Expedición japonesa a occidente
(Leído en hoyesarte.com el 17 de junio de 2013, incluyendo algunos
datos de http://labarberia.eu/historia-apellido-japon-coria/)
Este año
2013 se cumple el cuarto centenario de la Embajada Keicho, uno de los
escasísimos contactos directos de los japoneses con Europa antes del siglo XIX.
Por este motivo, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha organizado en
el Archivo General de Indias de Sevilla la exposición 'De Japón a Roma,
buscando el sol de la Cristiandad: la Embajada de Hasekura (1613-1620)
La
expedición de Hasekura se inicia en 1613 en el llamado Periodo Keicho, etapa de
la unificación (octubre de 1596-julio de 1615), de ahí su nombre. Fue
patrocinada por el daimyo Date Masamune, señor del reino de Bojú y estaba
dirigida por el franciscano Luis Sotelo y el samurai Hasekura Tsunenaga,
quienes debían encaminarse a Madrid y a Roma con el fin de lograr del rey
Felipe III y del papa Paulo V un obispado para el franciscano y la apertura del
comercio independiente con Nueva España e incluso Sevilla para el reino del
daimyo.
Con estas ilusiones partieron y tras un largo,
difícil y penoso viaje llegaron a Acapulco, donde arribó el galeón.
Atravesaron por tierra México desde el Pacífico al Atlántico y embarcaron, en
Veracruz, en otro galeón español rumbo a Sevilla. Llegaron a Sanlúcar de
Barrameda en octubre de 1614. Desde Sanlúcar por el Guadalquivir viajaron
a Coria del Río, donde se instalaron durante un tiempo,
mientras preparaban las vestiduras para hacer su entrada y presentación en
Sevilla. De este pueblo, por aquel entonces aduana y antepuerto de Sevilla,
partieron en lujosa comitiva hacia la capital andaluza. Carruajes y caballos
hicieron su entrada en Sevilla por el puente de barcas de Triana, dirigiéndose
hacia el Alcázar, donde fueron aposentados y tratados como gentes nobles que
eran.
De Sevilla partieron hacia Madrid pasando por
Córdoba y Toledo. El cortejo despertó gran expectación. Era un magnífico
desfile de señores guerreros con majestuosas vestiduras y grandes catanas al
cinto. Tuvieron una larga estancia en la corte en espera de ser recibidos por
el rey. De Madrid continuaron por Zaragoza y Barcelona hasta Civitavecchia
(Italia). En Roma fueron recibidos por el Papa Paulo V.
Sin embargo,
el nuevo rumbo de la política del shogún Tokugawa Ieyasu, orientado hacia el
aislamiento internacional y la prohibición del cristianismo, supuso que, antes
del regreso a Japón, el éxito de la expedición fuera imposible. Aunque no logró
sus objetivos, esta larga peripecia diplomática, que duró siete años
(1613-1620) y dejó su huella en la población sevillana de Coria del Río,
significó uno de los escasísimos contactos directos de los japoneses con Europa
antes del siglo XIX.
Concluída la embajada regresaron a Sevilla, donde
quedaron instalados en el Monasterio de Loreto, en el aljarafe sevillano, a la
espera de embarcar con destino a Japón. De los más de 150 japoneses que
iniciaron la expedición sólo llegaron a España unos 20. Seis de ellos no
regresarían a su país. Se quedaron a vivir en Coria del río. Bautizados
y casados con mujeres corianas formaron sus familias. Tomaron de su
nación el apellido “Japón” que se conserva después de casi cuatrocientos años.
Actualmente hay en Coria del Río unas 700 personas con el apellido
Japón.
Mª Antonia
Colomar y Pilar Lázaro de la Escosura son las comisarias de esta muestra que,
en sus diferentes espacios, refleja las relaciones hispano-japonesas a
principios del siglo XVII, la apertura de la ruta comercial nipona a Nueva
España, el comienzo de la Embajada Keicho y su recorrido por diversas ciudades
españolas camino de Roma.
En las
visitas y embajadas que se intercambiaron ambos países durante ese periodo
histórico, España perseguía un objetivo de tipo misional, por el que competían
las distintas órdenes religiosas, y otro comercial, con el que intentaba neutralizar
la influencia portuguesa y holandesa. Por su parte, Japón pretendía la apertura
del comercio con Nueva España y Europa.
Una armadura
de samurai, que se utilizó hasta el siglo XIX, distintas armas blancas, como la
katana y el tanto, y un conjunto de cajas para transportar comida, denominado
Jubero, se exhiben en los expositores. También ocupan un espacio relevante
correspondencia de gran valor histórico, como la carta que envió Hasekura al
rey Felipe III y la del Universal Señor del Japón remitida al duque de Lerma, y
otros relevantes documentos legales.
Hasekura
volvió a Japón, en agosto de 1620, cuando comenzaba allí la persecución contra
los cristianos. Por su parte, el franciscano, a causa de la misma, no volvió
hasta 1622, y lo hizo en una nave china disfrazado de comerciante. Fue apresado
y más tarde quemado vivo en Omura, cerca de Nagasaki, el 25 de agosto de 1624.
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