El arte de la política
(O el arte de defender con la misma convicción una cosa y la contraria. Esto lo saqué de un artículo de Carlos Sánchez en el confidencial.com del 21 de marzo de 2011)
Lloyd George era un tipo singular. Estaba
      hecho para la política. Pero a diferencia de Wilson
      y Clemenceau, no odiaba a sus adversarios, con
      quienes discutía hasta la extenuación. Tampoco era un intelectual,
      pero sus reflejos dialécticos eran insuperables. 
La historiadora Margaret MacMillan cuenta que en cierta
      ocasión, durante la Conferencia de Paz de París -donde las tres
      potencias vencedoras de la Gran Guerra se repartieron el mundo-, 
      Keynes y un colega suyo se percataron de que el
      informe sobre el Adriático que le habían hecho llegar al primer
      ministro británico en su calidad de asesores, contenía graves equivocaciones. Ambos se apresuraron
      a redactar una nota manuscrita en la que se reflejaba un cambio de
      postura importante de la delegación británica. Pero cuando el
      papel llegó a manos de Lloyd George, éste estaba ya
      en posesión de la palabra defendiendo la postura de Gran Bretaña.
      La corrección -entregada personalmente por Keynes- había
        llegado tarde.
El primer ministro
      británico, sin embargo, no se encogió. Tomó la hoja y echó un somero vistazo. Sin hacer ninguna pausa, fue
      modificando gradualmente sus propios argumentos hasta que al fin
      terminó su discurso expresando justamente la postura contraria de
      aquella con la que había comenzado.
    
    
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