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domingo, agosto 26

Más que negocios (II): Adolf y Rudolf Bassler

(Un texto de Elena Castelló en la revista Mujer de Hoy del 12 de agosto de 2017)

Caín y Abel en el estadio. Los comienzos de esta historia de rasgos épicos son, sin embargo, muy tranquilos. En 1926, la pequeña ciudad de Hergogenaurach, en Baviera (Alemania), los hermanos Adolf (28 años) y Rudolf (26) se afanaban en la GerbÜder Dassler Schuhfabrik, la pequeña empresa familiar de calzado, confeccionando zapatillas y pantuflas, y el primer calzado deportivo con clavos para los que corrían al aire libre, una rareza en la época.

Ambos hermanos habían combatido juntos en la Primera Guerra Mundial y se esforzaban por remontar la crisis de la posguerra. Adolf era tímido y creativo; Rudolf tenía talento para las relaciones públicas. Formaban un buen equipo y lograron que sus zapatillas llamaran la atención en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936. En pleno nazismo, el campeón de atletismo fue un hombre negro, Jesse Owens, y calzaba unas zapatillas con clavos diseñadas por Adolf Dassler.

A llegada del régimen nazi, con su filosofía del deporte como espejo de la perfección aria, favoreció a los hermanos Dassler. Pero el estallido de la Segunda Guerra Mundial abrió una brecha entre ellos. Para contribuir al esfuerzo bélico, la empresa Dassler se reconvirtió, por orden del III Reich, en una factoría de tanques. Adolf se quedó al cargo, pero Rudolf, nazi convencido y descontento con la actitud "cobarde" de su hermano, se unió a las tropas alemanas en Sajonia.

Al acabar la guerra, se había consumado el cisma: Adolf, al que su hermano acusaba de haber maniobrado para quedarse con la empresa, fue exonerado por los aliados de complicidad con el nazismo y siguió al frente de la fábrica de Hergogenaurach; Rudolf, apresado por el ejército estadounidense, tuvo que emigrar con su mujer y sus hijos, y empezar de cero en una pequeña fábrica del barrio de Würzburgerstrasse, al otro lado del río Aurachque divide la ciudad. Rudolf siempre sostuvo que Adolf le había denunciado para salvarse.

Una parte de los empleados se quedó con Adolf y la otra con Rudolf. Así nació la marca Puma, creada por Rudolf, en 1948, y, un año después, Adidas, obra de Adolf, para hacerle la competencia. Las dos marcas comenzaron su ascenso al olimpo de la historia del deporte. Poco a poco, y con ayuda de la segunda generación Dassler, cada marca ideó una estrategia para alzarse sucesivamente con la victoria en los Juegos Olímpicos y los Mundiales de Fútbol de las décadas de los 60 y 70.

Adidas se impuso en el Mundial de Suiza de 1954: fabricó para la selección alemana unas botas con tacos ajustables gracias a las cuales vencieron a Hungría, en plena tormenta. Más tarde, triunfó en los Juegos Olímpicos de Melbourne, en 1956, y en los de México, en 1968. Reclutó como imagen a los atletas Bob Beamon -récord de salto de longitud- y Dick Fosbury, el inventor del salto de altura en escorzo. Puma triunfaba entre los atletas del black power y reclutó entre sus adeptos a Pelé, en el Mundial de México de 1970, y a Cassius Clay.

Tanto Adolph como Rudolf entendieron que para la victoria de su negocio era esencial la publicidad. Rudolf murió el 6 de septiembre de 1976. No había vuelto a hablarse con su hermano desde los años 40. El encono era tal que la familia de Adolf publicó el siguiente comentario en la prensa: "Por razones de piedad humana, la familia de Adolf Dassler no hará comentario alguno sobre la muerte de Rudolf Dassler". Cuatro años después, moría Adolf. Hoy, el único miembro de la saga que trabaja para alguna de las dos marcas es Frank Dassler, nieto de Rudolf, y lo hace para Adidas, la marca que fundó su tío abuelo. Si Rudolf levantara la cabeza...

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