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jueves, enero 18

Jane Marcet, economía en tiempos de la Ilustración

(Un texto de Ángeles González-Sinde en la revista Yo Donna del 31 de enero de 2015)

Nació en 1769, hace la torta de años, y hasta el sábado, cuando escuché en la radio a Pepa Fernández hablar de ella, ignoraba su existencia. Era la mayor de 12 hermanos y, como a los 16 murió la madre, pasó a hacerse cargo de la casa y de su educación. Su padre era un comerciante con una fortuna importante, que además se interesaba por la ciencia y la literatura, y celebraba reuniones en su salón con la flor y nata de la intelectualidad. Entonces se cultivaba el delicioso arte de la conversación y el intercambio de ideas, y ella organizaba la intendencia, pero no podía evitar pegar la oreja e interesarse por todos los asuntos. Para eso, al fin y al cabo, había recibido una esmerada educación. Era la época de la Ilustración y se creía firmemente que el acceso al conocimiento cambiaría la vida de todos para mejor. En 1799, ya talludita, en  encontró al hombre adecuado, ese que no le exigiría quedarse en casa, sino que compartiría con ella la pasión por el pensamiento, y se casó.

Liberada de la carga de algo su familia, empezó a poner por escrito todo cuanto había aprendido en el salón y en la cocina, con los amigos de su padre por un lado y con la crianza de sus hermanos por otro. Ideó unos libritos que bautizó Conversaciones entre una profesora y sus dos alumnas. Eran para estudiantes pero interesaron por igual a los adultos, incluidos los especialistas, porque ella inauguró un género muy necesario: la divulgación científica.

Su manual Conversaciones sobre química llegó a reeditarse hasta 17 veces en Reino Unido y 23 en Estados Unidos. Otro compendio enorme repercusión fue Conversaciones sobre economía política, en el que explicaba, en un lenguaje accesible y ameno, las teorías más punteras de la época. Su prólogo es toda una declaración de principios: «La economía política, aun estando tan inmediatamente conectada con la felicidad y la mejora de la humanidad, y siendo objeto de tanta especulación y controversia por parte de hombres sabios, no está generalmente incluida en la formación de los jóvenes». Y dedica el primer capítulo a señalar los errores en que caemos por ignorar la ciencia económica.  

Se llamaba Jane Marcet y junto con otras que siguieron como Harriet Taylor, la mujer de John Stuart Mill, se dedicaron a estudiar y analizar la economía, solo que sus nombres no pasaron a la historia y, poco a poco, sus aportaciones fueron eliminadas de los libros. En España, la  cosa todavía tardó más, porque hasta 1943 no tuvimos la primera mujer licenciada en Ciencias Económicas. Aún hoy pocas veces vemos en los medios a mujeres opinando de economía y sólo en una ocasión, en 2009, una mujer, Elinor Ostrom, ganó el Nobel de la materia. Era especialista en la gestión del agua y la energía y defendía los recursos naturales como bienes comunes, algo muy sensato.

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