Aquí (de verdad) no hay quien viva: los peores vecinos de tu vida
(Un texto de Raquel Marquez en elconfidencial.com del 12 de
septiembre de 2016)
La cultura
popular española está repleta de referencias al infierno de vivir en comunidades
de viviendas. Desde '13,rue del Percebe', el genial tebeo de Francisco Ibáñez
(precursor de 'Aquí no hay quien viva' y 'La que se avecina'), hasta 'La
comunidad', de Álex de la Iglesia, pasando por el cine de Berlanga o la web
'Drama en el portal'.
Aquí hay poco
suelo y muy caro, y demasiadas constructoras sin escrúpulos dispuestas a sacar
el máximo rendimiento. Patios minúsculos por los que se oye absolutamente todo
(pero no se ventilan los olores), paredes de papel, ascensores
claustrofóbicos... y una tendencia a espiar a los demás bastante preocupante.
Si además nuestros congéneres no saben convivir, no entienden eso de la higiene
personal o no controlan a su mascota... directamente es como para fantasear con
destierros a Siberia.
Hemos
consultado en redes sociales y hemos seleccionado algunos casos que espeluznan
a cualquiera: bienvenidos al portal del horror.
Drogas y basura (humana)
Ricardo (38
años), nuestro primer confidente, nos cuenta: "Mi vecino de enfrente tiene
dos negocios: primero, cultiva maría y la vende. Lo del coche aparcado enfrente
y el tipo que entra y sale a los dos minutos es habitual. Pero además cría
perros. Primero lo hacía con una raza grande, pero por motivos de espacio ha
cambiado a otra más pequeña. Hay que imaginar la cantidad de chuchos que pudo
llegar a tener, y claro, hay que limpiar. ¿Qué hacía? Todo al patio: abría el
desagüe y manguerazo. Hasta que un día la cañería dijo 'basta' y reventó en el
garaje sobre el coche de un vecino". La definición de 'negocios sucios que
salpican' a los demás.
El mismo
entrevistado tiene a otra 'elementa' dos pisos más arriba: "Para sacar la
basura, la tira al patio; es decir, sacude el mantel y lo que haya. Colillas,
trozos de vidrio... Encima es de las que se quejan: se le cae ropa que tiende a
mi tendedero y siempre espera a que la ponga en la zona de buzones en lugar de
bajar. Un día bajó y nos acusó de apropiarnos de una 'camiseta supercara' y lo
fue soltando por todas las esquinas. Hasta desmonté un armario donde guardamos
cosas para ver si estaba detrás, pero ni rastro. Se vengó tirando,
literalmente, mitades de ladrillo a mi patio, que cayeron en la piscina que
tengo y casi le dieron a mi perro en la cabeza". Pero donde las dan las
toman: "Una vez se le cayó un tanga de leopardo y se lo dejé medio metido
en su buzón; así, que se viera".
Otro
colaborador, sesenta y algo años, al que llamaremos Mario, dice: "Un día a
las tres de la mañana me empezaron a llamar a la puerta. Era la vecina de
arriba, reclamándome que daba yo portazos enloquecidamente. Le expliqué que
solo tenía una puerta y que solía estar abierta. La vecina tenía treinta y
pocos, rubia y no de mal ver, salvo por la mirada de esquizofrénica, la bata,
las chanclas y la mascarilla. En varias ocasiones más bajó enfurecida a
reclamarme los portazos; estaba como una manada de cabras suizas de LSD. Tenía
líos con todos los vecinos y lo suyo era claramente una esquizofrenia paranoide
de libro de texto... La mejor fue una ocasión en que tenía yo visita de amiga
con derecho a roce y la había tenido que apercibir del problema. En cuanto la
loca de arriba llamó a la puerta, mi visitante se metió al baño cuidando de no
cerrar la puerta. Cuando acabaron los gritos de varios minutos, la encontré
acurrucada dentro de la ducha, aterrada. Noche 'sexy' poca... Fueron meses de
horror hasta que un día la loca se marchó para casarse. Los vecinos compramos
unas cajas de cerveza e hicimos una pequeña reunión para celebrarlo en la
cochera del edificio".
'Neighbours from hell'
Pepe, 52 años,
confiesa que él también ha sido lo que llama un 'neighbour from hell' para otros, con sus sinfonías de Mozart a
todo volumen. Probablemente mejor que las prácticas de Dj a altas horas de la
noche de su huraño vecino contiguo. Cuando se fue, llegó una pareja... y la
cosa no mejoró del todo: "La muchacha profería unos alaridos en el acto
del 'amó' que eran para oírlos. Una noche que se quedó a dormir, mi madre vino sobresaltada
a decirme que creía que había 'un alma en pena'. 'Hombre, tanto como en
pena...', contesté yo".
Otra amiga,
Alicia, treintañera, ha tenido que elegir entre varios sujetos al que le parece
más destacable: "El hombre tenía montado un 'bisnes' de venta de droga al por menor y recibía clientes a todas
horas del día. Un buen día, cuando se dio cuenta de que yo ya me había coscado
de todo, llamó a mi puerta y me ofreció un par de paquetitos de 'género gratis'
a cambio de mi discreción. He de admitir que por ese entonces yo vivía la vida loca
y me pareció buena idea. Así que acepté. Craso error. A partir de entonces,
intentó utilizar mi piso (que estaba frente a su puerta) como almacén, porque
tenía a la 'pasma' con la mosca detrás de la oreja. Me negué. Otro día tuvo una
pelea en su casa con un cliente insatisfecho y se refugió en mi casa mientras
el otro aporreaba la puerta y le amenazaba de muerte. Otro día, por fin, le
montaron una redada en casa pero se libró porque no tenía "género" en
ese momento. Cuando volvió de la comisaría me acusó de haberme chivado y me
lanzó amenazas veladas. Ahí acabó nuestra extraña amistad. Poco después, volvió
la policía a su casa y esta vez sí le pillaron. Creo que aún está en la cárcel,
planificando mi asesinato".
Una joven de
Madrid, María, tiene otra de arrojar cosas: "Tengo una vecina anciana, que
está un poco senil y vive con su hijo mayor. Total, que a la mujer a veces le
da por ahí y tira platos y huevos a la calle y al patio interior. Lo malo es
que en la calle hay tres terrazas y ahora están llenas. Lo cual resulta
bastante peligroso. Y cuando los tira al patio interior, además de manchar la
ropa tendida, nos da un susto de muerte a los vecinos. Imagínate, estás ahí
comiendo tan tranquilo en tu casa y de pronto oyes PUM PUM. Y son platos de
porcelana estrellándose contra el suelo". Algunas no aguantan nada, ¿eh?
Todo el que
tenga hijos sabe que, al menos durante los primeros tiempos, hay que aguantar
lloros incontrolables. Pero algunos no lo aceptan. Esto le pasó a otra
consultada, Gracia (36): "La vecina de abajo me llamó a las dos de la
mañana y me preguntó por qué no hacía nada para hacer callar a mi hija. Le
contesté que había pensado en tirarla por la ventana pero que me daba no sé
qué. Entonces amenazó con llamar a la policía. Le dije: 'Llama, llama, a ver si
se la llevan y dormimos todos'. Pero se lo tomó mal y encima no llamó".
Así no hay manera.
No se lo olían
A Laura se le
agolpan las historias. Recientemente ha sufrido a un vecino que entrena a su
loro para que se pase el día silbando. "Desde el clásico 'fiu, fiu guapa'
a la 'Marcha imperial' de 'La guerra de las galaxias'. Estas vacaciones nos
despertamos cada día al amanecer gracias al loro. El abuelo de la familia se
entretenía entrenándolo y luego se iba, dejándonos a todos con la gracieta. El
pajarillo cantaba cada vez que veía luz". Pero tiene otra historia más
extravagante. Cuando vivía en el Borne en Barcelona, "los yonquis entraban
a consumir haciendo ruidos asquerosos. Cuando se pasaban mucho, llamábamos a la
guardia urbana, pero a la noche siguiente volvían. Esta situación aguzó el
ingenio de un vecino, que decidió untar el portal de Nocilla para que pareciera
diarrea y disuadirles de sentarse en el portal. La idea funcionó en ese
sentido, pero claro, también era asquerosa para el resto, en especial para los
que necesitábamos deslizar una maleta por el suelo, los encargados de limpiar o
los que ya habían vomitado antes de saber lo que era". Lo que se dice una
obra de arte para los cinco sentidos.
El vecino de
arriba de Ana (30) un día llamó a la puerta a eso de las 10 de la mañana:
"Cuando lo vi por la mirilla, pensé que se le había caído un calcetín o
algo al patio. Yo vivo en un primero y puedo acceder a él. Abrí la puerta y lo
veo con un 'flis' de estos de limpiar y un paño atado al cinturón, rollo escuadrón
de limpieza. Me dice que ha sacudido una alfombra gigante y ha caído mucha
mugre a mi ventana y me la va a limpiar, ¡que no puede dejármela así! Quería
meterse en mi casa a limpiar los cristales de mi habitación. Estaba mi hijo,
que tenía poco mas de un año, la cama sin hacer... Un cuadro. El caso es que le
dejé y quedaron superlimpias". Ojalá todos los vecinos invasivos fueran
así.
Los vecinos de
abajo de David (cuarenta y pocos) eran los encargados de cocinar la comida
china que se vendía en Gran Vía, años 2001 a 2004: "Los fines de semana
por la noche, un olor a fritanga subía por el patio a la vez que se oía el
crepitar de un 'wok'. Si me pillaba con la ventana abierta, me provocaba
arcadas... En esa misma época tuve una compañera de piso que cuando mantenía
relaciones sexuales cerraba la puerta, subía el volumen de la música y entonces
todo el edificio podía oírla gemir por la ventana que dejaba abierta y daba al
patio. El sonido tenía una especie de eco reverberante".
Mejor cómprate un gato
En casa de sus
padres, Sergi tuvo a una familia estupenda... para este artículo. Ponían la
música a un volumen curioso: "Temblaban las ventanas. Y subía, vaya que si
subía y les decía que la bajaran, pero nada, 10 minutos y como un ariete contra
portón. Y solo ponían ¡¡dos canciones!! Y hablo de estar semanas así, con dos
temas que alternaban todo el santo rato, el pequeño ponía 'Bonito bonito eres',
de Yolanda Ramos, y el mayor 'How you remind me', de Nickelback. He acabado
odiando ambas canciones a muerte, a unas 6-7 veces la hora". Ni Mozart
componía tan bien como para eso. Además, nos explica que eran un poco amigos de
lo ajeno. Dos hermanos distintos de la misma familia intentaron robar en la
casa aprovechando que había confianza en la comunidad y se dejaban puertas
abiertas: "Era sintomático en esa familia que tenían que robarnos sí o sí".
Emilia y su
marido vivieron una pesadilla en la sierra de Madrid con un vecino que se la
tenía jurada a su gato por un quítame allá esas caquitas en el jardín. Un buen
día abrieron la puerta para salir a la calle y se encontraron unas
deposiciones, presumiblemente de su mascota, en una caja cerrada con primor,
como un regalo. Nos recuerda a la cabeza de caballo de 'El padrino', porque,
aunque no se demostró si fue la misma persona, poco después escucharon un
disparo y acto seguido vieron al gato, "corriendo a toda leche sangrando
para casa. Lo llevamos al veterinario y le sacaron la bala. Nadie vio nada,
nunca se supo más", nos dice Emilia. Uno de esos casos que justifican
aquello de que "los animales son mejores que las personas". Por lo
menos, mejores que algunos vecinos.
Etiquetas: Alégrame el dia
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