La vida es puro Cabaret
(Extraído de g. Goenaga de la revista Mujer de hoy del 13 de
abril de 2013)
Vuelve en tiempos
de crisis porque es barato; mata el hambre (de los actores) y se ríe de las
desgracias (y de los que las provocan) con nocturnidad y alevosía.
Canalla, satírico y picante. También
ágil, variado y nocturno. Y gamberro, burlón,
osado. A la hora de definir exactamente qué es el cabaret,
la interminable lista
de adjetivos que se le ajustan como un guante no hace más que subrayar su principal
característica: es un formato capaz de asumirlo todo. Punto de encuentro de diferentes
disciplinas escénicas, ya sea el teatro, el musical, el circo o el striptease, el
cabaret fue una moda importada en los años 20, con una estética todavía
reconocible que nos lleva al París o al Berlín de entreguerras, y un humor mordaz propio de unos tiempos revueltos e inestables.
Exactamente igual que estos que estamos viviendo. De ahí el imparable resurgir del
género en nuestro país en los últimos años, mayor si cabe que en otros en las
mismas circunstancias, con espectáculos de todo tipo: desde grandes
producciones como "The Hole", que lleva tres años en el teatro Calderón
de Madrid, a shows independientes en sesiones golfas por cafés y pequeñas salas por toda nuestra geografia.
[…]
La
historia nos cuenta que el cabaret entró en España por Cataluña, vía París -donde
había nacido con Le chat noir (1881) y el Moulin
rouge (1889)-, y se desarrolló, a principios del siglo XX, en capitales: sobre todo
Madrid y Sevilla. "En cierto modo le ocurrió como a la zarzuela: adquirió popularidad como reacción a la invasión de ópera italiana y francesa en los teatros. El
pueblo quería su música -apunta Andrés Peláez, director del Museo Nacional del Teatro,
quien además gusta de referirse al
cabaret siempre como
‘género ínfimo', alineado al "grande” de la ópera y al "chico” de la zarzuela-. En Madrid, por la
parte del rastro, surgieron pequeños locales que ofrecían espectáculos a la
salida de los teatros.
Estos lugares eran puro hampa: más por el público asistente que por el espectáculo en sí". Era un ambiente donde se reunían
pequeños delincuentes, traficantes y mujeres ‘de mal vivir', pero también
señoritos aventureros de clase alta.
Tras la
guerra y la postguerra, con el cambio de espíritu
y moralidad del franquismo, el cabaret murió perseguido. Pero, años después, a
mediados de los 50, con el comienzo de la apertura, surgiría la Revista, como una
adaptación española del "music hall" americano. Incluso el célebre Teatro
Chino de Manolita Chen era más un teatro ambulante con
variedades que un cabaret en
sentido estricto. Con la
Transición, y la llegada
de películas
como la mítica "Cabaret" (1972) de Bob Fosse,
volvería el género
de una forma más berlinesa y europeizada. Hasta hoy.
"El
cabaret siempre retoma en tiempos de crisis. Es, para el teatro, como comer
frutos secos: barato y mata el hambre", dice Peláez.
Y es
que el cabaret es inconcebible
sin ese ambiente un poco golfo y osado, donde corre el alcohol y se amplían la
sensualidad, la picaresca y los sueños.[…]
Pero,
¿y qué pasa con el erotismo? Porque durante años, sobre todo en las épocas de
cierta represión moral, uno de los acicates que hadan bullir de público a éstos
espectáculos era el tono sexy, la sensualidad y picardía de las situaciones,
cuando no la evidente desnudez de sus intérpretes. Un erotismo de liguero y corsé,
que claro que sí, ha vuelto con el cabaret actual: […]
Etiquetas: Culturilla general
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home