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sábado, enero 20

La vida es puro Cabaret



(Extraído de g. Goenaga de la revista Mujer de hoy del 13 de abril de 2013)

Vuelve en tiempos de crisis porque es barato; mata el hambre (de los actores) y se ríe de las desgracias (y de los que las provocan) con nocturnidad y alevosía. 

Canalla, satírico y picante. También ágil, variado y nocturno. Y gamberro, burlón, osado. A la hora de definir exactamente qué es el cabaret, la interminable lista de adjetivos que se le ajustan como un guante no hace más que subrayar su principal característica: es un formato capaz de asumirlo todo. Punto de encuentro de diferentes disciplinas escénicas, ya sea el teatro, el musical, el circo o el striptease, el cabaret fue una moda importada en los años 20, con una estética todavía reconocible que nos lleva al París o al Berlín de entreguerras, y un humor mordaz propio de unos tiempos revueltos e inestables. Exactamente igual que estos que estamos viviendo. De ahí el imparable resurgir del género en nuestro país en los últimos años, mayor si cabe que en otros en las mismas circunstancias, con espectáculos de todo tipo: desde grandes producciones como "The Hole", que lleva tres años en el teatro Calderón de Madrid, a shows independientes en sesiones golfas por cafés y pequeñas salas por toda nuestra geografia. 

[…] 

La historia nos cuenta que el cabaret entró en España por Cataluña, vía París -donde había nacido con Le chat noir (1881) y el Moulin rouge (1889)-, y se desarrolló, a principios del siglo XX, en capitales: sobre todo Madrid y Sevilla. "En cierto modo le ocurrió como a la zarzuela: adquirió popularidad como reacción a la invasión de ópera italiana y francesa en los teatros. El pueblo quería su música -apunta Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro, quien además gusta de referirse al cabaret siempre como ‘género ínfimo', alineado al "grande” de la ópera y al "chico” de la zarzuela-. En Madrid, por la parte del rastro, surgieron pequeños locales que ofrecían espectáculos a la salida de los teatros. Estos lugares eran puro hampa: más por el público asistente que por el espectáculo en sí". Era un ambiente donde se reunían pequeños delincuentes, traficantes y mujeres ‘de mal vivir', pero también señoritos aventureros de clase alta.

Tras la guerra y la postguerra, con el cambio de espíritu y moralidad del franquismo, el cabaret murió perseguido. Pero, años después, a mediados de los 50, con el comienzo de la apertura, surgiría la Revista, como una adaptación española del "music hall" americano. Incluso el célebre Teatro Chino de Manolita Chen era más un teatro ambulante con variedades que un cabaret en sentido estricto. Con la Transición, y la llegada de  películas como la mítica "Cabaret"  (1972) de Bob Fosse, volvería el  género de una forma más berlinesa  y europeizada. Hasta hoy.

"El cabaret siempre retoma en tiempos de crisis. Es, para el teatro, como comer frutos secos: barato y mata el hambre", dice Peláez.

Y es que el cabaret es inconcebible sin ese ambiente un poco golfo y osado, donde corre el alcohol y se amplían la sensualidad, la picaresca y los sueños.[…]

Pero, ¿y qué pasa con el erotismo? Porque durante años, sobre todo en las épocas de cierta represión moral, uno de los acicates que hadan bullir de público a éstos espectáculos era el tono sexy, la sensualidad y picardía de las situaciones, cuando no la evidente desnudez de sus intérpretes. Un erotismo de liguero y corsé, que claro que sí, ha vuelto con el cabaret actual: […]

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