Piratería musical de principios del siglo XX
(Un texto de Cristina Sánchez del
4 de abril de 2016 en elconfidencial.com)
El pionero de la 'descargas' que
pirateó ópera a principios del siglo XX. Y es que al bibliotecario de la Metropolitan Opera House de Nueva York se le
ocurrió registrar las voces de las estrellas de la ópera en cilindros de
fonógrafo.
"Hoy mi deseo largamente ansiado ha sido satisfecho. Compré un
fonógrafo Edison Home por 30 dólares". Lionel Mapleson expresaba así la
fascinación que le causaba aquel aparato desarrollado por el prolífico inventor
estadounidense. El gran día fue el 20 de marzo de 1900, según el diario en el
que plasmó por escrito su entusiasmo. Décadas antes de que se hicieran copias
de cintas de casete o discos protegidos por derechos de autor o de que los
archivos torrent comenzaran a estar en el punto de mira de las organizaciones
defensoras del 'copyright', Lionel Mapleson se convirtió en un pionero de la
piratería musical.
Bibliotecario de la Metropolitan Opera House, a Mapleson el oficio
le venía de familia. Sus antepasados británicos también se habían dedicado a la
preservación del patrimonio musical y su tío era un famoso promotor teatral. Sin
embargo, gracias a los novedosos cilindros de fonógrafo, el primer medio para
grabar y reproducir sonido, este joven se ocupó en el teatro neoyorquino de una
labor mucho más importante que la de sus antecesores.
El "fanático del
fonógrafo" que haría historia
A los pocos días de tener en su poder el que pasó a ser su juguete
favorito, Mapleson convenció a la soprano polaca Marcella Sembrich para que
acompañara con su voz un fragmento del vals 'Voces de Primavera' de Johann
Strauss delante de su aparato.
"En la presente, no trabajo ni como ni duermo bien. ¡¡Soy un
fanático del fonógrafo!! Siempre haciendo o comprando grabaciones",
aseguraba Mapleson en sus notas personales. Al año siguiente, se le ocurrió una
revolucionaria idea: registrar en cilindros de cera las voces en directo de las
grandes estrellas de la ópera. El bibliotecario decidió esconder su fonógrafo
en la caja del apuntador cuando los legisladores aún no se preocupaban por los
derechos de autor de las grabaciones sonoras. "Durante esta temporada, se
ha realizado una gran colección de cilindros de fonógrafo con las voces de
[Nellie] Melba y Jean de Reszke", apuntó en su diario.
A la famosa cantante de ópera australiana la grabó interpretando
Fausto, Romeo y Julieta o La Traviata. Al tenor polaco Jean de Reszke,
protagonizando Tristán e Isolda, donde compartía escenario con la soprano croata
Milka Ternina. De hecho, el de Mapleson es el único registro sonoro que aún se
conserva de aquellos dos famosos artistas. Como buen bibliotecario, apuntaba
cuidadosamente el título, la fecha y el reparto de la obra en los recipientes de
aquellos cilindros que encerraban fragmentos de tan solo dos minutos. Incluso
dejó claro que los cilindros eran suyos con un "LS Mapleson, grabado en la
MET Opera de Nueva York" en cada uno de ellos. Con el tiempo, también se
preocupó por la calidad del sonido. Instaló una enorme corneta, tan grande como
él mismo, en una pasarela a doce metros de altura del escenario. Así registró
la impresionante voz de la soprano francesa Emma Calvé interpretando a la joven
Margarita en Fausto, o la música de la orquesta dirigida por el italiano Luigi
Mancinelli en Hero y Leandro, además de otras óperas de una larga lista de
afamados cantantes y directores.
Un cuarto de siglo para
recuperar los sonidos.
En 1903, Mapleson comenzó a abandonar aquella afición por la que
sería recordado. Se rumoreó que el fin de aquella pionera actividad se debió a
que el aparato podía dañar la integridad física de los famosos cantantes si se
caía o a que la compañía Columbia quería grabar en su estudio a las grandes
estrellas de la Metropolitan Opera House en primitivos discos. En ese supuesto
caso, la empresa o los responsables del teatro podrían haber advertido a
Mapleson de que su pasatiempo podía acabar siendo un problema. Sin embargo,
nunca se supo con certeza por qué dejó de llevar su fonógrafo a las representaciones.
Por entonces, Mapleson ya había reunido una extraordinaria
colección que se convertiría en uno de los "legados más valiosos en la
historia de la grabación del sonido", según escribiría el crítico de ópera
estadounidense Peter G. Davis en 1985. Ese año, se publicaron seis discos de
vinilo que recuperaban la gran obra de este bibliotecario. Eso sí, él nunca supo
el esfuerzo que costó conseguirlo. Mapleson se negaba a dejar que las compañías
fonográficas volvieran a grabar los sonidos que encerraban sus cilindros, pese
a que le ofrecieron elevadas sumas por ello. "Son demasiado
personales", aseguró a The New Yorker en 1935. William Seltsam, que había
fundado el International Record Collectors' Club para preservar las grabaciones
de voz de actores y cantantes, consiguió que el bibliotecario le dejara dos
cilindros antes de morir dos años más tarde. Después, compró más de 120 a sus
hijos para que permanecieran en el teatro de la ópera. Otros acabaron en manos
de diferentes coleccionistas e incluso alguno se recuperó de una tienda de
segunda mano.
Ya en los sesenta, la Biblioteca Pública de Nueva York consiguió
hacerse con 135 de los cilindros de Mapleson que componen la única
documentación sonora de las representaciones de ópera en directo de la primera década
del siglo XX. Tras un intenso trabajo de restauración y una labor de
documentación en la que colaboraron sus descendientes, la biblioteca comenzó a
vender aquellos discos un cuarto de siglo después. En la página web aún pueden
escucharse algunos fragmentos de aquellas representaciones para los amantes de
la ópera que quieran disfrutar de ellos aunque, lógicamente, la calidad no sea
la mejor.
"Pasé un año y medio haciendo análisis acústicos de estos
cilindros y he descubierto que cuando comparo los resultados con los cilindros
de ensayo modernos, los cantantes de 1900 proyectaban mejor que los de ahora desde
un punto de vista técnico”, explicaba Tom Owen, el ingeniero de sonido de los
Rodgers and Hammerstein Archives de la Biblioteca Pública de Nueva York por
aquel entonces. "Estas actuaciones en directo son mucho mejores que el
reciente material en el que he trabajado", añadía el restaurador que
recuperó aquellos sonidos históricos. "La historia se repite, tenemos el
fonógrafo funcionando otra vez". En 1909, Mapleson escribió esta frase en
su diario. Sus hijos le habían animado a volver a utilizarlo como juego
infantil. Desconocía entonces que aquel aparato con el que tan buenos ratos
pasaba le haría ser considerado un padre de la piratería y, paradójicamente, de
la preservación del patrimonio operístico al mismo tiempo.
Etiquetas: Pongámosle música
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