Próspero de Bofarull: manipulando la historia
(Un texto de Julio
Martín Alarcón en el suplemento Crónica de El Mundo del 8 de septiembre de
2013)
Las primeras piedras del
nacionalismo […] se edificaron sobre una invención. La de Próspero de Bofarull i
Mascaró, barcelonés y director del Archivo de la Corona de Aragón, que decidió,
hacia 1847, tachar y reescribir el Llibre
del Repartiment del Regne de Valencia de la Edad Media con el objetivo de
engrandecer y magnificar el papel que tuvieron los catalanes en la conquista
del reino de Valencia de 1238. Próspero suprimió del histórico volumen
apellidos aragoneses, navarros y castellanos para darle más importancia
numérica a los catalanes.
La burda manipulación,
obra para más inri del hombre
encargado de garantizar la integridad del archivo, era sólo el comienzo de una cadena
de falsificaciones que pronto alimentaria la semilla del nacionalismo y
construiría un relato distorsionado de la Historia de Cataluña, ficción que han
llegado hasta nuestros días.
A las adulteraciones de
Próspero de Bofarull se uniría la conveniente desaparición del testamento de
Jaime I -legajo 758, según la antigua numeración- que establecía los límites de
los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca y del Condado de Barcelona. Y qué
decir del Llibre deis Feyts [Hechos]
d'Armes de Catalunya, falsamente considerado una joya de la literatura
catalana medieval. Su autor, Joan Gaspar Roig i Jalpí (1624-1691), ejecutó un engaño
extraordinario al asegurar que la obra, en realidad escrita por él en el siglo XVII,
era una copia de un incunable de 1420 firmado por Bernard Boadas. El apócrifo
ha sido usado como fuente para narrar la historia de la patria catalana durante
siglos, hasta que en 1948 el medievalista y lingüista Miquel Coll y Alentorn descubrió
el timo.
Estas y otras
manipulaciones ponen en evidencia cómo el independentismo catalán ha torcido la
Historia a su antojo, a la vez que acusa a «España» de ser la que maneja el pasado
según su conveniencia. No son pocos los historiadores que han criticado lo
previsiblemente sesgado que se aventura, por el título, el simposio España contra Cataluña, una mirada histórica
(1714-2014), un ciclo de conferencias con motivo del 300 aniversario de la
caída de Barcelona […], con motivo de la Diada.
Es de esperar que sus
ponentes pasen de largo sobre los retoques
que el admirado archivero Próspero de Bofarull -un enorme retrato suyo decora
la sede del Archivo de la Corona de Aragón, en Barcelona- hizo en las páginas
del Llibre del Repartiment. Fue el filólogo
e historiador Antonio Ubieto quien denunció en los años 80 que Próspero de
Bofarull había modificado el Llibre en
el que se registraban las donaciones de casas o terrenos hechas por Jaime I a
los que participaron en la conquista de Valencia descartando asientos que se referían
a repobladores aragoneses, navarros y castellanos. El descubrimiento, que ha
pasado prácticamente desapercibido pese a su trascendencia y que Crónica
recupera del olvido, le supuso a Antonio Ubieto el enfrentamiento con compañeros
catalanistas y ser objeto de amenazas que incluyeron pintadas con el nombre de
sus hijos en los colegios donde estudiaban.
No en vano venía a
derribar parte del mito catalán y a cuestionar la labor de quien es recordado
como el erudito que reorganizó y puso en valor el archivo tras años de
abandono. Próspero de Bofarull inició una saga familiar de renombrado prestigio
en Cataluña. Su hijo Manuel Bofarull i de Sartorio (1816- 1892), notable
historiador, heredaría su cargo de archivero entre 1850 y 1892. Otro ilustre
Bofarull es su sobrino Antonio Bofarull i Broca (1821-1892) , historiador,
poeta, dramaturgo y autor de Confederación
catalano-aragonesa (1872), obra que también apuntalaría la senda
nacionalista al conferirle al Condado de Cataluña el mismo estatuto que al
reino de Aragón. Así, a la manipulación documental de Próspero, explica a
Crónica José Luis Corral Lafuente, profesor y miembro del departamento de
Historia Medieval de la Universidad de Zaragoza, se añadió la «tergiversación de
conceptos». Porque este calificativo de «confederación» que lanzaba Antonio
Bofarull derivaría pronto en otros de mayor calado. Como el de «Corona
Catalano-Aragonesa», término que se justificó por la unión, en 1150, del conde
de Barcelona, Ramón Berenguer IV, con Petronila, la heredera del rey de Aragón
Ramiro II el Monje. Se trataba de una unión matrimonial y dinástica, pero nunca
política como asevera José Luis Corral Lafuente, autor de Historia contada de Aragón (2010): «El Condado de Barcelona era un
estado soberano en el siglo X, con usos y leyes propias, pero nunca un reino».
Pese a ello, la ilusión del reino catalán aún sigue vigente en la web de la
Generalitat, que sobre el matrimonio de Berenguer IV y Petronila dice: «La
unión, aplaudida por los nobles aragoneses, permitió que cada uno de los dos
reinos conservara su personalidad política, sus leyes y costumbres... ». Del
archivero del siglo XIX al nacionalismo del XXI: la extensión de una mentira
histórica.
Los registros
manipulados por Próspero de Bofarull (1777-1859) en el Llibre del Repartiment, no sólo tenían por objeto maquillar que los
catalanes fueron minoría en la conquista y repoblación del reino de Valencia por
detrás de aragoneses y navarros. Pretendían además cimentar la preeminencia de
la lengua catalana sobre el valenciano, dando fuelle a que ésta habría surgido
como influencia del catalán, tal y como explica a Crónica la filóloga María Teresa
Puerto, alumna de Ubieto y autora de Cronología
histórico de la Lengua valenciana (2007).
El siguiente paso del
archivero Bofarull fue reproducir los documentos ya sin tachaduras, con sus
falsas anotaciones en lugar de las originales, en la obra Colección de Documentos Inéditos de la Corona de Aragón, más
conocida como CODOlN, editada entre 1847 y 1852, y un manual que han usado como
referencia muchos historiadores.
Todas estas
manipulaciones del siglo XIX hay que enmarcarlas en el contexto del momento.
Surgieron al calor de la Renaixença,
movimiento de la recuperación de la lengua catalana, del que la familia
Bofarull, sobre todo Antonio Bofarull i Broca, fue protagonista indiscutible.
Los Renaxentistas, buscando una
grandeza y una identidad nacional, impulsaron leyendas y mitos de la Edad Media
como germen del catalanismo. Un ejercicio de «historia presentista», como lo
cataloga José Luis Corral Lafuente, consistente en proyectar los deseos del
presente en el pasado. Entre las piezas de antaño que se recuperaron está el
antes citado Llibre deis Feyts d'armes de
Catalunya, una obra que narra la historia de Cataluña desde los tiempos más
primitivos hasta el reinado de Alfonso V el Magnánimo (1396- 1458) y que se
habla datado en 1420. Así se creyó hasta que en 1949 los medievalistas Miquel
ColI i Alentorn y Martí de Riquer desvelaron en Examen Lingüístico del Llibre deis Feyts d'armes de Catalunya
que el verdadero autor era Joan Gaspar Roig i Jalpí (1624-1691) y que estaba escrito
en el siglo XVII. El falsificador había tratado de emular el lenguaje del siglo
XV pero no lo había logrado del todo.
Es una verdadera pena
que la desaparición del primer testamento de Jaime I, de 1241. Su importancia reside
en que era el único -hubo tres más en 1243, 1248 Y 1262- en el que se
establecían los límites de cada reino resultante de las conquistas del rey aragonés:
los reinos de Aragón, Valencia y Mallorca y el condado de Barcelona. Se tiene constancia
de parte de su contenido porque el historiador Jerónimo Zurita cita su
contenido en Anales de la Corona de Aragón (1562 -1580). No está claro cuándo
pudo perderse, o sustraerse, pero sí que en él no constaba ninguna intención
por parte de Jaime I de otorgar a Cataluña otra consideración que no fuera la de
condado feudal. Tras el último testamento (1262), el condado de Barcelona
siguió unido al reino de Aragón en la figura de Pedro II, hijo de Jaime I, y
rey de Aragón y conde de Barcelona.
En paralelo a las manipulaciones
se fueron construyendo otros mitos nacionales, corno el de la propia señera, bandera
ahora de la comunidad autónoma de Cataluña. La cuatribarrada, propia del reino
de Aragón, en tiempos de Jaime I no era ni siquiera una bandera, pues este es un
concepto moderno, sino el emblema medieval de la casa de la Corona de Aragón,
otorgado por el Papa a sus vasallos: cuatro barras doradas sobre fondo rojo.
El origen de su
vinculación con el Condado de Cataluña se atribuyó a la leyenda de Wilfredo el
velloso (840- 897), fundador de la Casa Condal de Barcelona. Este caballero
catalán habría sido herido tras socorrer a un emperador Franco en la batalla.
Entonces el emperador mojó sus manos en la sangre de Wilfredo y trazó sobre su
escudo dorado las cuatro franjas. El medievalista catalán Martí de Riquer
refutó la leyenda atribuyéndola a la «manía de buscar orígenes místicos en la
heráldica» y, en concreto a una crónica de 1555 del valenciano Pere Antón
Beuter, que a su vez se habría inspirado en otro relato del castellano Hemán
Mexia.
Más relevante es el
sitio de Barcelona en 1714 por parte de las tropas de Felipe V durante la
Guerra de Sucesión (1701-1715) […] Ricardo García Cárcel, Premio Nacional de
Historia en 2012, […] cuestiona que el pueblo catalán se alzara en armas contra
los castellanos. Lo define como una lucha entre los partidarios del barbón
Felipe V y los del archiduque Carlos, de los Austria.
Rafael Casanova
(1660-1743), un jurista que se erigió como defensor heroico durante ese sitio,
fue exaltado también en la Renaixença
del siglo XIX, cuando en 1863 se le dedicó una calle y después una estatua en Barcelona,
en 1888, durante la Exposición Universal. Casanova, que aparece como figura
central en el cuadro de Antoni Estruch i Bros, 11 de septiembre, enarbolando no la señera sino la bandera de Santa
Eulalia que identifica la ciudad Condal, defendió la causa del archiduque Carlos,
y sobrevivió a la batalla para seguir ejerciendo como hombre de leyes hasta su
muerte, en 1743.
Para historiadores como
José Luis Corral Lafuente, la cascada de manipulaciones sólo han servido para
restar credibilidad al rico legado de un condado que fue soberano e influyente sin
necesidad de estas falsificaciones y leyendas más acordes con los anhelos de
independencia del sector catalanista […].
El disparate continuo
El disparate arranca no
sólo de los tiempos del archivero Mascaró, allá por el 1847. Hoy, 166 años
después de aquello, otro catalán, Jordi Bilbeny, filólogo e investigador, toma
el relevo y se presta a reescribir la Historia. El autor de «El dit d'en Colom: Catalunya, l'imperi i la
primera colonització americana, 1492-1520 [El dedo de Colón: Cataluña, el
Imperio y la primera colonización americana]», su último libro, sostiene que el
descubridor nació en Cataluña y que partió desde el puerto de Pals, Gerona, en
busca de nuevos mundos. Suya es también la teoría de que Santa Teresa fue abadesa
del monasterio de Pedralbes y que Cervantes escribió «El Quijote» en catalán.
¿Dónde está el texto? Nadie lo sabe. Bilbeny, que se autodenomina historiador,
ha admitido a EL MUNDO haber recibido subvención o ayuda para sus conferencias
de ayuntamientos y diputaciones de CiU.
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