Medicamentos falsificados: medicinas que matan
(Un artículo de Carlos Manuel Sánchez en el XLSemanal del 20
de abril de 2014)
La venta de medicamentos falsificados es 25 veces más
rentable que el tráfico de drogas. Ni la cocaína ofrece tantos beneficios:
57.000 millones de euros al año.
Un comprimido azul
de gozosas propiedades hidráulicas marcó el camino: Viagra. Es uno de los
medicamentos más rentables de la historia y también el más falsificado. Tan
legendario que la cia lo usó como 'moneda' para pagar a sus soplones en la
guerra de Afganistán. Y las ofertas fraudulentas que lo emplean
como cebo llegaron a copar el 25 por ciento del tráfico mundial de spam. El laboratorio Pfizer, su
fabricante, vende cada pastilla auténtica por unos 15 euros, un alto precio que
hace muy tentadora la opción de recurrir a Internet y buscarse proveedores
alternativos, aunque sean dudosos. Viagra compite con otras marcas y con
genéricos más baratos desde que la patente expiró el año pasado, pero sigue
siendo un filón, tanto para su compañía farmacéutica como para los
falsificadores.
El coste de producción de una pastilla ilegal de Viagra en
China o la India es de 3 céntimos; y por Internet se está vendiendo desde 2
euros, con un margen de beneficio superior al 6000 por ciento que, en
ocasiones, puede dispararse por encima del 20.000 por ciento. Ni la cocaína es
tan lucrativa. Son datos del Instituto de Seguridad Farmacéutica; datos que hay
que poner en cuarentena, como casi todo en este turbio comercio, pues proceden
de un lobby que agrupa a 24 grandes laboratorios. Pero Viagra solo es la punta del iceberg. La venta de medicamentos
falsificados es el nuevo gran negocio del siglo: 25 veces más rentable que el
tráfico de droga, según el Consejo de Europa. Además, el riesgo para los
delincuentes no es muy grande si se compara con las penas a las que se
enfrentan los narcotraficantes. Esto ha provocado que la criminalidad a pequeña
escala haya dado paso a mafias farmacéuticas globalizadas. Se estima que este
mercado ilegal genera beneficios a nivel mundial de 57.000 millones de euros.
Interpol coordina cada año una gran redada cibernética y en
aduanas. La llama operación Pangea y en su sexta edición, el verano pasado,
participaron cien países. Se detuvo a 58 personas, se decomisaron casi diez
millones de medicamentos potencialmente peligrosos y se clausuraron 9000 sitios
web vinculados a farmacias ilegales on-line. En España se saldó con tres detenciones y 250.000 fármacos intervenidos:
la mitad procedían de China y el 25 por ciento, de la India. Lo más llamativo
es que las pastillas intervenidas no solo eran potenciadores sexuales para tratar
la disfunción eréctil, suplementos alimentarios de dietas milagrosas y
anabolizantes utilizados en gimnasios, que son los tres productos
tradicionalmente más demandados.
Cada vez hay más antibióticos (pues los médicos son ahora
menos proclives a la hora de recetarlos), antidepresivos, analgésicos,
pastillas abortivas e incluso anticancerígenos. En esta botica mundial hay de todo: compuestos contra la malaria, para
bajar la tensión, para las enfermedades coronarias, antigripales y cócteles
contra el sida. La Organización Mundial de la Salud calcula que hasta el diez
por ciento de los medicamentos de todo el mundo son falsificaciones.
Esto no quiere decir que no contengan el principio activo correspondiente,
aunque cualquiera sabe en qué proporciones o cuáles fueron las condiciones
higiénicas en su elaboración.
En el caso de Viagra, el porcentaje llegaría al 77 por
ciento según un estudio científico que, de nuevo, hay que coger con pinzas,
pues se realizó en cooperación con el departamento de seguridad global de
Pfizer. Roger Bate, un experto citado
por la revista Forbes y autor de un libro de investigación sobre la materia,
realizó sus propios análisis de espectrometría y concluyó que solo el 7 por
ciento de las muestras de Viagra compradas por Internet eran fraudulentas, pues
no contenían la molécula de sildenafilo. ¿A quién creer? pasa como con
las manifestaciones, que las cifras de asistentes suelen ser muy discrepantes
dependiendo de quién haga las cuentas. Pero el problema es real. Y puede llegar
a ser mortal.
En 2008 murieron 149 personas en los Estados Unidos a causa
de un anticoagulante contaminado procedente de China. Un jarabe adulterado mató a 84 niños nigerianos en 2009. Y en 2012 se
produjo un brote de meningitis por un esteroide de origen desconocido con 64
fallecidos y 700 afectados, de nuevo en los Estados Unidos, donde el problema
es más acuciante que en la Unión Europea, porque a millones de estadounidenses
sin seguro les resulta prohibitivo comprar fármacos a los precios que marcan los
laboratorios. Pero la guerra de cifras esconde, además, una
guerra de intereses formidable. No solo entre las farmacéuticas y los
estafadores, también entre el Primer Mundo y laboratorios legales de países
emergentes que fabrican genéricos. Y tiene dos epicentros: la India y China.
La india es la farmacia del mundo desde que en los años
setenta abolió las patentes. Es la gran exportadora de genéricos a los países
pobres. Y cada vez más a los ricos, pues ya es el segundo proveedor
estadounidense y su industria exporta por valor de 11.000 millones de euros
anuales. Le declaró la guerra a los
grandes laboratorios, que la han llevado repetidamente a los tribunales. El
último litigio fue con Novartis por un anticancerígeno. Después de siete años,
la justicia dio la razón a los fabricantes indios de genéricos, pues no era un
medicamento innovador, sino una versión de otro cuya patente estaba a punto de
expirar, controvertida táctica de las farmacéuticas. El problema es que
algunos laboratorios indios son de primera y complen con las normativas
internacionales... y otros dejan mucho que desear. La Organización Mundial de
la Salud estima que uno de cada cinco fármacos fabricados allí es falso.
El director general de la Asociación Española de
Medicamentos Genéricos, Ángel Luis Rodríguez de la Cuerda, que representa los
intereses de los laboratorios de genéricos españoles, denuncia que padecen
campañas de desprestigio. Los genéricos
ya copan el 36 por ciento del mercado en España, con crecimientos de dos
dígitos en los últimos años por la finalización de patentes de productos de
gran venta y por el copago. «De cada diez genéricos que se consumen en España,
siete se fabrican aquí. Del resto, no llega ni a la mitad los que vienen de
Asia ha declarado al diario digital Vozpópuli. Además, estos proveedores son
fuentes a las que acudimos no solo los genéricos, sino también las marcas».
En España, el comercio de fármacos ilegales no es elevado.
Es prácticamente imposible que lleguen a las farmacias, aunque la venta por
Internet es una puerta abierta a todo tipo de medicamentos no regulados, como
en cualquier lugar del mundo. Aún
resulta muy difícil perseguir este comercio ilegal on-line por parte de las
autoridades, pese a las nuevas regulaciones aprobadas el año pasado. En el caso
de nuestro país, a la demanda habitual de potenciadores sexuales, adelgazantes
y sustancias dopantes hay que añadir en los últimos tiempos antibióticos,
analgésicos y antigripales.
Pero el drama más sangrante está en África. La Organización
Mundial de la Salud cree que en algunos países africanos, como Nigeria, más de
la mitad de los medicamentos son falsos. No importa tanto que los estafadores
mezclen a veces ingredientes nocivos, como talco, raticidas o ácido bórico. El peor delito es que no lleven el principio
activo o lo lleven en una cantidad insuficiente. Según la Deutsche Welle, unas
700.000 personas mueren cada año en África por tomar fármacos falsos contra la
malaria y la tuberculosis. No es que los mate el medicamento: los matan la
malaria y la tuberculosis.
Así funciona el mercado ilegal de fármacos
¿Quiénes son los
fabricantes?
«Algunos falsificadores trabajan para empresas farmacéuticas
legítimas, en China o la India. Se quedan después del trabajo para sustituir
principios activos legales por otros que no cumplen las normas, y luego venden
los fármacos a las redes criminales explica Roger Bate, economista americano
que ha investigado el mercado negro de medicamentos. Otras bandas están
asentadas en los barrios pobres; allí tienen hormigoneras en las que introducen
los ingredientes y los mezclan para fabricar medicinas que luego venden en la
calle».
¿Cómo burlan la
autoridad?
Se comercializa tiza como si fuera Aspirina o lactosa como
Viagra, y se imita el envase del producto para poder venderlo en tiendas o
exportarlo a otros países. «Los más sofisticados añaden pequeñas cantidades de
los principios genuinos para que pasen unas pruebas químicas sencillas y
engañen a las autoridades», asegura el experto Bate. El siguiente paso es
sortear los controles portuarios, pero ahí también hay coladeros. La zona
franca del puerto de Dubái (en la imagen) es la más usada para distribuir los
falsos medicamentos indios y chinos.
¿Qué falsifican?
Viagra y Aspirina son dos de los medicamentos más rentables
y, por tanto, los más copiados. Hicieron de oro a Pfizer y Bayer antes de que
sus principios activos quedasen liberados de propiedad intelectual. Los
fármacos contra la impotencia sexual, los antidepresivos, dietéticos y
anabolizantes son los más falsificados con destino a los países ricos. Los de
primera necesidad (vacunas, anticancerígenos y antidiarreicos) van a los
pobres. Lo que para unos es cuestión de bienestar psicológico, para otros es un
asunto de vida o muerte.
¿Qué pasa en
nuestro país?
El modelo de oficina de farmacia que funciona en nuestro
país hace casi imposible que productos falsos entren en las boticas. Pero los
laboratorios alertan de que la venta indiscriminada de supuestos fármacos a
través de Internet puede ser un coladero. Desde el pasado noviembre, el
comercio electrónico de medicamentos en España está regulado. Solo se pueden
adquirir aquellos que no necesitan receta, y los sitios web deben estar
vinculados a oficinas de farmacia autorizadas y lucir el logotipo europeo que
certifica su legalidad.
Para saber más: www.aei.org/scholar/roger-bate/ Página
web de Roger Bate en el Instituto Americano de Empresa con todos sus estudios.
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