Mensaje de una ejecutiva muy cabreada
(Es curioso encontrar este texto en la columna de Carlos
Salas en el suplemento económico de El Mundo del 14 de diciembre de 2008… Y si,
es cierto, también es curioso que guarde estos recortes tanto tiempo)
Hola, me llamo Sofía, y me
gustaría decir a los hombres algunas cosas sobre el papel de las mujeres en la
oficina. He leído muchos libros de autoayuda. Me he aprendido de memoria que
los hombres sois de Marte y las mujeres de Venus. Me he empapado hasta de consejos
de mujeres, y al final ¿sabéis qué os digo? Que estoy harta porque queréis que
nosotras nos adaptemos a vuestro mundo para sobrevivir en la oficina. Pues bien,
ahora yo quiero saber si sois capaces de adaptaros a nuestro mundo.
En primer lugar, cuando
los niños se ponen enfermos ¿a quién llaman? ¿A papi? No, porque siempre está ocupado.
Y si os ponéis al teléfono es para decir que se tomen una aspirina. Pues no.
Para nosotras la vida de nuestros hijos es más importante que nuestra carrera y
por eso dejamos el trabajo, cogemos un taxi, vamos al cole y les llevamos al
médico. Porque si no lo hacemos, luego no os quejéis de que os salen drogatas e irresponsables. Nosotras no
les abandonamos.
Ah, se me olvidaba. La
aspirina no cura ciertas cosas. Nosotras tenemos un instinto oculto que nos
permite detectar que la hinchazón en la mano de la niña por jugar al baloncesto
no era «un golpecito de nada» como creíais vosotros. Era una fractura.
Si se ha acabado el café
y no había pan de molde para el desayuno, ¿por qué no lo compráis de vuelta a
casa? ¿Por qué tenemos que ser nosotras? ¿Os importaría hacernos algún día la
cena? También venimos cansadas del trabajo, y soportamos tanta presión como vosotros.
Nos dicen que tenemos que ser asertivas, ir al grano, y no dar rodeos a las
cosas cuando se debate una decisión importante. Pues escuchad esto: gran parte
de las equivocaciones en las empresas proceden de esos machos alfa que creen tener la llave de todos los
problemas. Nosotras necesitamos estar seguras de que la decisión es la correcta
y nos tomamos nuestro tiempo. ¿Pruebas? La reciente crisis financiera se debió
a unos personajes de Wall Street que se fumigaron el dinero de millones de
ahorradores con sus decisiones temerarias. ¿Alguna mujer entre ellos? Temo que no.
¿Cotillas nosotras?
¿Porque entramos en el aseo juntas y nos ponemos a hablar? No señor. Tenemos
más capacidad para las relaciones humanas gracias a que fuimos recolectoras en
la tribu. La prueba es que nos ponen en los departamentos de comunicación, marketing
y comercial porque sabemos llegar al corazón de la gente. Para nosotras, un
cliente no es alguien al que le vamos a sacar el dinero. Es una persona que tiene
problemas humanos que somos capaces de compartir.
Vuestras conversaciones son
aburridas. Giran en tomo al dinero, al poder, a los objetivos... o al fútbol. Las
nuestras giran en torno a las personas, a los lazos de amistad y al cariño. Y si
os cabe alguna duda sobre qué es lo más importante, los libros de management enseñan ahora que la
inteligencia emocional es más importante que otras habilidades. Se valora a los
jefes que desarrollan su lado femenino. Son los mejores. Los más queridos. Por
eso ganó Barack Obama. ¿Es que no os habíais enterado?
Os gusta el poder. Os
vuelve locos tener una tarjeta que diga «jefe». Queréis mandar a toda costa, y
cuando os ofrecen un cargo no meditáis un segundo si estáis preparados para ello.
En cambio nosotras creemos que es una gran responsabilidad. Lo pensamos. Queremos
estar seguras. Y cuando tomamos la decisión de aceptarlo, es porque realmente
valemos para ese cargo. No como vosotros.
Tenéis la suerte de que
la naturaleza no os castiga tanto como a nosotras. Cuando tenemos la
menstruación, nos salen granitos en la cara y, ya por la mañana, nos miramos al
espejo y nos sentimos horrorosas. Y encima llegamos al trabajo y nos encontramos
a un patán que dice: «Sofía, tienes mala cara». Y así todos los meses. ¿Qué
pasa? ¿Os gustaría que os dijéramos todos los días «vaya barriga que tienes,
Manolo»? El periodo nos produce dolores de cabeza, malestar y hasta náuseas.
Pero vosotros ni lo notáis en la oficina porque hacemos el esfuerzo de sonreír
para estar siempre espléndidas. Sólo lo notamos nosotras, nuestro club.
Y una vez que somos
madres, el cuerpo no nos queda como antes. Se ensancha la cadera, nos salen
estrías por todas partes. Y encima hay empresarios que no quieren controlarnos
cuando estamos embarazadas, o dicen: «vaya lata». ¿Ah sí? Pues os lo vaya decir
en vuestro lenguaje: ¡nosotras fabricamos clientes! Y nos dejamos la vida en
ello. Creedme.
¿Que nos gastamos mucho
dinero en peluquería y maquillaje? Bueno, mejor no hablar de vuestra coquetería
oculta. ¿Creéis que no nos damos cuenta de la crema L'Oreal antiarrugas que
escondéis en vuestro neceser? ¿Y ese botecito de minoxidil para defender los últimos pelos de vuestra cabezota?
Antes os echabais un after shave que
parecía vodka de 90 grados. ¡Qué machotes! Y ahora, usáis geles de aloe para haceros
la ilusión de que mantenéis la piel como culito de niño. Resulta que los machos
alfa son metrosexuales. Unas nenitas. Y no me tiréis de la lengua porque seguiría
con vuestras camisas con iniciales. ¿Habéis visto alguna mujer que lleve una
blusa con sus iniciales?
Decís que vais al
gimnasio para evitar los dolores de espalda. No señor. Es por la barrigota que os sale después de
casados. Os gustaría estar como los chicos que salen en la portada de Men's Health. A nosotras nos encantan esos
chicos también, pero cuando echamos un vistazo en la oficina no encontramos ni
uno.
Os encanta llegar a casa
y decir: «No te puedes imaginar el día que he tenido». Y nosotras allí
escuchando el lamento del guerrero a quien no le importa si hemos tenido un día
duro. Vosotros llamáis «escuchar» a mover la cabeza mientras tenéis los ojos
clavados en el partido de fútbol. La próxima vez, nos pondremos una película de
miedo, y cuando empecéis con la frasecita de «hay que ver qué día», os diremos:
«Ahora no cariño, que es cuando entra el asesino».
(Por cierto, a partir de
hoy, los calzoncillos los compráis vosotros... si es que sabéis la talla)
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