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viernes, enero 26

Desenterrando a Nerón

(Un texto de Matías Schulz en el XLSemanal del 4 de septiembre de 2016)

Pasó a la historia como un emperador cruel y depravado y sin duda hizo méritos para ello. Sin embargo, algunos historiadores quieren rehabilitar la figura de Nerón. Al mismo tiempo, los restos de su espectacular Palacio Dorado, localizado en Roma, aportan nueva luz sobre el personaje.

Un día de diciembre del año 37, Agripina -una aristócrata romana- trajo al mundo a un bebé que nació de nalgas y que tiempo después, ya como soberano de medio mundo, disfrutaría enseñando el trasero y saltándose uno tras otro todos los tabúes de la época. Cuando tenía que gobernar, cantaba; en lugar de engendrar hijos, se casó con dos hombres y, en lugar de honrar a su madre, hizo que la apuñalaran.

A la edad de 30 años, Nerón cargaba ya con tantos desastres sobre sus espaldas que el Senado decidió aplicarle el castigo denominado damnatio memoriae. su recuerdo fue borrado de los anales y se le obligó a suicidarse.

Los principales responsables de su ‘mala reputación’ son sobre todo sus primeros biógrafos: Tácito, Dion Casio y Suetonio. Ninguno de ellos transmitió nada positivo sobre el soberano. Lo acusaron de infectar Roma, quemar a los primeros cristianos y crucificar a los apóstoles Pablo y Pedro. Según la interpretación cristiana, en la Biblia aparece citado como bestia satánica con la marca 666 en la frente, el código hebreo para el nombre del Anticristo.

La investigación histórica más reciente se está esforzando en construir una imagen diferente. El italiano Massimo Fini habla de «dos mil años de difamaciones». Según él, Nerón fue un «estadista excepcional» que impulsó una «revolución cultural». El nuevo libro del historiador Holger Sonnabend, experto en la Antigüedad clásica, lo alaba como «maestro de la escenificación» del poder político.

Para estos nuevos defensores de Nerón, la historia de que mató a su mujer, embarazada, de una patada en el vientre es un rumor malintencionado. Según ellos, lo más probable es que la pobre mujer falleciera a consecuencia de complicaciones prenatales. Nerón ni siquiera sería culpable de haber iniciado el gran incendio del año 64 después de Cristo, ya que en aquel momento se encontraba fuera de Roma, huyendo del calor del verano en la capital… aunque bueno, eso no le habría impedido haber pagado para que alguien desatara aquel infierno que consumió la ciudad.

La ciudad alemana de Tréveris ha dedicado recientemente tres fascinantes exposiciones a Nerón. Marcus Reuter, director del museo, no está de acuerdo con la acusación de que el emperador estuviese loco. Para probarlo, encargó un peritaje al psiquiatra vienés Harald Aschauer. Según su informe, no se puede constatar la existencia de una enfermedad mental relevante, ni siquiera un «trastorno narcisista de la personalidad».

Un delirio constante

Pero lo cierto es que algunas razones permiten cuestionar esta última afirmación, como por ejemplo la constancia de que Nerón contrataba a cinco mil personas para que lo alabaran sin pausa durante sus actuaciones en el teatro. El emperador vivía en un delirio constante. Y siguen quedando multitud de datos inquietantes como haber eliminado a sangre fría a la mitad de los miembros de su familia; entre ellos, a dos consortes, a su madre, a una tía y a un hermanastro. Su ejercicio del poder fue torpe y atolondrado. Cuando su sucesor, Vespasiano, hizo inventario, descubrió que en las arcas estatales faltaban cuarenta mil millones de sestercios… El mayor despilfarrador del mundo se había dado una vida padre.

En descargo de este libertino se suele decir que durante mucho tiempo fue un instrumento en manos de su perversa y ambiciosa madre, Agripina. La huida de Nerón hacia el mundo del arte habría sido un intento de liberarse de esa manipulación. Ya de niño empezó a tocar la cítara. También escribía poesía, pintaba y esculpía.

Su vida sentimental también quedó marcada por la frialdad afectiva de su madre. Suetonio cuenta que, en sus juegos sexuales, el jovencísimo Nerón se cubría con pieles de animales, olisqueaba los genitales de esclavos atados y luego se sometía entre sonoros gemidos.

Mientras tanto, Agripina se inmiscuía cuanto podía en los asuntos de gobierno, pero el filósofo Séneca y Sexto Afranio Burro -prefecto del pretorio y encargado de la dirección del Estado- pusieron fin a sus maniobras y alejaron a Agripina del palacio imperial.

El apocalipsis estético

Poco después fue el propio Nerón quien, aún adolescente, empezó a darles problemas a los profesionales del gobierno. Se escapaba del palacio y paseaba por los bajos fondos de Roma bajo una peluca o disfrazado de esclavo. Le apasionaban las carreras y aprendió a manejar cuadrigas. Más tarde le dio por beber excrementos de jabalí disueltos en agua, el dopaje al que recurrían los aurigas de la época.

Toda esta sucesión de despropósitos alimentaba el descontento del Senado. Cantar y actuar eran actividades con mala reputación en la Roma de la época. Pero lo cierto es que el timón del Estado fue gobernado de una forma razonable durante cinco años. Mientras Nerón se divertía, Séneca manejaba los hilos desde la sombra.

Entonces ocurrió una atrocidad para la que la psicología todavía no ha terminado de encontrar respuesta. Nerón mandó asesinar a su madre. Lo intentó de varias formas y, una vez consumado el crimen, lo primero que hizo fue subirse por fin a un escenario y ‘consagrarse’ como actor.

Pero poco después el joven César empezó a inmiscuirse cada vez más en la política, algo que normalmente no iba en beneficio del Imperio. El responsable de las finanzas romanas fue despedido. Séneca también acabó dejando su cargo, totalmente desquiciado por los caprichos del emperador. El nuevo consejero pasó a ser Cayo Ofonio Tigelino, un mal militar que había comenzado su carrera como criador de caballos de carreras y que se encargaba de ejecutar los asesinatos que su señor le ordenaba.

El Imperio fue cayendo en lo que se podría definir como un apocalipsis estético. Nerón instauró unos festivales en los que competían los mejores cantantes, poetas y aurigas de la época. Mientras Jerusalén hervía y en Armenia estallaban revueltas, el primer ciudadano del Imperio pasaba el día aprendiendo de memoria textos dramáticos, ya fuese el papel del ciego Edipo o el de un Hércules preso de la locura.

Todo esto le revolvía el estómago a la nobleza. La aristocracia se unió en la llamada conjura de Pisón… y fracasó en su tentativa de golpe de Estado.

Esta intentona dejó el camino libre para una última gran locura. Su majestad, el esclavo de las musas, se embarcó en una gira de conciertos por Grecia. Acompañado por una caravana de miles de personas, fue de concurso en concurso durante 15 meses. Finalmente, el césar volvió a Roma en triunfo, subido a su carro y vestido de púrpura en su condición de soberano de la música. Se sacrificaron animales en su honor y se roció el camino con vino especiado.

El espectáculo podría haber seguido así eternamente. Al pueblo llano le gustaba su festivo emperador. Lo malo es que no tardaron en escasear los fondos, sus fieles empezaron a abandonarlo y el Senado acabó declarándolo enemigo público.

Al final, el desgraciado césar terminó solo y arruinado, abandonado en una villa de los alrededores de Roma. Gritó: «¡Qué artista muere conmigo!», y a continuación -condenado a suicidarse- se hundió una daga en la garganta.

AGRIPINA, LA MADRE MALVADA

Agripina, hija del noble Germánico, engendró a Nerón con un aristócrata disoluto. Luego, confabuló contra su hermano, Calígula, pero fracasó y fue desterrada. Al volver, se casó con el siguiente emperador: Claudio. Aunque este ya tenía tres hijos, Agripina logró que Nerón fuera nombrado sucesor al trono. Una vez que selló el arreglo, envenenó a su esposo con un plato de setas.

No tuvo un final feliz. En el año 59, Nerón ordenó hundir el barco en el que viajaba su madre. No funcionó. Se salvó nadando. Antes, ya había intentado matarla con un mecanismo de placas de plomo sobre su cama listas para caer sobre ella. Pero el rebuscado aparato solo la hirió. Así que Nerón tuvo que optar por el procedimiento tradicional. Ordenar su ejecución acusándola de haber intentado matarlo a él.

POPEA, LA ESPOSA INTRIGANTE

Nerón se convirtió en emperador con 16 años y para entonces ya lo habían casado con su hermanastra Claudia Octavia, a la que mandaría ejecutar. Luego se casó con «la mujer más hermosa de su tiempo», Popea, con la que llevaba ya años de relación, mientras era la esposa de un amigo. Popea conspiró mucho y se le atribuye haber intrigado para que Nerón matase a su madre. Pero Popea también acabó mal. En el 65, estando embarazada, Nerón -dicen- la pateó en el vientre, matándola. Para reemplazarla, se casó con un joven, Esporo, que se parecía a su mujer fallecida, al que mandó castrar y al que llamó Sabina, segundo nombre de Popea.  

Domus Aurea, el palacio de sus sueños

La mayor parte del dinero que derrochó Nerón se lo tragó su Domus Aurea, la casa dorada. Durante mucho tiempo, sólo se conocía este palacio por las descripciones en documentos antiguos. Ahora, los arqueólogos han empezado a estudiar el lugar y constatan lo lujosa que fue la Corte de Nerón antes de ser enterrada.

En el año 64 una gran parte de Roma ardió. Según parece, incendiada por Nerón, aunque algunos lo cuestionan. Sea como fuera, tras el incendio, el emperador expropió parcelas y así reunió el terreno necesario para levantar su palacio, que encargó a los arquitectos Severo y Celer.

Nerón ordenó que le hicieran una escultura de bronce de 36 metros. Era más alta que la estatua de la libertad. Suetonio cuenta que, al entrar por primera vez en su Domus Aurea, con sus 300 estancias, Nerón exclamó: "¡Bien! Ahora por fin puedo comenzar a vivir como un humano".

Los salones estaban forrados de oro y tenían incrustaciones de piedras preciosas y marfil. Algunos techos se abrían para arrojar flores y perfumes en las fiestas.

Tras el suicidio del emperador (68 d.C.) el palacio fue saqueado y más tarde cubierto con escombros por orden de Trajano. Donde estaba el lago artificial está ahora el Coliseo. Las estancias permanecieron ocultas hasta el s. XV, cuando un joven cayó accidentalmente por una hendidura. 

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