. El 25 de abril de 1900 Cagni logró llegar hasta la latitud 86° 34', estableciendo un nuevo récord al superar el conseguido por Nansen 1895 y acercarse 40 Kilómetros más al Círculo Polar Ártico. Mientras tanto, los otros miembros de la expedición exploraron y cartografiaron varias islas cercanas. 

En 1906, inspirado por la última voluntad de Henry Morton Stanley, el duque dirigió una expedición a las montañas Rwenzori (5.125 metros), en Uganda. Escaló 16 de las cumbres más altas de la cordillera, incluyendo los seis picos principales. Uno de ellos, el monte Luigi di Saboya, lleva su nombre. En menos de 10 años, el joven duque italiano había batido a los alpinistas y a los exploradores más expertos en las montañas de Alaska, en los hielos del Polo Norte y en el corazón de África. Pero a Luis de Saboya le quedaba por vivir la experiencia más importante de su vida: su pasión por Katherine Elkins, una rica heredera americana. 

Luis de Saboya conoció a Katherine Elkins en una recepción ofrecida por su tía, la reina Margarita, en su casa a orillas del lago Como (Italia). Acababa de volver del Ruwenzori, tenía 35 años y era uno de los solteros más cotizados del momento. Katherine tenía 20 años y era la hija de un rico político, una joven culta, deportista, amante de los caballos y de las carreras de coches. Luis la llamaba 'su princesa americana' y los dos vivieron un apasionado romance en Washington (EE.UU.) ampliamente aireado por los periódicos sensacionalistas de la época, que recogieron en sus crónicas sus encuentros en las carreras, en una exposición, en una fiesta, abrazados bajo el toldo de una droguería... La oposición del rey de Italia, Víctor Manuel III, primo del duque, y del padre de Katherine, que devolvió en un paquete el anillo de compromiso que Luis le envió a su amada, acabó con los planes de boda. Ella se casó unos años después, pero Luis, aunque tuvo amores, jamás contrajo matrimonio. 

Decepcionado tras su fracaso amoroso, el duque de los Abruzos emprendió en 1909 la aventura más peligrosa de su vida: la escalada al K2 (8.611 metros), la segunda montaña más alta de la Tierra y uno de los ochomiles del Karakórum. Aunque no alcanzó la cima, batió el récord al llegar a los 6.666 metros. La ruta normal para ascender a la montaña se conoce actualmente como la Arista de los Abruzos. Hubo que esperar hasta 1954 para que dos compatriotas suyos, los italianos Achille Compagnoni y Lino Locatelli, coronaran el K2. Desde entonces, 269 hombres y 9 mujeres han alcanzado su cima. De ellos, 60 han muerto intentando ascenderla o durante el descenso. 

El duque no abandonó el Karakórum e intentó alcanzar otras de sus cumbres, el Chogolisa (7.665 metros). No logró llegar a la cumbre debido al mal tiempo, pero estableció un récord mundial de altitud al alcanzar los 7.498 metros. El duque no podía imaginar que su marca de altitud no sería batida hasta 13 años después por la expedición británica al Everest.

Un año después, durante la guerra italo-turca (1911-1912), el duque participó en la campaña de Tripolitania, y durante la Primera Guerra Mundial ostentó el mando de la flota italiana del mar Adriático (1914-1917). Después de la guerra, el duque se dedicó a la exploración y colonización de Somalia, donde organizó una gran explotación agrícola en el curso inferior del rio Uebe. En Jowhar, a 90 kilómetros al norte de Mogadiscio, fundó el Villaggio Duca degli Abruzzi, un asentamiento agrícola para experimentar nuevas técnicas de cultivo. En 1926 estaba integrado por 16 aldeas, con 3.000 somalíes y 200 italianos. Allí, el 18 de marzo de 1933, alejado de "la hipocresía de los hombres civilizados", murió Luis de Saboya.