Muerte de una sufragista
(Un artículo de Luis Reyes en la revista Tiempo del 12 de
junio de 2015)
Epson, 4 de junio de 1913. Emily Davison se
arroja sobre el caballo del rey en las carreras de Derby.
La mujer pasó por debajo de la barrera que contenía a los
espectadores y entró en la pista de carreras. Parecía saber lo que quería,
había dejado pasar los primeros caballos pero se puso delante del
antepenúltimo, e hizo ademán de cogerle las riendas. Llevaba algo en la mano,
algo de tela. El animal la arrolló y cayeron en una impresionante melée
caballo, jinete y espectadora.
El público lanzó un grito de espanto unánime, pero no había
terminado la tragedia. El caballo logró ponerse en pie e inició una galopada
despavorida. El jinete, inerte, se quedó enganchado a un estribo, y fue
arrastrado como un guiñapo por Epson Downs, el más famoso campo de carreras del
mundo. La gente se dio entonces cuenta de que el jockey vestía la camisola con
los colores del rey. Lo que habían presenciado no era un accidente, ¡era un
sabotaje!
La autora de aquella barbaridad se hallaba en muy mal
estado, no solamente había sufrido un brutal choque con un caballo al galope
tendido, además los cascos del equino la habían pisoteado causándole la
fractura del cráneo y graves lesiones internas. La llevaron al hospital de
Epson Cottage, pero pese a todos los esfuerzos de los médicos murió cuatro días
más tarde. Su cortejo fúnebre por las calles de Londres, contemplado por
multitudes, constituyó una gigantesca manifestación de correligionarias de la
fallecida, que por millares acompañaban al féretro. Fue uno de los momentos
cumbres del movimiento sufragista, la lucha por el voto femenino de unas
mujeres que decidieron pasar a la acción, sacrificando si hacía falta su vida.
La mártir se llamaba Emily Davison y tenía 30 años. Había
nacido en 1872 en Blackheath, un suburbio de Londres con tradición de rebeldía
y bandolerismo, que en tiempos estuvo lleno de horcas donde se dejaban pudrir
numerosos cadáveres de los levantiscos, para que sirvieran de ejemplo a los
vecinos. Emily fue una estudiante tan brillante que logró una beca para el
Royal Holloway College, universidad para mujeres hacía poco fundada por un
filántropo. Estudió literatura y lenguas extranjeras, pero la muerte del padre
dejó a la familia en situación precaria y tuvo que ponerse a trabajar, primero
como gobernanta en una casa, luego como profesora. Así logró ahorrar para
estudiar ciencias y lengua en el St Hugh’s College de Oxford, que también era
femenino. Obtuvo las mejores notas, pero en aquella época Oxford no extendía
títulos a las mujeres.
Las discriminaciones que sufría su sexo en aquella sociedad
la empujaron hacia el movimiento sufragista, afiliándose a la Unión Social y
Política de Mujeres (WSPU, en sus siglas en inglés) a los 24 años. El lema de
las sufragistas era “Hechos, no palabras”, y practicaban un activismo violento
que a veces rozaba el terrorismo. La Davison se convirtió enseguida en una
militante destacada, dedicada exclusivamente a la lucha desde 1908. Apedreó
edificios oficiales, provocó incendios, y llegó a atacar violentamente a un
hombre al que confundió con el famoso político Lloyd George.
Famosa por audaz. Cuando se confeccionó el censo de 1911 se
escondió en una alacena de la capilla del Parlamento, pasando allí precisamente
la noche que era referencia para fijar el domicilio. Al día siguiente pudo
declarar legalmente que su domicilio era “la Cámara de los Comunes”, el lugar
donde se excluía a las mujeres. Estuvo encarcelada en nueve ocasiones y se
declaró varias veces en huelga de hambre, sufriendo por ello force-feeding (alimentación forzosa) en
49 ocasiones.
Durante una de esas huelgas de hambre, cuando estaba
encarcelada por incendiaria en la prisión de Holloway –una curiosa coincidencia
de nombre con su primera universidad–, se arrojó por unas escaleras de hierro
de 10 metros, produciéndose serias lesiones. Podía parecer un intento de suicidio,
pero no lo era, sino una forma de llamar la atención del público sobre la
situación de las sufragistas, aunque llevada a un límite suicida. En realidad
parece un ensayo de lo que haría un año después, en el Derby.
El Derby de Epson, la prueba más prestigiosa del mundo
hípico, atraía masas de público y gran cobertura de los medios de comunicación,
hasta el punto de existir tres filmaciones distintas de lo que allí pasó, pese
a que el cine estaba en sus balbuceos. Parece que poco antes, en un parque
junto a la casa de la madre de Emily Davison, un grupo de sufragistas se había
entrenado en detener caballos. El plan de Davison era coger por las riendas en
plena carrera a Anmer, el caballo propiedad del rey, y atarle una banda de tela
con el lema “Voto para las mujeres”, para que entrase en la meta mostrando la
consigna sufragista.
La Davison no pretendía suicidarse, como se ha especulado.
Llevaba en su bolso un billete de ida y vuelta, y una entrada para un baile
sufragista de aquella misma noche, y poco antes le había escrito a su hermana
anunciándole que pasaría las vacaciones con ella. Lo que sucede es que en su
radicalismo no le importaba jugarse la vida en una acción que, objetivamente,
era suicida. Emily no iba sola, la acompañaba otra militante de armas tomar,
Mary Richardson, que al año siguiente obtendría también atención mundial
rajando la Venus del espejo de Velázquez. También estuvo a punto de morir, pero
no a los pies de los caballos, sino de la multitud, que al darse cuenta de que
participaba en la acción de Davison intentó lincharla. A los ingleses no les
gusta que interrumpan las carreras...
Emily Davison se convirtió en una mártir del movimiento, y
sin duda su acción contribuyó a sensibilizar a una opinión pública cada vez más
proclive al voto femenino –se conseguiría cinco años más tarde, en 1918–.
Anmer, el caballo de Jorge V, no tuvo un brillante currículo, solo ganó una
carrera menor. El jockey Herbert Jones, de forma milagrosa, salió indemne de
cuerpo, aunque no de espíritu, pues decía estar “obsesionado por la cara de esa
pobre mujer”. Se convirtió en simpatizante del sufragismo y 25 años más tarde,
en el entierro de la fundadora del movimiento, Emmeline Pankhurst, llevó una
corona que decía “Para honrar a Mrs Pankhurst y a Miss Emily Davison”.
Etiquetas: En femenino, Pequeñas historias de la Historia, s.XX
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