El valenciano que conquistó Nueva York
(Un texto de Paloma Redondo en el suplemento dominical de El
Mundo del 23 de marzo de 2014)
En octubre de 1904 se inauguró la
primera línea del metro de Nueva York, construida por la Interborough Rapid Transit
Company. La empresa temía que la gente no quisiera viajar bajo tierra, por lo que
pidió al arquitecto español Rafael Guastavino (Valencia, 1842-Carolina del Norte,
1908) que diseñara una estación y unos túneles dignos de un palacio. El
resultado fue City Hall Station, un espacio repleto de bóvedas y arcos de
ladrillo visto y cerámica; tan espectacular que fue conocido como la
"catedral subterránea". Por desgracia hoy es una estación fantasma.
Acabó quedándose pequeña y cerró en 1945.
Esa catedral es uno de los 360
edificios que Guastavino construyó en Nueva York entre 1881 y 1908, labor que
continuó su hijo Rafael Guastavino Expósito (Barcelona, 1873-Nueva York, 1950).
Entre las obras del padre destacan el Museo de Historia Natural, la catedral
Saint John The Divine, la iglesia de Saint Bartolomew, el Ayuntamiento, el
hospital Monte Sinai, la entrada principal del Carnegie Hall y una parte de las
bóvedas de la estación Gran Central. […].
Guastavino nació en una familia de
origen italiano. Estudió arquitectura en Barcelona y nada más terminar empezó a
trabajar. En 1881, acuciado por las deudas y con graves problemas familiares,
decidió emigrar a Estados Unidos con su hijo Rafael, que por aquel entonces
tenía 8 años. ¿Cómo un inmigrante español que apenas hablaba inglés y que desembarcó
con 40 dólares en el bolsillo pudo conquistar la Gran Manzana?
Guastavino tuvo una idea genial: adaptar
al otro lado del Atlántico el sistema de la tradicional bóveda catalana, hecha
de ladrillo y cemento. Llegó en el momento justo ya que Estados Unidos, traumatizado
por el incendio que arrasó Chicago en 1971, buscaba un tipo de construcción a
prueba de fuego. Y Guastavino sabía que la bóveda catalana, utilizada en los
países mediterráneos desde hace siglos, no solo resistía a las llamas, sino que
además resultaba muy decorativa.
Dos años después de su llegada a
Nueva York el valenciano fundó su propia compañía, la Guastavino Fireproof Construction
Company, que levantó cientos de edificios en numerosas ciudades de Estados
Unidos. Su huella puede verse, por ejemplo, en la Biblioteca Pública de Boston
y en la sede la Corte Suprema de Estados Unidos en Washington. Tal fue su fama,
que no es de extrañar que tras su muerte el 3 de febrero de 1908 el New York Times escribiera en su
obituario: "Ha fallecido el arquitecto de Nueva York".
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