La oración de Petrus
(La columna de Paulo
Coelho en el XLSemanal del 18 de abril de 2010)
En determinado momento de
mi peregrinación llegamos a un campo de trigo liso y monótono que se extendía
por todo el horizonte. Petrus -mi guía- dejó caer su mochila en el suelo y se arrodilló,
pidiéndome que yo hiciese lo mismo.
«Vamos a rezar para que,
si consigues encontrar la espada, la sostengas siempre con mano firme.»
Petrus dijo que admiraba
mucho al poeta brasileño Vinicius de Moraes y que deseaba hacer una oración
tomando como base su poesía. Entonces comenzó:
«Tened piedad de los que
tienen piedad de sí mismos y se consideran buenos e injustamente tratados por
la vida porque no merecían lo que les sucedió - pues éstos jamás conseguirán sostener
el Buen Combate-. Y tened piedad de los que son crueles consigo mismos y sólo ven
maldad en sus propios actos y se consideran culpables por las injusticias del
mundo, porque éstos no conocen Tu ley que dice: 'Hasta los hilos de tu cabeza
están contados'.
Tened piedad de los que
mandan y de los que sirven muchas horas de trabajo y se sacrifican a cambio de un
domingo donde está todo cerrado y no existe lugar a donde ir. Pero tened piedad
de los que santifican su obra y traspasan los límites de su propia locura y terminan
endeudados o clavados en la cruz por sus propios hermanos, porque éstos no
conocerán Tu ley que dice: 'Sed prudentes como las serpientes y simples como
las palomas'.
Tened piedad de los que
comen y beben y se hartan, pero son infelices y solitarios en su hartazgo. Pero
tened más piedad aún de los que ayunan, censuran, prohíben y se sienten santos y
van a predicar Tu nombre por las plazas, porque éstos no conocen Tu ley que
dice: ‘Si yo testifico respecto a mí mismo, mi testimonio no es verdadero'.
Tened piedad de los que
temen la Muerte y desconocen los muchos reinos que recorrieron y las muchas muertes
que ya murieron y son infelices porque piensan que todo acabará un día. Pero
tened más piedad de los que ya conocieron sus muchas muertes y hoy se juzgan
inmortales, porque desconocen Tu ley que dice: 'Quien no nazca de nuevo no
podrá ver el Reino de Dios'.
Tenedla de los que no
creen en nada, porque ellos nunca oirán la música de las esferas. Pero tenedla
más aún de los que poseen la fe ciega y en los laboratorios transforman
mercurio en oro y están rodeados de libros sobre los secretos del tarot y el poder
de las pirámides, porque éstos no conocen Tu ley que dice: 'Es de los niños el reino
de los cielos'.
Tened piedad de
nosotros, Señor, porque muchas veces pensamos que estamos vestidos y estamos
desnudos, pensamos que cometemos un crimen y en verdad salvamos a alguien. No os
olvidéis en vuestra piedad que desenvainamos la espada con la mano de un ángel y
la mano de un demonio sosteniendo el mismo puño. Porque estamos en el mundo,
continuamos en el mundo y Te necesitamos. Necesitamos siempre Tu ley que dice:
'Cuando os mandé sin bolsa, sin alforjas y sin sandalias, nada os faltó'».
Petrus paró de rezar. El
silencio continuaba. Él estaba mirando fijamente el campo de trigo que nos
rodeaba.
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