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sábado, mayo 17

Nancy Spungen: sexo, drogas y punk rock



(Un artículo de Gonzalo Ugidos en el suplemento dominical de El Mundo del 29 de julio de 2012)

Hiperactiva, stripper, bulímica, groupie y politoxicómana Nancy Spungen amaba a Sid Vicious, bajista de Sex Pistols, con la misma intensidad que el resto de la banda la odiaba a ella Hasta la disolución del grupo. Hasta la extraña muerte de ella.

En England's dreaming: Sex Pistols and Punk Rock, el crítico musical John Savage escribe una historia de rebeldía y contracultura; de anarquía y de nihilismo; de drogas, aullidos, gamberrismo y desesperanza. Es la historia de los Sex Pistols, un grupo iconoclasta y yoncarra que hizo por la música lo mismo que las guerras hacen por la paz: escupían sobre las canciones almibaradas de los Beatles, se ciscaban en el circo multimillonario de los Stones y los llamaban "podridos cadáveres hijos de Elvis y rockeros momificados". La sumaria presentación de Savage de la banda punk es antológica: "El blues tuvo un hijo y le llamaron rock and roll; pero a su vez el rock and roll también tuvo un aborto, y ese aborto, fue expulsado del gran útero de la madre rack en el 100 Club. Era septiembre del 76. Eran los Pistols". Pero su efervescencia radical se consumió en su propio impulso y en su corto brillo ardieron como efímeras bengalas Sid Vicious y su chica, Nancy Spungen.

Nancy (1958-1978) nació en una familia judía de clase media asentada en Huntington Valley, Pennsylvania. Frank, su padre, era un hombre de negocios y Deborah, su madre, era la dueña de una tienda de comestibles. Como la niña llegó al mundo mes y medio antes de término, sufrió cianosis, la coloración azulada de la piel debida a la presencia de hemoglobina sin oxígeno en los vasos sanguíneos. Era hiperactiva y tenía un comportamiento violento con sus hermanos Susan y David. A los 11 años intentó matar a su niñera y atacó a su madre con un martillo. La echaron del colegio y anduvo de psiquiatras. Sufría de depresión e intentó suicidarse. La mandaron a internados para niños problemáticos y aunque se matriculó en la Universidad de Colorado, no aguantó mucho tiempo. A los 17 lió el petate y se marchó de casa.

En Nueva York se hizo groupie de Aerosmith, The New York Dolls y de Ramones, seguía a sus ídolos como una sombra y se acostaba con ellos. Trabajó de stripper y se buscó la vida en el oficio de los amores venales. A Londres llegó como fan, más o menos oficial, de Johnny Thunders para la gira de The Heartbreakers en 1976; como no tenía dinero para el billete de vuelta, cuando Johnny la echó de su habitación de hotel, anduvo pululando por el ambiente rockero de Chelsea hasta que una noche conoció a Sid Vicious, el nuevo bajista de los Pistols, en el 100 Club, la mítica sala de conciertos de Westminster, en el número 100 de Oxford Street.

Era septiembre y se celebraba el primer International Punk Festival, que ayudó a situar el nuevo movimiento de punk rock en el mainstream cultureta y musical. Tocaron los Pistols, Siouxsie & the Banshees, The Clash, Buzzcocks y The Damned; o sea, la créme de la créme del punk. Nancy acababa de cumplir los 18 y ya era politoxicómana, con una personalidad afectada por diferentes trastornos y sadomasoquista perdida, como reconoció su propia madre que, en And I Don't Want to Live This Life (Y no quiero vivir esta vida, la biografía que escribió cinco años después de la muerte de su hija) reveló que sufría esquizofrenia paranoica. Aquella fan enloquecida, aquella rubia rolliza y desesperada que intentaba por todos los medios meterse en la cama de un rockstar, cuando conoció a Sid Vicious, supo desde el primer momento que, por primera vez, alguien se había fijado en ella con verdadero amor. Pero supo también que la suya sería una historia atroz.

Era, sin duda, la media naranja de un tipo tan asocial y desequilibrado como Sid Vicious. Malcolm McLaren, el mánager de los Pistols, odiaba la influencia de Nancy sobre Sid y contrató a gente del hampa londinense para que la secuestraran y la metieran en un avión rumbo a Estados Unidos. El trabajito fracasó y los Pistols tuvieron que soportar la omnipresencia de una loca a la que odiaban. Vicious ya era adicto a múltiples substancias antes de conocer a Nancy, pero todos decían que ella le introdujo en la heroína. Los periódicos la apodaron Nancy Nauseabunda por sus exhibiciones de violencia y su lenguaje soez y tabernario. Johnny Rotten era el líder de los Pistols; Sid Vicious, la imagen, y Nancy, una excrecencia que confirmaba que el punk iba en serio, que no era una impostura, sino un regüeldo dadaísta y asocial que postulaba como fundamento ideológico hacer pis en lo más barrido y vomitar sobre las banderas impolutas de los burgueses.

Cientos de punks llenos de cuero, crestas, botas militares, muñequeras de pinchos, piercings y ropa destrozada llenaban los shows de los Pistols, que eran liturgias de humo, alcohol, desenfrenado baile pogo (saltar y chocarse en grupo unos contra otros al ritmo de la música en un concierto), escupitajos y una violencia irracional, onírica, nihilista. Parecían sacados de una película de terror y reivindicaban la destrucción, ante el pánico de las asociaciones cristianas de padres de familia.

Para la diseñadora Vivienne Westwood, cuya boutique se llamaba Sex, ese look era un buen negocio; para su marido, el mánager Malcolm McLaren, esa provocación era una mina de oro; para Vicious y su Nancy era una forma de vida, o sea, de muerte. De muerte súbita. Sid y Nancy eran el hambre y las ganas de comer, Romeo de la cloaca y Julieta de los picos pardos y de la heroína. La heroína se chutaba con heroína y su héroe también; sobre todo, él era adicto a ella, que le cantaba: "Yo soy tu mejor droga". Lo era, y también la más letal. Tenían un pacto de muerte. Los muy yonquis se querían. Se querían mucho y lo demostraban zurrándose mutuamente la badana como púgiles anfetaminados. Palizas y peleas de órdago, en las que ella le zurraba más a él que él a ella. Antes de conocer a Nancy, solo había estado enamorado de una botella de cerveza y un espejo e iba a la velocidad de un disparo. Después aceleró.

La dependencia de Sid hacia ella provocó la ruptura del grupo durante su tour por Estados Unidos en 1978. La zorrita bulímica, la gordita perturbada y sedienta de amor a la que se habían tirado todos los macarras de la escena, suscitaba el desprecio de los Pistols; la odiaban porque había conseguido que Sid la amara de verdad y Sid era ya el icono carismático de la banda más fashion del Reino Unido. Tan pronto como Sid se dio cuenta de lo mucho que todos odiaban a Nancy, se pegó a ella como un sello en una carta.

En la que fue su primera gira por Estados Unidos, y también la última, el impacto del grupo fue mínimo. Advertido ya el personal americano de la mala fama de la banda, Sid no hizo nada más que acrecentarla, y el tour terminó en un completo desastre. Estados Unidos no era Reino Unido, donde adquirieron la manía de liarse a tortas con el público y muchos les reían el chiste; pero los americanos no le vieron la gracia y castigaron al grupo con el látigo de la indiferencia. Johnny Rotten aprovechó la gira para intentar que Sid se desenganchara, pero la heroína ya le había hecho papilla el cerebro y en el concierto de Texas llamó al público "panda de maricones" y partió el bajo en la cabeza de uno. Siempre habían sido esos sus modales y esa su manera de relacionarse con los otros. Tras el concierto de San Francisco, cada uno de aquellos gamberros de espinilla rebelde se fue por su lado. Nancy y Sid se mudaron al hotel Chelsea de Nueva York y él intentó continuar con su carrera musical. Con la colaboración de Johnny Thunders y Mike Jones, de The Clash, llegó a grabar un disco en directo, titulado Sid Songs. Pero el 12 de Octubre de 1978 encontró el motivo que andaba tiempo buscando para confirmar que el cielo es una mentira.

La noche anterior había salido a tratar con uno de sus dealers (camellos) y volvió de madrugada. Nancy estaba inconsciente, seguramente recién colocada, y con una navaja suiza en las manos. Sid sabía que Nancy se había cortado las venas un par de veces en Londres, pero como estaba dormida pensó que no haría nada esa noche. Se inyectó una dosis y durmió hasta las 11.15 horas. Cuando despertó, encontró el baño chorreando sangre y el cadáver de Nancy con un cuchillo clavado en la barriga. La ambulancia llegó escoltada por un coche policial que se llevó a Sid a la comisaría.

Lo acusaron de homicidio, aunque alegó que no se acordaba de nada Lo sacaron con la condicional dos semanas más tarde; Virgin Records, su discográfica, pagó gustosamente los 50.000 dólares de fianza (unos 41.000 euros). En la cárcel escribió un poema titulado And I Don't Want to Live This Life dedicado a su Julieta silvestre. Volvieron a detenerlo el 9 de diciembre tras una reyerta en la discoteca Hurrah. Salió de la cárcel dos meses después. En una fiesta organizada en su honor con motivo de su libertad, pidió una dosis de heroína. Sus amigos intentaron disuadirlo, pero su madre, Ann Beverly, otra yonqui, por no verlo sufrir, le inyectó un pico como para tumbar un elefante. Pensó que así espantaría el mono. Ella sabía de qué iba eso. Uno de los símbolos de la movida punk, un Romeo de las cloacas, murió en el retrete. Tenía 22 años, uno más de los que había calculado que le duraría su vida.

Pero, ¿quién mató a Nancy?, ¿Sid?, ¿los camellos que entraron en la habitación del hotel para robar objetos personales? Hay teorías a granel. Lo más probable es que la mataran entre todos y ella sola se suicidara. Era una de esas personas que solo aman del amor y de la vida lo que tienen de muerte. En el cementerio Rey David de Bensalem, en Pennsylvania, hay una tumba con flores de plástico y un cerdito colgado, tiene una lápida de bronce encastrada en mármol. Esta es la inscripción: "Tu odisea ha terminado. Descansa en paz. Nancy Laura Spungen. 27 de febrero de 1958-12 de octubre de 1978".

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