Nancy Spungen: sexo, drogas y punk rock
(Un artículo de Gonzalo Ugidos en el suplemento dominical de
El Mundo del 29 de julio de 2012)
Hiperactiva, stripper, bulímica, groupie y politoxicómana Nancy Spungen amaba a Sid Vicious, bajista
de Sex Pistols, con la misma intensidad que el resto de la banda la odiaba a ella
Hasta la disolución del grupo. Hasta la extraña muerte de ella.
En England's dreaming: Sex Pistols and Punk Rock, el crítico musical
John Savage escribe una historia de rebeldía y contracultura; de anarquía y de nihilismo;
de drogas, aullidos, gamberrismo y desesperanza. Es la historia de los Sex Pistols,
un grupo iconoclasta y yoncarra que hizo
por la música lo mismo que las guerras hacen por la paz: escupían sobre las
canciones almibaradas de los Beatles, se ciscaban en el circo multimillonario de
los Stones y los llamaban "podridos cadáveres hijos de Elvis y rockeros momificados". La sumaria presentación
de Savage de la banda punk es antológica: "El blues tuvo un hijo y le
llamaron rock and roll; pero a su vez el rock and roll también tuvo un aborto,
y ese aborto, fue expulsado del gran útero de la madre rack en el 100 Club. Era
septiembre del 76. Eran los Pistols". Pero su efervescencia radical se consumió
en su propio impulso y en su corto brillo ardieron como efímeras bengalas Sid
Vicious y su chica, Nancy Spungen.
Nancy (1958-1978) nació en
una familia judía de clase media asentada en Huntington Valley, Pennsylvania. Frank,
su padre, era un hombre de negocios y Deborah, su madre, era la dueña de una
tienda de comestibles. Como la niña llegó al mundo mes y medio antes de término,
sufrió cianosis, la coloración azulada de la piel debida a la presencia de hemoglobina
sin oxígeno en los vasos sanguíneos. Era hiperactiva y tenía un comportamiento
violento con sus hermanos Susan y David. A los 11 años intentó matar a su niñera
y atacó a su madre con un martillo. La echaron del colegio y anduvo de
psiquiatras. Sufría de depresión e intentó suicidarse. La mandaron a internados
para niños problemáticos y aunque se matriculó en la Universidad de Colorado,
no aguantó mucho tiempo. A los 17 lió el petate y se marchó de casa.
En Nueva York se hizo groupie de Aerosmith, The New York Dolls
y de Ramones, seguía a sus ídolos como una sombra y se acostaba con ellos. Trabajó
de stripper y se buscó la vida en el
oficio de los amores venales. A Londres llegó como fan, más o menos oficial, de
Johnny Thunders para la gira de The Heartbreakers
en 1976; como no tenía dinero para el billete de vuelta, cuando Johnny la echó de
su habitación de hotel, anduvo pululando por el ambiente rockero de Chelsea hasta que una noche conoció a Sid Vicious, el nuevo
bajista de los Pistols, en el 100 Club, la mítica sala de conciertos de Westminster,
en el número 100 de Oxford Street.
Era septiembre y se celebraba
el primer International Punk Festival,
que ayudó a situar el nuevo movimiento de punk rock en el mainstream cultureta y musical. Tocaron los Pistols, Siouxsie &
the Banshees, The Clash, Buzzcocks y The Damned; o sea, la créme de la créme del punk. Nancy acababa de cumplir los 18 y ya era
politoxicómana, con una personalidad afectada por diferentes trastornos y
sadomasoquista perdida, como reconoció su propia madre que, en And I Don't Want to Live This Life (Y no quiero vivir esta vida, la biografía
que escribió cinco años después de la muerte de su hija) reveló que sufría esquizofrenia
paranoica. Aquella fan enloquecida, aquella rubia rolliza y desesperada que intentaba
por todos los medios meterse en la cama de un rockstar, cuando conoció a Sid Vicious, supo desde el primer momento
que, por primera vez, alguien se había fijado en ella con verdadero amor. Pero
supo también que la suya sería una historia atroz.
Era, sin duda, la media naranja
de un tipo tan asocial y desequilibrado como Sid Vicious. Malcolm McLaren, el mánager
de los Pistols, odiaba la influencia de Nancy sobre Sid y contrató a gente del hampa
londinense para que la secuestraran y la metieran en un avión rumbo a Estados Unidos.
El trabajito fracasó y los Pistols tuvieron que soportar la omnipresencia de una
loca a la que odiaban. Vicious ya era adicto a múltiples substancias antes de conocer
a Nancy, pero todos decían que ella le introdujo en la heroína. Los periódicos la
apodaron Nancy Nauseabunda por sus exhibiciones de violencia y su lenguaje soez
y tabernario. Johnny Rotten era el líder de los Pistols; Sid Vicious, la
imagen, y Nancy, una excrecencia que confirmaba que el punk iba en serio, que
no era una impostura, sino un regüeldo dadaísta y asocial que postulaba como
fundamento ideológico hacer pis en lo más barrido y vomitar sobre las banderas impolutas
de los burgueses.
Cientos de punks llenos de
cuero, crestas, botas militares, muñequeras de pinchos, piercings y ropa destrozada llenaban los shows de los Pistols, que eran
liturgias de humo, alcohol, desenfrenado baile pogo (saltar y chocarse en grupo unos contra otros al ritmo de la
música en un concierto), escupitajos y una violencia irracional, onírica,
nihilista. Parecían sacados de una película de terror y reivindicaban la destrucción,
ante el pánico de las asociaciones cristianas de padres de familia.
Para la diseñadora
Vivienne Westwood, cuya boutique se llamaba Sex, ese look era un buen negocio; para
su marido, el mánager Malcolm McLaren, esa provocación era una mina de oro; para
Vicious y su Nancy era una forma de vida, o sea, de muerte. De muerte súbita. Sid
y Nancy eran el hambre y las ganas de comer, Romeo de la cloaca y Julieta de los
picos pardos y de la heroína. La heroína se chutaba con heroína y su héroe también;
sobre todo, él era adicto a ella, que le cantaba: "Yo soy tu mejor droga".
Lo era, y también la más letal. Tenían un pacto de muerte. Los muy yonquis se
querían. Se querían mucho y lo demostraban zurrándose mutuamente la badana como
púgiles anfetaminados. Palizas y peleas de órdago, en las que ella le zurraba
más a él que él a ella. Antes de conocer a Nancy, solo había estado enamorado de
una botella de cerveza y un espejo e iba a la velocidad de un disparo. Después
aceleró.
La dependencia de Sid hacia
ella provocó la ruptura del grupo durante su tour por Estados Unidos en 1978. La
zorrita bulímica, la gordita perturbada y sedienta de amor a la que se habían
tirado todos los macarras de la escena, suscitaba el desprecio de los Pistols; la
odiaban porque había conseguido que Sid la amara de verdad y Sid era ya el
icono carismático de la banda más fashion
del Reino Unido. Tan pronto como Sid se dio cuenta de lo mucho que todos
odiaban a Nancy, se pegó a ella como un sello en una carta.
En la que fue su primera
gira por Estados Unidos, y también la última, el impacto del grupo fue mínimo. Advertido
ya el personal americano de la mala fama de la banda, Sid no hizo nada más que acrecentarla,
y el tour terminó en un completo desastre. Estados Unidos no era Reino Unido, donde
adquirieron la manía de liarse a tortas con el público y muchos les reían el
chiste; pero los americanos no le vieron la gracia y castigaron al grupo con el
látigo de la indiferencia. Johnny Rotten aprovechó la gira para intentar que Sid
se desenganchara, pero la heroína ya le había hecho papilla el cerebro y en el
concierto de Texas llamó al público "panda de maricones" y partió el bajo
en la cabeza de uno. Siempre habían sido esos sus modales y esa su manera de relacionarse
con los otros. Tras el concierto de San Francisco, cada uno de aquellos gamberros
de espinilla rebelde se fue por su lado. Nancy y Sid se mudaron al hotel
Chelsea de Nueva York y él intentó continuar con su carrera musical. Con la colaboración
de Johnny Thunders y Mike Jones, de The Clash, llegó a grabar un disco en directo,
titulado Sid Songs. Pero el 12 de Octubre
de 1978 encontró el motivo que andaba tiempo buscando para confirmar que el cielo
es una mentira.
La noche anterior había
salido a tratar con uno de sus dealers
(camellos) y volvió de madrugada. Nancy estaba inconsciente, seguramente recién
colocada, y con una navaja suiza en las manos. Sid sabía que Nancy se había
cortado las venas un par de veces en Londres, pero como estaba dormida pensó
que no haría nada esa noche. Se inyectó una dosis y durmió hasta las 11.15 horas.
Cuando despertó, encontró el baño chorreando sangre y el cadáver de Nancy con un
cuchillo clavado en la barriga. La ambulancia llegó escoltada por un coche policial
que se llevó a Sid a la comisaría.
Lo acusaron de homicidio,
aunque alegó que no se acordaba de nada Lo sacaron con la condicional dos semanas
más tarde; Virgin Records, su discográfica, pagó gustosamente los 50.000 dólares
de fianza (unos 41.000 euros). En la cárcel escribió un poema titulado And I Don't Want to Live This Life dedicado
a su Julieta silvestre. Volvieron a detenerlo el 9 de diciembre tras una reyerta
en la discoteca Hurrah. Salió de la cárcel
dos meses después. En una fiesta organizada en su honor con motivo de su libertad,
pidió una dosis de heroína. Sus amigos intentaron disuadirlo, pero su madre, Ann
Beverly, otra yonqui, por no verlo sufrir, le inyectó un pico como para tumbar un
elefante. Pensó que así espantaría el mono. Ella sabía de qué iba eso. Uno de
los símbolos de la movida punk, un Romeo de las cloacas, murió en el retrete.
Tenía 22 años, uno más de los que había calculado que le duraría su vida.
Pero, ¿quién mató a
Nancy?, ¿Sid?, ¿los camellos que entraron en la habitación del hotel para robar
objetos personales? Hay teorías a granel. Lo más probable es que la mataran entre
todos y ella sola se suicidara. Era una de esas personas que solo aman del amor
y de la vida lo que tienen de muerte. En el cementerio Rey David de Bensalem, en
Pennsylvania, hay una tumba con flores de plástico y un cerdito colgado, tiene una
lápida de bronce encastrada en mármol. Esta es la inscripción: "Tu odisea ha
terminado. Descansa en paz. Nancy Laura Spungen. 27 de febrero de 1958-12 de octubre
de 1978".
Etiquetas: Pongámosle música
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home