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domingo, febrero 4

Buñueloni



(Una columna de Juan Barbacil en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 26 de octubre de 2013)

Se cumplió hace [tiempo] el trigésimo aniversario de la desaparición de Luis Buñuel. Como él mismo explica en su libro de memorias 'Mi último suspiro', consideraba el bar como «un lugar de meditación y recogimiento sin el cual la vida es inconcebible; en los bares he pasado largos ratos de ensueño, hablando rara vez con el camarero, invadido por cortejos de imágenes a cuál más sorprendente. El bar es un ejercicio de soledad, es una ceremonia». Fue tal su afición al mundo de la coctelería que creó un combinado de su propia invención, una especie de Negroni modificado utilizando su ginebra favorita (Beefeater), un vermú dulce y otro, de carácter amargo y aromas a naranja, el Carpano; un cóctel al que llamó Buñueloni. Fue una especie de broma.

El Negroni está elaborado con un tercio de vermut rojo, un tercio de Campari y un tercio de ginebra. Buñuel sustituía el Campari por Carpano. Es precisamente el Carpano lo que le da un sabor especial a este cóctel, amargo, especiado, no apto para paladares habituados a las bebidas endulzadas y más amables. Buñuel era también apasionado a la buena mesa, como contaba muy bien el igualmente desparecido Alberto Sánchez Millán. Así, en Zaragoza, Madrid, Los Ángeles, Nueva York y luego en México, buscó siempre lo mejor y más exquisito.

Contaba Buñuel: «Este coctail lo tomo preferentemente por la noche, antes de sentarme a cenar. En este caso la presencia de la ginebra que domina, que domina en cantidad sobre los otros ingredientes, es un buen estímulo para la imaginación. ¿Por qué? No lo sé. Pero doy fe». A Buñuel le gustaba mucho Chicote, plagado de bellos recuerdos. También el Oak Bar del hotel Plaza en Nueva York. Solía decir a sus amigos: «Si pasas por Nueva York y quieres saber si estoy allí, ve al bar del Plaza a las 12. Si estoy en Nueva York, allí me encontrarás». Buñuel regresó a Los Ángeles, donde Georges Cukor le invitó a un almuerzo con comensales como Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Robert Wise o John Ford, que le acogieron con los brazos abiertos. Un año más tarde, recibió el Óscar por 'El discreto encanto de la burguesía'.

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