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sábado, mayo 19

Guerra a la caída facial

(Un texto de Stefanie Milla en el XLSemanal del 5 de febrero de 2017)

La firmeza se ha convertido en el gran desafío de la belleza. Repasamos las estrategias de prevención para conservar las fibras de colágeno, encargadas de mantener la tersura de la piel, en su sitio.

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¡Salvemos el colágeno!
Al colágeno le pasa como a nuestra cuenta corriente. por un lado entra (creamos nuevo) y por otro sale, ya que se destruye debido a la acción de la enzima colagenasa. En su estado ideal producimos más del que se destruye. así evitamos los números rojos. Pero llegan los años y, ¡ay!, cambian las tornas. Los mecanismos de destrucción aumentan, aniquilamos más colágeno del que producimos y el que se crea es de peor calidad.

Prevenir ¡siempre! es mejor que curar
Primero, las malas noticias
Ese equilibrio entre creación y destrucción de colágeno comienza a irse hacia el lado oscuro de la Fuerza a partir de los 18 años… Eso sí, ¡poco a poco! Por eso, lo más importante es prevenir. La doctora Natalia Ribé lo tiene muy claro. «Hay signos de la edad, como una mancha, que se pueden eliminar en cualquier momento, incluso a los 80. No es el caso de la flacidez. cuanto más tarde, más complicado es corregirla, a no ser que entremos en cirugía. Yo recomendaría comenzar a hacerse tratamientos preventivos, como una radiofrecuencia Thermage, a partir de los 35 años». La doctora Virtudes Ruiz está de acuerdo. «Este tipo de tratamientos los califico de ‘planes de pensiones’ para la piel, porque están allí para cuando esta más los necesita». Y aconseja cuidados extremos en una zona muy difícil de tratar: el cuello. «¡Se agradece mucho con el paso de los años!». ¿Las buenas noticias? Determinados cambios en nuestro estilo de vida serán nuestros mejores aliados en nuestro plan ‘salvemos el colágeno’.

Enemigos íntimos
¿Cuáles son los principales agresores del colágeno?
Sorpresa, sorpresa… el sol y el tabaco. Era de esperar, no? Lo que quizá se desconoce es hasta qué punto ambos son letales para nuestras pobres fibras de sostén de la piel.

La radiación ultravioleta arrasa con el colágeno, y lo hace sobre todo en dos formas. Poco a poco, día a día, a través de los rayos UVA, capaces de llegar hasta la dermis y la hipodermis. Y todo, en silencio. son constantes, y los tenemos por igual tanto en días de sol espléndido como de niebla espesa. ¿Y qué hay de los rayos UVB? El doctor Rafael Tomás, dermatólogo, explica que curiosamente al colágeno le afectan más las exposiciones solares intermitentes y muy agudas (esas ‘panzadas’ de quien nunca toma el sol y luego quiere quedarse hasta el último rayo en vacaciones) que la sobreexposición prolongada y constante como la que se produce en zonas de mucho sol.

Y el sol no está solo: el tabaco deshidrata, da un aspecto grisáceo y apagado a la tez, congestiona los poros, ataca nuestras reservas de vitamina C y ralentiza la reparación cutánea. ¿Lo peor? El humo de los cigarrillos provoca también en los fumadores pasivos un torrente de radicales libres que no deja títere con cabeza.

Buenas noticias: las cremas sí funcionan
¿Dónde queda la cosmética en la lucha contra los rasgos descendentes?
En un papel importante y de eficacia real. El secreto no está en las cremas que contienen colágeno. cuando se introduce como activo en una crema, su efecto no es reafirmante (la molécula es demasiado grande y no penetra en la piel), pero sí muy hidratante.

En cambio, los activos reafirmantes que interesan son aquellos que actúan como precursores del colágeno. sustancias como la vitamina C, que aplicada de forma tópica es muy bien aprovechada por la piel, o como los péptidos (uno de los grandes avances en cosmética), que desencadenan reacciones metabólicas que animan a la piel a producir más colágeno. No solo eso. como explica el doctor Rafael Tomás, se ha demostrado que usar cosmética que aporte sustancias hidratantes y nutritivas a la epidermis ayuda a que sus queratinocitos produzcan más ácido hialurónico, lo que a su vez lleva a mejorar el colágeno que se encuentra en la dermis y en los sistemas de anclaje cutáneos. Es decir. las cremas no solo actúan en la superficie, sino que al mejorar esa capa externa desencadenan reacciones positivas en todas las capas inferiores.

Heridas que curan
Curiosamente, la tecnología estética más puntera y eficaz pasa por dañar la piel
Eso sí, de forma controlada. Es la base de los tratamientos que estimulan la formación de nuevo colágeno, como los diferentes tipos de radiofrecuencia, el láser o los ultrasonidos. «Estamos en la era de la medicina regenerativa -explica la doctora Ribé-. Y esta es la base de tratamientos como la radiofrecuencia, que a través de un daño térmico -el calentamiento de las capas profundas de la piel a temperaturas de 42 a 45 grados- consigue una doble acción. Por un lado, tensa el colágeno existente y, por otro, estimula la fabricación de colágeno nuevo. El efecto de tensado es similar al que observamos al echar un filete (que es una proteína, como el colágeno) a una sartén. el calor hace que se contraiga y se vuelva más firme. En cuanto a la estimulación del nuevo colágeno, el mecanismo es similar al que se da cuando nos hacemos un corte, una herida a la que el organismo responde creando una cicatriz formada por fibras de colágeno. Lo que hacemos es crear un daño tisular controlado -el calor- que estimula esos fibroblastos».

Suplementos, ¿valen la pena?
En polvo, en pastillas, en gel…
Actualmente, el colágeno no solo se encuentra en la piel, sino que copa estanterías de farmacias y parafarmacias prometiendo mejorar la piel desde el exterior. Pero…  es exactamente así? El doctor José Vicente Lajo Plaza es una de las voces que recomienda apostar más por sustancias precursoras del colágeno que por esta proteína en sí. «Hay estudios que muestran que no se deposita necesariamente en la piel, sino sobre todo en huesos, articulaciones u otros órganos».

¿Qué se debe tomar entonces? «Es mejor proporcionar al organismo los nutrientes que el fibroblasto necesita para producir el colágeno, aminoácidos precursores como la prolina y la lisina. Y, cómo no, vitamina C», afirma el doctor Lajo Plaza. «Dos gramos al día en dos tomas, mañana y noche, para conseguir una absorción real».

AUTOMASAJE: LA SOLUCIÓN ESTÁ EN TUS MANOS
¿Y si la firmeza estuviera literalmente en nuestras manos? El automasaje facial es una herramienta gratuita que solo exige constancia. Milagros no hace, pero ayuda a tonificar la piel y mejora su microcirculación.

Mandíbula más firme. Cuando la separación entre cuello y rostro empieza a desdibujarse y lo que antes era una línea firme entre orejas y barbilla se convierte en una curva descendente, esta técnica puede potenciar su tensión si se realiza cinco veces seguidas una o dos veces al día, por la mañana y por la noche.

Primero se colocan los pulgares bajo la barbilla y los dedos índices sobre ella, moviéndolos con suaves gestos de pinzamiento, como si pellizcáramos la piel, desde el centro del rostro hasta las orejas. Al llegar a las orejas, se deben realizar cinco movimientos de bombeo rítmicos en el hueco que queda entre las orejas y la mandíbula, para ayudar al drenaje linfático.

Para terminar, se realiza el mismo movimiento, pero esta vez de retorno, desde los lóbulos hasta el centro de la barbilla.

Pómulos más pronunciados. Que nadie piense que acabará con unas facciones más afiladas que las de Greta Garbo, pero para que las mejillas abandonen su decaimiento y suban, si no el ánimo, al menos los pómulos, se puede hacer este masaje una vez al día, repitiendo el movimiento diez veces.
Se colocan los dedos índice y corazón en la base de las mejillas, empezando por el centro de la cara, cerca de la punta de la nariz.

Se llevan las yemas de los dedos en dirección ascendente hacia las sienes, siempre con movimientos de bombeo. Se ha de sentir cómo los dedos van subiendo las mejillas, como si sacáramos ‘mofletes’.
La presión debe ser firme, para conseguir un efecto real de drenaje y de estimulación del tejido cutáneo.

DISIMULA LA CAÍDA CON EL MAQUILLAJE

Efectos ópticos: es evidente que el maquillaje no reafirma, claro que no, pero ¡tiene efecto trampantojo! Una adecuada elección de colores y texturas contribuye a elevar los rasgos.

Mezclar una gota de sérum reafirmante o de un producto de efecto flash en la base de maquillaje ayuda a dar más luminosidad al rostro.

¿Mate? En el fondo de maquillaje no, gracias. Las texturas satinadas aportan frescura a la piel.

El colorete es ¡imprescindible! Un toque de color compensa visualmente el descenso de los tejidos. El tono debe ser suave -rosa bebé, coral delicado- y translúcido. Di ‘no’ a los marrones y ‘sí’ a los tonos que imitan el rubor de la sangre bajo la piel.

Para perfeccionistas del maquillaje: nada como marcar todo el hueso del pómulo con un melocotón muy suave, apenas un tono o dos más intenso que la piel. Después se puede añadir solo en el centro de las mejillas (en la ‘manzanita’ que se eleva al sonreír) otro pop de color, como lo llama la maquilladora Bobbi Brown, en un tono un poco más intenso.

Dibujar y definir bien las cejas es (casi…) como hacerse un lifting: unas cejas bien dibujadas y arqueadas siempre favorecen el rostro.

Un toque de iluminador sin demasiado glitter o de sombra en un tono hueso o beis claro bajo el arco de la ceja y en el área del párpado más cercano al lagrimal abre la mirada.

La flacidez hace que las ojeras se vuelvan más pronunciadas: un corrector cremoso se convierte en el mejor aliado para disimularlas.

El rizapestañas se hace imprescindible: un gesto tan sencillo como curvarlas y darles proyección ascendente hace que los ojos parezcan más grandes.

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