Edmond Halley, al servicio de su majestad
(Un texto de Miguel Barral en el suplemento Tercer Milenio
del Heraldo de Aragón del 7 de noviembre de 2017)
El
famoso astrónomo y matemático Edmond Halley fue también un agente al servicio
de su Majestad. Reclutado por la Royal Navy, se embarcó en una misión secreta
que le llevó a realizar el primer mapa que refleja la desviación magnética de
la brújula según la posición.
La
aparición de la brújula –ya fuese inventada o adoptada procedente del lejano
Oriente– en la Italia del siglo XIII marcó un antes y un después para la navegación.
Si hasta entonces los marineros y naves se limitaban a desplazarse cerca de la
costa y con buenas condiciones de visibilidad a fin de tener una referencia de
su posición, a partir de ese momento dispusieron de un instrumento que les
permitía orientarse en mar abierto y sin depender (tanto) de las condiciones meteorológicas.
Así pues, la brújula permitió abandonar la orilla para adentrarse en el inmenso
océano, propiciando el comienzo de la era de las grandes travesías y
exploraciones marítimas.
Pero,
en el transcurso de estas travesías, los marineros descubrieron que la brújula
no apuntaba exactamente al polo norte geográfico sino al magnético. Esta
diferencia se denominó variación o declinación magnética. También constataron
que el valor de dicha variación cambiaba conforme se desplazaban por el océano.
Es decir, que no era un valor constante en todo el globo sino que oscilaba en
función de la posición. Pero eso no era todo, conforme se acumulaban navegaciones
y experiencias, datos y medidas, también se constató que la variación magnética
en un determinado punto podía oscilar con el paso del tiempo.
En
1696, el famoso astrónomo británico Edmond Halley (1656- 1742) formuló una
teoría para explicar este fenómeno. La Tierra estaba formada por una corteza
externa sólida y fija y un núcleo interno, líquido, que se desplazaba, rotaba.
Una y otro producían su propio campo magnético, siendo el campo magnético
global el resultado de la interacción de ambos. En consecuencia, el movimiento del
núcleo, y de su campo magnético asociado sería el
responsable de las oscilaciones en la variación magnética tanto en el espacio como
en el tiempo. Posteriormente, esta teoría se demostró incorrecta, pero ni mucho
menos descabellada y ni tan siquiera muy alejada de la realidad.
Ahora sabemos que, en efecto, el planeta posee un núcleo fundido o
líquido en movimiento. Y que son los complejos procesos hidrodinámicos que se
producen en el centro del planeta los que inducen las variaciones en el campo
magnético terrestre.
EL
PROBLEMA DE LA LONGITUD
Halley también estaba convencido de que conocer y entender la
declinación
magnética era la clave para resolver el problema de la longitud, la asignatura
pendiente de la navegación en alta mar durante siglos.
Este
problema radicaba en encontrar un sistema, método o instrumento que permitiese
determinar de forma suficientemente precisa la longitud, del mismo modo que la
brújula permitía conocer la latitud. La nación que dispusiese de esa capacidad
gozaría de una enorme ventaja naval frente a las naciones rivales. Por ello, los
gobiernos y monarcas de las potencias europeas ofrecían sustanciosos premios y
recompensas a quien lograse el ansiado objetivo. Además de la gloria y
prestigio que llevaría aparejado.
En 1698 Edmond Halley era reclutado por la Royal Navy británica para
embarcarse en el plan que él mismo había presentado un lustro antes a la reina
Mary II: una navegación alrededor del mundo durante la que pudiese realizar
precisas medidas de la variación magnética y, a partir de ellas, alcanzar la
solución para el problema de la longitud.
DOS
GRANDES TRAVESÍAS
A bordo del ‘Paramore’, al astrónomo realizó dos grandes travesías
a lo largo y ancho del océano Atlántico. El objetivo oficial de la expedición, «navegar
el Atlántico sur hasta descubrir la costa de la Tierra Incógnita Australis, que
se supone se encuentra en algún lugar entre el estrecho de Magallanes y el Cabo
de Buena Esperanza», era en realidad una tapadera para mantener en secreto el
verdadero propósito en aras de no alertar ni poner sobre la pista a las
restantes naciones.
Con el mapa que Halley logró trazar, el primer mapa isogónico de
la historia, los marineros podían conocer la variación magnética en cada punto
del Atlántico y corregir su rumbo respecto a lo que marcaba la brújula.
Durante los siguientes años Halley se enfrascó, de forma
infructuosa, en establecer la pretendida relación entre declinación y longitud.
Hasta que, en 1737, el cronómetro marino inventado por John Harrison resolvía
por fin el problema de la longitud.
No obstante, el mapa trazado por Halley resultó tan exhaustivo y
preciso que continuó siendo de enorme utilidad y mantuvo su vigencia hasta bien
entrado el siglo XX. Y durante todo el siglo XIX, las líneas isogónicas fueron
conocidas como ‘líneas halleyanas’.
LÍNEAS
CURVAS SOBRE LOS MARES
Tras casi dos años embarcado, en 1701 y con
los datos obtenidos y las mediciones realizadas, Halley preparaba el primer mapa
isogónico de la historia, que abarcaba todo el océano Atlántico y en el que los
puntos con igual declinación magnética estaban unidos por líneas (isogónicas).
Tal y como explicaba el propio Halley en una de las leyendas que rotulaban el
mapa: «Las líneas curvas dibujadas sobre los mares permiten conocer de un
vistazo todos los lugares donde la variación de la brújula es la misma. Los
números en ellas indican cuántos grados de declinación presenta la aguja hacia
el Este o el Oeste respecto al Norte verdadero. Y la doble línea que pasa cerca
de las Bermudas y Cabo Verde señala dónde la aguja apunta al Norte verdadero sin
ninguna variación». Este mapa permitía al marinero conocer la variación magnética
y ajustar su rumbo.
Etiquetas: Grandes personajes
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