El Ateneo de Madrid
(Extraído de un artículo de Javier Memba en la revista
Tiempo del 31 de marzo de 2017)
Fundado en 1835 por el duque de Rivas, Salustiano Olózaga,
Mesonero Romanos, Alcalá Galiano, Juan Miguel de los Ríos, Francisco Fabra y
Francisco López Olavarrieta, imbuidos todos ellos por el espíritu del libre
pensamiento que se atisbaba durante la regencia de María Cristina, los orígenes
del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Madrid se remontan al más
genuino espíritu de nuestro siglo de las luces. Nacido para ser un “lugar de
reunión de gente instruida”, su verdadero afán ha sido la ilustración de
cuantos aman la sabiduría. Quizá por eso, la peripecia del Ateneo, que siempre
ha sido una entidad privada declarada de utilidad pública, sintetiza el desdén
que se profesa en nuestro país a la cultura.
Tan madrileño como universalista, su primera sede estuvo en
la calle Carretas, de donde pasó a la de Montera y al palacio de Abrantes antes
de su actual ubicación, en el número 21 de la calle del Prado. Mariano José de
Larra fue uno de sus primeros socios. Con el correr del tiempo, además de
nuestros más destacados intelectuales y artistas de los últimos dos siglos, al
igual que todos nuestros premios Nobel, pasaron por el Ateneo seis presidentes
de gobierno.
Perseguido durante la dictadura de Primo de Rivera y muy
controlado durante los primeros años de la franquista, sus tertulias en la
célebre Cacharrería, que a menudo
catalizaron la actividad, fueron tan sonadas como notable es su colección de
pintura modernista. Pero la gran perla de su tesoro es su biblioteca. Se dice
que fue allí “donde nació a la vida pública José Donoso Cortés, perdió la vista
Antonio Cánovas del Castillo, Emilio Castelar se quedó calvo y exhaló su último
aliento José Moreno Nieto”.
Etiquetas: Culturilla general
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