Las nuevas 'reinas' del cotilleo en Hollywood
(Un artículo de Emmanuelle
Richard en el XLSemanal del 10 de enero de 2010)
Los escándalos en la
meca del cine ocupan las portadas desde que existen los estudios, pero las
reinas del cotilleo de los 50 han dejado paso a una generación de reporteros cada
vez más agresivos, que han encontrado en internet un soporte y un arma. ¿Quiénes
son los nuevos reyes del chisme que aterrorizan el planeta de los famosos?
Marilyn Monroe, probando
una nueva droga llamada LSD en Venice Beach; Lana Turner, sorprendida por Ava
Gardner en la cama con su marido, Frank Sinatra; Cary Grant, en el Polo Lounge de
Beverly Hills sosteniendo la mano de su compañero de piso, el guapo vaquero de
los wésterns Randolph Scott. ¿No me diga que no se ha enterado?
Si no lo sabía, es
porque los fantasmas de Louella Parsons y Hedda Hopper siguen rondando por las
colinas de Hollywood. En los años 40 y 50, las dos pioneras del cotilleo
mantuvieron un acuerdo tácito con los grandes estudios: entréguennos chismes de
aspirantes y actores de serie B y dejaremos en paz a las superestrellas. La
homosexualidad de Rock Hudson o la adicción de Judy Garland a las anfetaminas
no saltaron jamás a las crónicas de la poderosa Louella, alias Ojos de Buitre, leída por veinte
millones de lectores diarios. Su feroz rival de sombreros extravagantes, Hedda,
ex actriz anticomunista, torpedeaba a Cary Grant por haberse ido de vacaciones
a la Unión Soviética, pero se guardaba muy bien de revelar su bisexualidad.
Medio siglo después, los secretos de la edad de oro de Hollywood siguen emergiendo
mientras los famosos de hoy ya no tienen dónde esconderse y la prensa del
corazón expone su vida y milagros a un público que exige información sin
adornos: «Britney pierde la cabeza y se la afeita en una peluquería», grita el
bloguero Pérez Hilton, apoyado por el vídeo de un paparazi. «Lindsay nos envía un
correo después de su detención y jura que las drogas incautadas en su coche no
son suyas», anuncia la cadena de televisión Access Hollywood.
Al contrario de lo que
se piensa, las estrellas de hoy no desaparecen después de sus quince minutos de
fama. «Una persona como Lindsay Lohan seguirá siendo famosa toda su vida: es la
naturaleza de nuestra sociedad y de unos medios que han integrado el cotilleo
en la información», comenta Pérez Hilton, cuya página web atrae a más de un
millón de visitantes diarios. La tradición de las grandes damas americanas del
chisme (Liz Smith, Cindy Adams, Jeannette Walls...), que recogen los rumores de
las exclusivas en las veladas mundanas de Manhattan, está en vías de extinción.
Las reinas del cotilleo distinguido se han dejado suplantar por una generación de
gays irreverentes en Internet, desde Ted Casablanca hasta Pérez Hilton, y por
grandes operaciones colectivas, como Gawker o TMZ, actualizadas por decenas de
jóvenes reporteros las 24 horas del día. La nueva generación prescinde de los
intermediarios habituales. Cuando una estrella mantiene un hilo directo en
Twitter, ¿para qué desperdiciar horas intentando contactar con un publicista o
portavoz? En 1998, el ciberperiodista Matt Drudge, que reveló la relación entre
Mónica Lewinsky y Bill Clinton, marcó un momento crucial al pedir a los
internautas que le enviaran chivatazos. Y lo hicieron. Sorprendentemente,
numerosas fuentes pasan información de manera confidencial a los medios sin
solicitar compensación financiera, explica la abogada de estrellas Blair Berk,
de Beverly Hills. «Saborean una sensación de poder.»
En los años 50, todo Hollywood
sabía que el primer marido de Louella Parsons era el médico que curaba las enfermedades
venéreas de los actores y realizaba abortos a las actrices. Eran informaciones que
ella no difundía jamás, pero las utilizaba como medio de presión en su juego de
influencia con los dueños de los estudios. Hoy, todo el mundo estaría al
corriente gracias a los blogs con
información privilegiada, como el de Crazy
days and nights, supuestamente
escrito por un abogado de Hollywood exasperado por los excesos de sus clientes.
Páginas como Radar,
Gawker o TMZ admiten pagar a cambio de ciertas informaciones. A semejanza de Louella
y Hedda, que hicieron época a base de propinas a camareros locuaces, Harvey
Levin, de TMZ, confiesa haber peinado Los Ángeles con cientos de fuentes en
restaurantes, hospitales (así se enteraron de la muerte de Michael Jackson) y
comisarías (la detención de Mel Gibson, ebrio, en la carretera de Malibú en 2006).
El sheriff de Los Ángeles se declaró
en guerra contra TMZ hace dos años y hace todo lo posible por identificar a sus
fuentes dentro de la Policía... sin mucho éxito.
Como antaño, los reyes
del cotilleo están abiertos a cualquier negociación. Si un publicista les
suplica que no difundan un escándalo, tendrá que proporcionar, a cambio, «al
menos dos buenos soplos» para convencer a Richard Johnson, editor de Page Six.
La famosa doble página del New York Post
se fija como límite los cotilleos sobre niños y sobre enfermedades, aunque ya
ha publicado el cáncer de un consejero delegado de una gran empresa, sobre la
base de que los accionistas tenían derecho a saberlo. Y es que «business is business». The New Yorker, recientemente, bullía de
excitación: gracias a la Red, decía la revista, Hollywood vuelve a convertirse
en el teatro de una competencia periodística desenfrenada, nunca vista desde el
duelo entre Louella Parsons y Hedda Hopper. Y la exitosa bloguera Nikki Finke
confirma el poder de los nuevos cotillas: «A los famosos les encantaría pasarme
por alto, pero no pueden. Se consuelan diciendo que hoy les han dado una colleja
a ellos, pero mañana le tocará a otro».
Algunas direcciones:
Page Six, de Richard
Johnson
Inaugurada en 1977 por
el dueño de The New York Post, Rupert Murdoch, es la cita obligada a la hora
del café matinal. Todo NY quiere aparecer en ella por lo menos una vez en la
vida. Incluso en un momento de competencia desenfrenada en Internet, esta doble
página diaria tiene el poder de lanzar un éxito de ventas, llenar un
restaurante y deshacer matrimonios. La clave: su seductor editor, Richard
Johnson, de 55 años, quien domina el arte de mezclar en su justa dosis de espectáculo,
política, crimen, deporte, negocios y hasta religión. Su mejor exclusiva: la
relación de Woody Allen y Soon-Yi (1992).
TMZ, de Harvey Levin
Creada en 2005 por el
gigante de las telecomunicaciones AOL, la web TMZ alude a “Thirty miles zone”,
el perímetro de los estudios de Hollywood, y tiene más de diez millones de
visitantes al mes. Aunque alimentada por una armada de jóvenes que siguen a las
estrellas con cámara digital, TMZ lleva la marca de su editor, Harvey Levin.
Ex-abogado de 58 años, asume el periodismo a base de propina, pero también de
investigación. Son muy buenos examinando documentos públicos densos, sobre todo
jurídicos. Su mejor exclusiva: la muerte de Michael Jackson (junio de 2009)
Gawker, de Nick Denton,
«No buscamos hacer el
bien». Así de claro es Nick Denton, un ex periodista del Financial Times que se ha convertido en poco tiempo en uno de los
reporteros más poderosos de Nueva York. Su blog colectivo y agresivo, www.gawker.com, creado en 2002, es la
bestia negra de los famosos y de los medios tradicionales. Lo acusan de
'vampirizar' los artículos de page Six y otros periódicos, pero es el sitio
favorito de la élite de Manhattan y tiene la audacia de difundir documentos que
nadie más publica, como los vídeos internos de la iglesia de la cienciología
pitorreándose de sus abogados. Su mejor exclusiva: los vídeos de Tom Cruise en
la cienciología (2008).
Liz Smith
Es la decana del chisme
en EEUU, pero merece continuar en el candelero porque, pese a estar jubilada,
sigue presente en la red. En 60 años de carrera, esta texana de 86 años raras
veces ha publicado exclusivas duras u ofensivas, pero ello no le ha restado fans.
Sus crónicas, que empezaron en 1977 en el New York Daily News, eran lectura
obligada en la época disco. Centrada siempre en la jet set se niega a hablar de
estrellas 'horteras' o fruto de los realities, aunque curiosamente uno de sus
mejores amigos es Donald Trump. Sigue escribiendo sus crónicas en www.wowowow.com.
Su mejor exclusiva: el divorcio de Donald e Ivana Trump (1992).
Perez Hilton
A los 31 años es uno de
los pocos cronistas de sociedad reconocido por la calle, de Roma a Tokio,
gracias a un culto descarado a su personalidad, que él fomenta. Desde sus
inicios en Internet en 2004, Pérez Hilton, nacido Mario Lavandeira, seha
especializado en los famosos gays y las extravagancias de las 'chicas malas'.
Atrae a siete millones de visitantes al mes. Su imperio le reporta millones de
dólares y de juicios. A Hilton se le critica su favoritismo hacia determinados personajes
y sus errores jamás seguidos de disculpas. De origen cubano, ha anunciado más
de una vez la muerte de Fidel castro. Su mejor exclusiva: la sobredosis de Anna
Nicole Smith (2007).
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