Buñueloni
(Una columna de Juan Barbacil en el suplemento gastronómico
del Heraldo de Aragón del 26 de octubre de 2013)
Se
cumplió hace [tiempo] el trigésimo aniversario de la desaparición de Luis Buñuel.
Como él mismo explica en su libro de memorias 'Mi último suspiro', consideraba el
bar como «un lugar de meditación y recogimiento sin el cual la vida es
inconcebible; en los bares he pasado largos ratos de ensueño, hablando rara vez
con el camarero, invadido por cortejos de imágenes a cuál más sorprendente. El bar
es un ejercicio de soledad, es una ceremonia». Fue tal su afición al mundo de la
coctelería que creó un combinado de su propia invención, una especie de Negroni
modificado utilizando su ginebra favorita (Beefeater), un vermú dulce y otro,
de carácter amargo y aromas a naranja, el Carpano; un cóctel al que llamó Buñueloni. Fue una especie de broma.
El
Negroni está elaborado con un tercio de vermut rojo, un tercio de Campari y un tercio
de ginebra. Buñuel sustituía el Campari por Carpano. Es precisamente el Carpano
lo que le da un sabor especial a este cóctel, amargo, especiado, no apto para
paladares habituados a las bebidas endulzadas y más amables. Buñuel era también
apasionado a la buena mesa, como contaba muy bien el igualmente desparecido Alberto
Sánchez Millán. Así, en Zaragoza, Madrid, Los Ángeles, Nueva
York y luego en México, buscó siempre lo mejor y más exquisito.
Contaba
Buñuel: «Este coctail lo tomo preferentemente por la noche, antes de sentarme a
cenar. En este caso la presencia de la ginebra que domina, que domina en
cantidad sobre los otros ingredientes, es un buen estímulo para la imaginación.
¿Por qué? No lo sé. Pero doy fe». A Buñuel le gustaba mucho Chicote, plagado de
bellos recuerdos. También el Oak Bar del hotel Plaza en Nueva York. Solía decir
a sus amigos: «Si pasas por Nueva York y quieres saber si estoy allí, ve al bar
del Plaza a las 12. Si estoy en Nueva York, allí me encontrarás». Buñuel
regresó a Los Ángeles, donde Georges Cukor le invitó a un almuerzo con comensales
como Alfred Hitchcock, Billy Wilder, Robert Wise o John Ford, que le acogieron con
los brazos abiertos. Un año más tarde, recibió el Óscar por 'El discreto
encanto de la burguesía'.
Etiquetas: Tardes de cine y palomitas
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