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domingo, julio 8

Baobab, el árbol de la vida

(Un texto de Stephan Maus en el XLSemanal del 30 de abril de 2017)

Es un árbol sagrado para todas las religiones que han entrado en contacto con él: los musulmanes, los cristianos, los bosquimanos… Llega a vivir miles de años y en su interior guarda un tesoro que salva vidas. Es el baobab de Madagascar.

El primer árbol que creó Dios fue el baobab. Lo hizo grande y poderoso y le dio una forma admirable. El baobab, satisfecho, contempló la sabana y pensó que sí, que había quedado muy bien. A continuación, Dios se puso a dar forma a una palmera. Cuando el baobab vio la palmera, se quejó al Creador. Quería ser más alto que ella. Así que Dios hizo al baobab un poco más alto.

Después, dio vida al flamboyán. El baobab se quedó mirando las vistosas flores de su nuevo vecino. ¿Por qué él no tenía nada de adorno? Se volvió a quejar a Dios, que le dio flores, unas muy fragantes, que además se abrían al anochecer.

Dios regresó a su tarea y creó la higuera. Y de nuevo el baobab se sintió contrariado. ¿Por qué él no tenía unos frutos tan carnosos y dulces? Volvió a quejarse al Creador. Pero incluso la paciencia divina tiene un límite: Dios arrancó al baobab de la tierra y volvió a plantarlo, solo que esta vez lo hizo cabeza abajo. Al menos, así lo cuenta una leyenda africana.

El explorador británico David Livingstone dijo que el baobab -también conocido como ‘árbol del pan del mono’ o ‘árbol botella’- era una «zanahoria enorme puesta del revés». Zanahoria o gigante haciendo el pino, se mire como se mire, el baobab es un milagro.

Multitud de mitos han surgido y crecido en torno a su figura. Originariamente, procede de Madagascar, el lugar donde se da la mayor parte de las variantes: seis en total. Fueron las corrientes marinas que recorren el océano Índico las que se encargaron de llevarlo también hasta el continente africano y Australia.

Su reproducción resulta sorprendente. En un momento dado, imposible de anticipar, sus semillas brotan en el lugar más insospechado. Y es que necesitan algo más que luz y un buen suelo, precisan de un poquito de estrés: un incendio, una sequía, un golpe o los agresivos ácidos y jugos del sistema digestivo de los animales que se alimentan de sus frutos. El baobab también cuenta con la ayuda de los pájaros, que extraen las semillas de los excrementos de los elefantes o los babuinos y las transportan hasta lugares distantes.

El árbol de los espíritus

El baobab es un árbol sagrado para todas las religiones con las que ha entrado en contacto: los musulmanes fabrican con él los recipientes que usan en la ruptura del ayuno; los cristianos tallan con su madera los cuencos que emplean para los bautizos. Los bosquimanos de Sudáfrica creen, por su parte, que las flores que el baobab ofrece albergan espíritus. Afirman por eso que aquel que ose arrancar alguna de esas flores será devorado por un león.

Al baobab le encantan los récords. Alcanza los 20 metros de altura y el perímetro de su tronco llega a los 5 metros. El ejemplar más grande del mundo se encuentra en Sudáfrica; tiene una antigüedad de 6000 años y su tronco ronda los 47 metros de perímetro.

Dicen que un baobab no consigue un aspecto verdaderamente vistoso hasta que llega a los 800 años, pero útil, lo que se dice útil, lo es desde mucho antes. Y tiene su lógica: si eres una criatura condenada a vivir cabeza abajo desde la Creación, lo mejor que puedes hacer es congraciarte con tu comunidad haciendo algo de penitencia. Durante la temporada de lluvias, el baobab almacena hasta 120.000 litros de agua en su tronco. Para los animales de la sabana, este árbol es algo así como una estación de servicio salvadora en mitad de la sabana. Los elefantes huelen el agua que almacena en su tronco, arrancan la corteza con sus poderosos colmillos y mastican la madera. El baobab también es un benefactor para el ser humano.

De su corteza se obtienen unas fibras muy resistentes, con las que luego se elaboran cuerdas, redes y cestas. Su polen se usa como adhesivo; las semillas se tuestan como granos de café y con su corteza se fabrica una especie de cerveza que exige tener una constitución a prueba de bombas.

La salvación de 800 familias

En algunas regiones de Madagascar, donde solo llueve dos o tres veces al año, llevaban generaciones usando el árbol como cisterna viviente. Los nativos de la zona eligen un ejemplar que tenga un tronco especialmente voluminoso, le presentan sus respetos y le hacen ofrendas. A continuación, perforan su corteza empleando pequeñas hachuelas. En el sur de la isla hay alrededor de un centenar de árboles cisterna de este tipo. Durante la estación seca abastecen de agua dulce a más de 800 familias.

Notas

La descomunal especie Adansonia grandidieri llega a medir 20 metros de altura; los ejemplares de mayor tamaño pesan como un Airbus A380. Cerca de la ciudad de Monrovia, al oeste de Madagascar, estos árboles forman un paisaje espectacular.

Un coloso caído: Cuando este árbol gigante envejece, en su tronco se forman oquedades en las que se deposita agua de lluvia que, en las épocas de sequía, es consumida por hombres y animales.

Hasta el último centímetro: Si un ejemplar cae, la gente se abalanza inmediatamente sobre él en busca de la madera y la corteza. 

Una fibra superresistente: De su corteza se obtiene fibra para cuerdas y cestas. En la imagen, esteras de baobab secándose al sol.
 
 
 


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