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lunes, mayo 13

El fútbol en los E.E.U.U.



(Un artículo de Felipe Fernández-Armesto en El Mundo del 6 de julio de 2010)


El autor explica que los estadounidenses sienten pasión por el ‘football’ pero no son muy aficionados al ’soccer’. Bucea en la Historia para explicar cómo son los gustos deportivos en la primera potencia del planeta.





[…]Desde la óptica europea, el fútbol en Estados Unidos es un fenómeno raro, bastante ajeno a la cultura y a la tradición del país. Es, por excelencia, un deporte de mujeres, bien alejado de las connotaciones machistas que suelen rodearlo en otros países del planeta. La selección nacional femenina ha ganado dos copas mundiales, y suele considerarse como la mejor del mundo. Mientras tanto, son muchos los hombres en EEUU que juegan al fútbol, pero lo hacen sin la seriedad, la profesionalidad y el espíritu comercial que caracterizan a este deporte en Europa. Es un juego de aficionados que se divierten practicándolo, pero como espectáculo profesional casi no cuenta.

La preponderancia del llamado fútbol americano -nombre equivocado, ya que ni los canadienses, que tienen su propia versión del fútbol, ni los latinoamericanos lo juegan- es aplastante. Más de 100 millones de espectadores vieron la final de la Copa Nacional de Fútbol Americano -la Superbowl- este año por televisión. En cambio, poco más de un millón sintonizó con el final de liga de lo que solemos pensar que es el fútbol auténtico. En la bibliografía de más uso en EEUU sobre los deportes nacionales hay referenciados más de 4.000 libros sobre fútbol americano, y sólo 15 sobre el otro.
El deporte más popular del mundo no encaja en los corazones estadounidenses. En las páginas deportivas de los periódicos, los reportajes son escasos. Los clubes profesionales son pocos y relativamente modestos. No hay ninguno que pudiera defenderse en la Liga española, o en la Premier League, o en la Serie A del Calcio. En el inglés de Norteamérica, football significa sólo fútbol americano, que se juega corriendo, con el balón en la mano, mientras el otro se llama soccer, abreviatura humorística de Association Football, inventada, según cuenta la leyenda, por C. Aubrey Smith. Ese gran actor y deportista nació en 1863, año en el que se fundó la Football Association inglesa, la primera del mundo. Jugaba de estudiante en la Universidad de Cambridge. «¿Vienes a jugar al rugger?», le preguntaron un día unos compañeros adictos al rugby. «No», contestó Smith, «voy a jugar al soccer».

Con el tiempo, entre los ciudadanos nacidos en EEUU el fútbol se ha convertido en un pasatiempo fundamentalmente de la burguesía educada, aunque lo practiquen también los inmigrantes de origen europeo o latinoamericano de todos los niveles sociales. La clase obrera indígena no apuesta por el fútbol. A gran diferencia de lo que ocurre en Europa, donde los futbolistas suelen reclutarse en barrios pobres, y la profesión se considera como una ruta de escape para la gente menos privilegiada, los mejores jugadores estadounidenses son universitarios.

[…]Las razones históricas de la predominancia de fútbol americano son difíciles de comprender. En los años 60 y 70 del siglo XIX, es probable que la mayoría de los aficionados practicara una versión del deporte que se jugaba con los pies. El primer encuentro entre selecciones universitarias, entre Princeton y Rutgers, se celebró bajo reglas parecidas a las de la Football Association de Inglaterra. Pero en Harvard, la Universidad más antigua, más rica, y más prestigiosa del país, la mayoría del cuerpo estudiantil favorecía una versión más parecida al rugby, por ser supuestamente más varonil y más cerebral. Sencillamente, los de Harvard rechazaron cualquier intento de formar una asociación nacional de fútbol, a menos que se adoptase su propia versión. Poco a poco, las demás universidades aceptaron el liderazgo de Harvard.
En 1875 se jugó el primer partido de fútbol americano, entre las selecciones de Harvard y Tufts, la otra universidad de la misma comarca de Massachusetts. Ganaron los de Tufts. Princeton cambió de versión para poder seguir jugando contra Harvard. Hacia 1900 empezó la serie anual de partidos de fútbol americano de la famosa Ivy League -el grupo de universidades autodefinidas como las de mayor prestigio social del noreste del país-. El fútbol americano había vencido al soccer en su lucha para conquistar el alma estadounidense.

Para difundir entre la clase obrera deportes de origen estudiantil hizo falta todo un cuerpo de misioneros -burgueses entusiasmados- que promovieron la creación de clubes en sus fábricas, empresas y parroquias y en las escuelas estatales donde algunos de ellos trabajaban, así como en las fuerzas armadas. De esta forma, el deporte que practicaba la burguesía acabó siendo la de la población entera. Hoy en día, la popularidad del soccer entre universitarios norteamericanos no tendrá el mismo efecto. La clase obrera ya no sigue ni los consejos ni los modelos de la burguesía, sino que se mantiene fiel a su propia tradición deportiva. Es más, en el siglo XXI la burguesía imita a la cultura del proletariado en sus gustos, sus vestidos, su música, su lenguaje, y, por supuesto, sus deportes. El predominio del fútbol americano es impermeable.

Influye también el patriotismo. El fútbol americano es, como suena, un deporte 100% nacional, que lleva estampado el americanismo. La obligación de rechazar el soccer como deporte internacional a favor del fútbol americano coincidió históricamente con una etapa de aislamiento en la política exterior de Estados Unidos, tras la Guerra de Secesión de los años 60 del siglo XIX, cuando los norteamericanos contemplaban a una Europa supuestamente en decadencia, cultivaban su propia superioridad demográfica y económica, e invertían toda emoción y bastante dinero en el cultivo de una cultura auténticamente nacional. EEUU era una nación de inmigrantes que necesitaba encontrar valores comunes. Los habitantes de los estados secesionistas, vencidos en la guerra civil, tenían que demostrar su lealtad.

El caso de la Universidad de Notre Dame, donde yo trabajo de catedrático, es sugestivo. Tenemos gran fama por nuestros logros tanto deportivos como académicos, pero el fútbol americano es nuestro deporte preferido. Cuando jugamos en casa, el estadio se llena de 80.000 espectadores y el pueblo se pone de fiesta. Nuestra selección ha ganado el campeonato nacional más veces que cualquier otro equipo universitario.

El motivo de nuestra dedicación al fútbol americano es claro. Notre Dame es una universidad católica, fundada en 1842, cuando los católicos eran una minoría oprimida, menospreciada y perseguida en un país mayoritariamente protestante, y siempre bajo sospecha por su devoción hacia un credo supuestamente ajeno. Los estudiantes en su gran mayoría eran hijos y nietos de inmigrantes irlandeses. Hasta el día de hoy, los equipos deportivos de la Universidad se llaman Fighting Irish -los irlandeses peleones-, aunque incluyan a personas de procedencia negra, china, latina y no sé qué más. Para mostrar su patriotismo y valentía, en el siglo XIX y a principios del XX, los estudiantes de Notre Dame tenían que practicar el fútbol americano y vencer a los equipos protestantes y anglosajones. La afición a los Fighting Irish por católicos y personas de ascendencia irlandesa en todo el país sigue siendo profunda.

Ahora, lo que garantiza el predominio del fútbol americano es la televisión. El deporte es sumamente táctico. Cada pocos minutos se suspende el juego para que los jugadores consulten con sus técnicos en lo que se llama time out, tiempos muertos. Para que el público no se aburra mientras tanto, las famosas cheerleaders entretienen a todos con sus bailes acrobáticos, acompañadas por bandas enormes y estupendas que tocan música alentadora. Los telespectadores, mientras tanto, ven anuncios, lo que resulta enormemente rentable a las cadenas.

El soccer, en cambio, no es tan favorable para el espíritu comercial estadounidense, porque no se pueden emitir tantos anuncios en un partido. El sistema empresarial favorece al fútbol americano y lo apoya con su ayuda financiera. Tal vez, si la selección nacional ganara algún Mundial, la situación cambiaría, y el patriotismo vendría a identificarse con el soccer. Pero en Sudáfrica tampoco ha podido ser. Y, mientras no suceda, la cultura deportiva de Estados Unidos se mantendrá aislada y peculiar.

Felipe Fernández-Armesto es historiador y ocupa desde 2005 la cátedra Príncipe de Asturias de la Tufts University en Boston (Massachusetts, EEUU).