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lunes, octubre 30

Síndrome del edificio enfermo

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 13 de febrero de 2016)

Si notas congestión nasal, dolores de cabeza, ronquera, toses secas, ojos llorosos, dolores musculares, picores, problemas de concentración, irritabilidad, cansancio... en tu lugar de trabajo y esos síntomas desaparecen cuando no trabajas, cuidado, puede que seas víctima de lo que se conoce como síndrome del edificio enfermo (SEE). Aunque, en un principio, hubo quien dijo que era "un trastorno inventado", "un problema psicosomático" e incluso "una excusa para no ir a trabajar", nuevas pruebas de alta tecnología demuestran que es un problema real.

"El síndrome del edificio enfermo ya no se ve como una enfermedad enigmática y hoy centra el interés de muchísimos inmunólogos e investigadores de todo el mundo", explica el dr. Jordi Esquirol Caussa, del Centro Médico Teknon de Barcelona y coordinador de investigación en la Escuela Universitaria Gimbernat. Nuevas técnicas bioquímicas, inmunológicas y genéticas han demostrado que factores ambientales presentes en ciertos edificios pueden producir trastornos psicológicos y fisiológicos en las personas. Eso sí, para que un edificio se considere enfermo, al menos el 20% de sus ocupantes deben estar afectados.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que hasta el 30% de los edificios de oficinas del mundo pueden tener problemas de ese tipo, y que entre el 10 y el 30% de los ocupantes sufren trastornos de salud relacionados con una mala calidad de aire interior. Los nuevos tests científicos han animado a los expertos a redefinir el problema y a llamarlo síndrome inflamatorio autoinmune inducido por adyuvantes (ASIA, por sus siglas en inglés). Los expertos en economía de empresa ya están tomando nota, porque el coste del síndrome en concepto de pérdida de productividad se cifra en miles de millones de euros al año.

"Este síndrome afecta a personas que trabajan en edificios con climatización central, ventanas que no se pueden abrir, tapicerías y recubrimientos sintéticos, alta concentración de aparatos electrónicos y eléctricos, déficit de luz natural... nos explica el dr. Esquirol. Muchos investigadores han relacionado el aumento de casos con la crisis del petróleo de los años 70, que provocó un movimiento a favor del ahorro de energía y la construcción de edificios "herméticos", con estándares de ventilación mínimos, alta densidad de ocupantes, déficit de luz natural y larga exposición a la luz eléctrica".

Es conocido el caso de una empresa en la que prácticamente todos los trabajadores se quejaban de cefaleas persistentes. Al estudiar el problema in situ, los técnicos notaron que las pantallas de ordenador de la compañía tenían un brillo molesto, por lo que eliminaron las lámparas fluorescentes que iluminaban el espacio. A los pocos días, los dolores de cabeza habían desaparecido.

Déficit de luz y oxígeno

Pero, incluso con luz natural, un edificio puede tener problemas por déficit de aire fresco. "La renovación mínima del aire de los locales de trabajo será de 30 metros cúbicos de aire limpio por hora y trabajador", señala el Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el trabajo, pero en muchísimos casos ese mínimo no se cumple. Según un documento del Nacional Institute of Occupational Safety and Health (NIOSH) de EE.UU., los sistemas de climatización son responsables del 50% de las quejas de calidad ambiental en los edificios.

Estos sistemas transportan los contaminantes que encuentran en su recorrido hasta las rejillas de retorno, con la consiguiente aparición de patologías de diferente índole. "Es como ir en un vuelo de larga distancia, pero con la diferencia de que los vuelos duran unas horas y el trabajador permanece en el edificio toda la jornada, todos los días laborables del año", aclara el dr. Esquirol.

Los "culpables" más citados en relación con el síndrome ASIA son la alta concentración de radiaciones electromagnéticas emitidas por aparatos e instalaciones electrónicas, sustancias tóxicas procedentes de materiales sintéticos (pinturas, productos de limpieza o de exterminio de plagas), altas cantidades de electricidad estática, contaminación (humos, polvo y pólenes) y otros elementos procedentes del exterior que luego quedan "atrapados" en el interior del edificio. "Si cada uno de ellos es nocivo para la salud, la suma de varios de ellos tiene un efecto sinérgico mucho mayor", explican los expertos.

Lipoatrofia femenina

Un buen ejemplo son las funcionarias que trabajaban en las dependencias de la Agencia Tributaria del Ayuntamiento de Madrid en la calle Sacramento en 2008. Al menos medio centenar empezaron a ver cómo aparecían hendiduras redondas en la piel de sus muslos, brazos y abdomen. "Aunque muchas pensamos que se trataba de celulitis, al final los médicos nos diagnosticaron lipoatrofia o atrofia del tejido graso subcutáneo explica Ana, una de las afectadas.

Nos explicaron que la causa era la exposición a campos electromagnéticos, electricidad estática, baja humedad ambiental, ausencia de tomas de tierra en el sistema eléctrico y falta de ventilación del edificio en el que trabajábamos. La lipoatrofia se da más en las mujeres, porque nosotras tenemos más grasa subcutánea. De hecho, el nuestro no fue el único caso. Hubo también afectadas de lipoatrofia en la central de la Caixa en la Diagonal de Barcelona, en la Torre Agbar, en la central de Gas Natural o de la antigua sede de Caprabo, todos en Barcelona", cuenta Ana.

El diagnóstico de un edificio enfermo no es fácil, ya que las causas pueden deberse a diferentes factores. "En general, se analiza la presencia de agentes químicos (gases, humos), físicos (iluminación, temperatura, humedad, movimiento del aire, electricidad estática, polvo, partículas en suspensión), biológicos (bacterias, parásitos, hongos, pólenes...), ergonómicos (espacio de que dispone el trabajador, posturas al trabajar, distribución y densidad de maquinaria o aparatos...).
Incluso factores psicosociales pueden añadir su cuota de riesgo y aumentar el posibilidad de enfermar: el estrés laboral, el exceso de ruido, la presión de trabajo excesiva, las tareas repetitivas, el mal ambiente laboral...", enumera el dr. Esquirol.

Plantas que limpian el aire

Un estudio de la NASA, la agencia espacial norteamericana comprobó que ciertas plantas ayudan a limpiar y absorber toxinas de la atmósfera. Las más eficaces son el lirio de la paz, la areca o palmera amarilla, el helecho de Boston, la margarita gerbera, los crisantemos, el filodendro y el poto. Esas plantas absorben tóxicos a través de las hojas y raíces y, luego, bacterias presentes en la tierra eliminan dichas sustancias.

Legionelosis y filtros sucios

Además del síndrome del edificio enfermo hay otras enfermedades que se transmiten o producen en el interior del edificio. Quizá el ejemplo más conocido sea el de la legionelosis (un tipo de neumonía), que afectó a 182 miembros de la Legión Norteamericana en un congreso celebrado en Filadelfia en 1976. Los expertos tardaron meses en comprobar que la causa era una bacteria presente en el agua de las torres de refrigeración del edificio donde se celebró el congreso y que se difundió a través del sistema de ventilación. Decenas de casos de legionelosis desatan cada año la alarma, y la solución es solo una: la limpieza escrupulosa de los filtros de las torres de ventilación.

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