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viernes, noviembre 17

Biquinis: (más de) 70 años de libertad

(Un texto de A. Santos en la revista Mujer de Hoy del 9 de julio de 2016)

Acusado de revolucionario, de no dejar nada a la imaginación y de ir contra la moral y el decoro, el septuagenario dos piezas es [...] un símbolo de la evolución cultural del sigo XX y de la liberación de la mujer, que conserva todo su poder de seducción.

[...] Ponerse un biquini no siempre fue un hecho [...] plácido (aunque afortunademente la historia tenga un final feliz): la aparición del primero, hace ahora 70 años, supuso un auténtico escándalo.

Era 1946 cuando el diseñador francés Jacques Heim presentó una prenda de dos piezas bautizada como "Átomo: el traje de baño más pequeño del mundo". Pero solo tres semanas más tarde, su compatriota y rival Louis Réard, un ingeniero automovilístico que había heredado de su madre un negocio de lencería, fue más atrevido y mostró un diseño sensiblemente más pequeño que desafiaba todas las normas del decoro. Apenas unos pedazos de tela que imitaban papel de periódico y dejaban el ombligo al descubierto, una osadía para la época. Tanto así que ninguna modelo profesional se atrevió a lucirlo y Réard tuvo que recurrir a Micheline Bernardini, estríper del Casino de París, para presentarlo oficialmente en la mítica piscina Molitor de la capital francesa.

Ella vaticinó que el evento provocaría "un bombazo" todavía mayor que las pruebas nucleares que el gobierno de Estados Unidos había realizado unos días antes en el atolón de Bikini, en el Océano Pacífico, y su creador tomó prestado el pegadizo nombre. En realidad, su olfato para los negocios solo permitió a este pionero vivir cómodamente de una tienda de baño que tuvo abierta en París durante 40 años. Y la transgresora Bernardini recibió 50.000 cartas de sus fans todos hombres, por supuesto, y nunca más se supo de ella. Pero ambos pasaron a formar parte de la historia de la moda y fueron venerados (u odiados) por las mujeres de todo el mundo.

Tuvo que pasar casi una década para que el biquini empezara a verse con otros ojos. De hecho, en 1951, la ganadora de la primera edición del certamen de Miss Mundo, la sueca Kiki Hakansson, se coronó luciendo un biquini y provocó un grave conflicto diplomático. Los países más conservadores amenazaron con retirar a sus representantes y el Papa Pío XII lo condenó públicamente.

Hasta que llegó el Festival de Cannes de 1953 y una entonces semidesconocida Briggitte Bardott se atrevió a pasear sus generosas curvas por las playas de Saint Tropez con un coqueto dos piezas floreado. A partir de entonces, ella se convirtió en un icono sexual y la Costa Azul en lo más parecido a Sodoma y Gomorra. Ademásm abrió la veda para que otras actrices del "club de las malas", como Marilyn Monroe, Ava Gardner o Rita Hayworth, siguieran sus pasos.

En la década de los 60 la pegadiza canción de Brian Hyland Itsy Bitsy Teenie Weenie Yelow Polka Dot Bikini, que contaba la historia de una chica que se avergonzaba de mostrarse ligera de ropa, arrasaba en las listas de éxitos de todo el planeta; Ursula Andress emergía de las aguas, ataviada con un sugerente biquini y un cuchillo, en 007 contra el Doctor No; y la revista Sports Illustrated lanzaba su primera portada con una modelo en biquini, la alemana Babette March.

Mientras medio mundo asistía a esta revolución, en España se vivía una realidad paralela. Imperaba la censura y la Guardia Civil patrullaba nuestras costas en busca de "desvergonzadas" que atentaban contra la moral... Pero hecha la ley, hecha la trampa. Y tres ciudades españolas se disputan el honor de ser la primera en permitir o, al menos, tolerar el uso del biquini: Benidorm, Santander y Marbella.

Benidorm apenas era un pueblo, pero ya empezaban a llegar las primeras extranjeras y su visionario alcalde, Pedro Zaragoza, no dudó en ir en Vespa hasta Madrid para convencer en persona a Franco de que el futuro turístico de la Costa Blanca pasaba por abrir la mano. En Santander, los estudiantes extranjeros que iban a los cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo rebautizaron la península de la Magdalena como Bikini beach.

Ni los carteles disuasorios ni las protestas surtieron efecto. Mientras, en Marbella la vida social, política y económica era controlada por un sacerdote aperturista, que, si bien no firmó ninguna ordenanza, hacía la vista gorda.

Con la llegada de la democracia, el panorama en nuestro país cambió de la noche a la mañana. A la invasión de suecas se sumó el cine del destape y el movimiento hippy. Se pasó de los bañadores como armaduras a diminutos biquinis que popularizaron jóvenes como la modelo Twiggy. El biquini simbolizaba la liberación de la mujer y la aparición de un tejido como la lycra, multiplicaba sus posibilidades. Incluso las más atrevidas, como muestra de rebeldía, se quitaban la parte de arriba y nacía el desafiante topless.

A partir de entonces, el biquini adquirió infinidad de estilos y formas, y fue ganando terreno al bañador. De poco sirvió que el siempre más elegante traje de baño se convirtiera también en algo sexy gracias a Bo Derek. La adoración al dios Sol era la nueva religión y el primer mandamiento ordenaba "cuanta más piel, mejor".

Tras una época horribilis en la que la braguita subía hasta la cintura, las míticas tops de los 90 pusieron al biquini en el lugar que le correspondía. Imposible olvidar a Claudia Schiffer contoneándose por la pasarela con las "ces" entrelazadas de Chanel; a Elle Macpherson demostrando por qué le apodaban el cuerpo; o a la estrella del voleibol estadounidense Gabrielle Reece luciendo los primeros modelos de corte deportivo.

Desde entonces, han aparecido nuevos tejidos como el neopreno y se han reinterpretado los clásicos. Los selfies en biquini invaden las redes y se ha popularizado el tanga. No hay miedo a los colores flúor y se combinan alegremente las partes de arriba y de abajo.

Sin duda, el paso del tiempo le ha sentado de maravilla al dos piezas. Y aunque durante estas décadas se ha convertido en una prenda odiada y adorada a la vez sí, nadie se imagina un verano sin ella, pero tampoco hay nada más temido que ese "momento biquini", en el que lo lucimos ante el espejo por primera vez en la temporada y... ¡horror!, ¿quién no firmaría por cumplir 70 años con semejante vitalidad?

Con motivo del 70 aniversario de la prenda estrella del verano, Vente-Privee, el portal de ventas on line, ha realizado un estudio sobre las preferencias de las españolas en materia de ropa de baño.
Tres de cada cuatro eligen el biquini frente al bañador, según esta encuesta. Y al contrario de lo que ocurre en lencería, donde lo más importante es la comodidad, en moda de baño lo prioritario es la estética: se busca ese un plus de tendencia y sensualidad.

En cuanto a formas, diseños y cortes, las españolas tienen gustos muy diferentes, sobre todo dependiendo de la edad. En las partes de arriba, la tendencia entre las más jóvenes es el bandeau, que deja menos marcas en la piel. En cambio, las mayores de 50 o las que tienen más pecho optan por las tipo halter o las que llevan aros para lograr una mayor sujeción.

El tejido que triunfa sigue siendo la lycra, aunque otros como el croché o el algodón comienzan a ganar adeptas esta temporada. Predominan los tonos azules (12%), seguido por los rojos (10%) y los cítricos (6%). La combinación más habitual es azul-blanco y blanco-negro, y el 6% busca estampados florales, aunque las rayas marineras y los lunares son otros de los prints más demandados.

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