Barbour: una chaqueta con leyenda

(Un texto de Pilar Grosso en el XLSemanal del 27 de enero de 2008)

Inglaterra, finales del siglo XIX. El país está sumido en plena revolución industrial, pero el trabajo manual sigue siendo la fuerza que alimenta su economía. En este orden de cosas, el campo, la minería y la pesca obligan a miles de personas a trabajar al aire libre y soportar a diario unas durísimas condiciones climatológicas. 

Corre el año 1870 cuando John Barbour, un joven granjero escocés, llega a South Shields, una ciudad del noroeste del país famosa por sus minas de carbón y sus astilleros, a probar suerte. Hombre despierto y emprendedor, enseguida se hace su hueco en el mundo textil. Primero, como vendedor ambulante y, a partir de 1894, corno propietario de una tienda que al poco tiempo se convierte en un éxito de ventas. En ella ofrece todo tipo de prendas, pero son sus chaquetas contra el frío las más demandadas. Ya, en 1917, con sus hijos Jack y Malcom como responsables del negocio, comienzan a enviarlas a los cinco continentes. Y llegan otros modelos especiales para el Ejército durante la Primera Guerra Mundial, para los marinos, para los civiles, para los motoristas... 

De esta manera se forja la leyenda de Barbour, que, en 1974, recibe la primera distinción real, del duque de Edimburgo, siguiendo con las de la reina de Inglaterra y la del príncipe de Gales. Honores de suministro real que la firma lleva muy a gala y que incluye, orgullosa, en sus etiquetas. 

En la actualidad, cuando alguien dice que tiene un Barbour, todo el mundo entiende perfectamente de lo que está hablando. En un logro con no muchos precedentes en el mundo de la moda, la marca se ha convertido en sinónimo de chaqueta encerada, ligera e impermeable.