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martes, octubre 23

El plástico ahoga la vida en el Mediterráneo

(Un texto de Antonio Cerrillo en el dominical del periódico de Aragón del 12 de agosto de 2018)

Los plásticos protagonizan una de las grandes transformaciones del Mediterráneo. Al menos 30 toneladas de estos residuos alcanzan cada hora sus orillas por una deficiente gestión. Sus efectos sobre la vida marina son cada vez más evidentes.

Un cachalote apareció muerto el 27 de febrero en Cabo de Palos, en Murcia. La necropsia mostró que en su estómago se habían acumulado 29 kilos de basura; la mayor parte, plásticos. El cetáceo había ingerido sacos de rafia, trozos de redes, bolsas e, incluso, un bidón. Es más que probable que los desechos bloquearan su aparato digestivo. La agónica imagen de un animal que puede llegar a medir 18 metros víctima de productos que simbolizan nuestro modelo de consumo ilustra los efectos que están teniendo los residuos plásticos en los océanos. Son ya una amenaza muy real para la vida marina y la biodiversidad en el Mediterráneo.

En la madrugada de un domingo, en las playas de algunas de las grandes ciudades españolas del Mediterráneo, botellas de bebidas, bolsas de aperitivos, copas, vasos, colillas y envoltorios de plástico quedan en la arena como rastro del botellón de grupos de jóvenes. Horas después, pasan los camiones de la recogida de basura y, cuando por la mañana llegan los primeros bañistas, ya no hay huella del vertedero improvisado que fue la playa la noche anterior. Pero no siempre se da esa eficaz recogida de basura. Este y otros muchos focos son el origen de la ingente entrada de plásticos en el mar, que también son arrastrados por los cauces de ríos, los desagües, las grandes avenidas tras las lluvias o el viento.

Un total de 731 toneladas de plástico se vierten cada día desde las costas al Mediterráneo, 30 toneladas a la hora, según el informe Evaluación de la basura marina en el Mediterráneo (2015), del Programa de las Kíev Naciones Unidas para el Medio Ambiente-Plan de Acción para el Mediterráneo (que recopila toda la información existente). En el ranking destaca España como segundo país que más plásticos arroja al mar (125 toneladas al día), sólo superada por Turquía (144 t/día).

Es la contribución de los países mediterráneos a un problema global. En el año 2015, Jenna Jambeck, profesora de Ingenie­ría de la Universidad de Georgia (EE.UU.), estimó que, en todo el mundo, entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas son vertidas cada año al mar. El plástico acompaña a los humanos desde finales del siglo XIX y se ha hecho inseparable desde mediados del siglo XX, cuando empezó su producción a gran escala. Ya se han fabricado desde entonces 8.300 millones de toneladas de este material; pero de esta cantidad, 6.300 millones ya se han convertido en residuos. Y de estos, 5.700 millones de toneladas no han pasado nunca el filtro de un contenedor para propiciar su reciclaje.

“El mar Mediterráneo es la sexta gran zona de acumulación de plásticos del planeta, y los datos que registramos son equiparables a los niveles que se dan en las grandes áreas de acumulación de los océanos (debido a las corrientes) o giros, como la mal llamada ‘isla del plástico’ del Pacífico”, señala Andrés Cózar, profesor de Ecología de la Universidad de Cádiz.

“Año tras año se incrementa la acumulación de plásticos”, añade. En parte, porque el Mediterráneo es un sistema marino semicerrado. Cózar estima que en el Mare Nostrum hay entre 1.000 y 3.000 toneladas de peso de objetos plásticos flotantes sólo en la superficie, según sus estudios, en los que usa redes con mallas muy finas. “Pero el plástico flotante representa sólo el 1% de todo el acumulado en el Mediterráneo; es la punta del iceberg”, afirma. El grueso acabará hundiéndose hasta el fondo, para convertirse en materia que absorberán los microorganismos y las algas.

Confirman los datos Rafael Sardá, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y Juan Ramis, profesor de Esade, cuyas travesías y recogidas de muestras (proyecto Nixe3) les han llevado a concluir que los plásticos flotantes suman unas 1.500 toneladas.

Los países mediterráneos son una fábrica que vierte plásticos sin cesar. La producción global de residuos en el Mediterráneo oscila entre 208 y 760 kilos por persona y año y supera su capacidad de gestión. Los plásticos se han convertido en el principal desecho abandonado, son ubicuos y aportan en ciertos casos hasta el 95% de la porquería que se acumula en playas, superficie del mar y fondos marinos.

“La gestión inadecuada de los residuos en la costa es responsable de la basura en las playas, el agua y los fondos marinos”, señala el informe antes mencionado. Casi todos los países tienen políticas para el manejo de los residuos plásticos, pero su puesta en práctica es deficiente debido a la pobre coordinación entre administraciones. Los puertos tienen sistemas de recepción e instalaciones para gestionar la basura (que han mejorado), pero la eficiencia en la separación correcta de los residuos está en entredicho. A esto se suma que la costa del Mediterráneo es uno de los grandes destinos turísticos del mundo y en algunos de sus municipios la producción de desechos se multiplica un 40% en verano.

Algunas grandes regiones son áreas preferentes de retención de residuos: el Mediterráneo noroccidental, las subcuencas del Tirreno, el sur del Adriático y el golfo de Sirte. Pero en este mar no hay giros que duren más de unos pocos meses, ya que la variabilidad estacional e interanual altera los movimientos del agua y la distribución de basura. Buena parte de los desperdicios se estancan en las costas de Túnez y Libia, y, finalmente alcanzan el golfo de Sirte (norte de Libia). “Hemos visto colinas de basura con vertidos directos y caóticos al mar en Argelia. Y, junto a playas destinadas a proteger las tortugas en la isla de Zakynthos (Jónico) había vertederos incontrolados con plásticos volando”, detalla Ramis. El proyecto Nixe3 desveló precisamente concentraciones de partículas de plásticos en el oeste de Eivissa y Mallorca que superan 30 veces la media en el Mediterráneo.

Incluso, en las aguas más profundas se pueden encontrar botellas, bolsas, redes de pesca y otros materiales plásticos, según ha alertado el Grupo de Investigación de Geociencias Marinas de la Universitat de Barcelona (UB), dirigido por el catedrático Miquel Canals. En el Mediterráneo occidental se producen cascadas de aguas que circulan preferiblemente por cañones submarinos; y se cree que en estos lugares es donde se acumularía más basura marina.

Los plásticos presentan indudables ventajas; son materiales resistentes, flexibles, ideales para la conservación de alimentos y bebidas. Sin embargo, su omnipresencia está teniendo efectos contraproducentes.

La agonía del cachalote hallado en Murcia no es excepcional. “Hemos comprobado casos en que el plástico produce la ­obstrucción del tracto digestivo de los cetáceos, ya sea a la altura del esófago o del píloro (la abertura que comunica el estómago con el intestino)”, explica Álex Aguilar, profesor de Biología Animal de la UB.

La oclusión del tracto digestivo tiene consecuencias: asfixia, bloqueo del sistema digestivo, daños en los intestinos, disminución del estímulo de alimentación o reducción de las tasas de crecimiento y reproducción. Este problema es sólo excepcional en el caso de los delfines listados, pero frecuente en los cachalotes, ya que éstos aran el fondo del mar, de manera que con su mandíbula levantan los peces y calamares que hay sobre el sedimento. Esto les hace ingerir piedras, plásticos y objetos de todo tipo (hasta botas de goma).

Muchos animales, como ballenas o tiburones, sufren el problema, de forma que ingieren microplásticos a través de sus filtros de alimentación. Por ejemplo, cada vez que abre la boca el rorcual común traga 7.000 litros de agua y lo que haya en ella.

Las tortugas mediterráneas, por ejemplo, son muy vulnerables a los plásticos, explica José Luis Crespo, jefe del área de conservación de la Fundació Oceanogràfic de València. “Observamos pocos casos de obstrucción del tracto digestivo por plásticos en las tortugas, a diferencia de lo que ocurre en otros sitios del mundo. En cambio, recibimos muchas tortugas con problemas de enmallamiento”, dice Crespo. “Los trozos de redes o plásticos –explica abatido este especialista– se enganchan en las aletas y provocan inflamaciones y necropsias, por lo que algunas tortugas pierden una aleta o las dos. Vemos barbaridades”.

“Cada vez preocupan más los microplásticos, trozos casi invisibles fruto de la fragmentación, las partículas esféricas (cremas dentríficas, cosméticas...) y fibras que pueden tener efectos tóxicos sobre las especies marinas. Se integran en el plancton y pueden alcanzar la cadena alimentaria”, añade este experto. Entre los peces más afectados están dorada, boga, pez limón o pez piloto, pero preocupa cada vez más su incidencia en el atún y el pez espada. Tampoco se libran el salmonete, el lenguado ni los mejillones (se ha visto que, incluso, afecta a su genética).

A los expertos les preocupa especialmente que los plásticos contienen sustancias químicas muy tóxicas, como los retardantes de llama o plastificantes, que sirven para hacer el material más resistente a la ignición y flexible. Estos compuestos son incorporados por la fauna marina durante la digestión y quedan en su organismo.

La investigadora Ethel Eljarrat, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (Idaea-CSIC), ha detectado la presencia de diversos productos bromados y organofosforados (usados como retardantes de llama y plastificantes) en los tejidos de los delfines del mar de Alborán (concretamente, en tejido adiposo, músculo, hígado y cerebro). El gran problema es que estos productos tóxicos se bioacumulan en los organismos de estos animales.

Eljarrat se declara alarmada por la acusada presencia en los animales de los contaminantes organofosforados, lo que atribuye a su uso como plastificantes. En sus trabajos ha llegado a encontrar 12 de los 16 compuestos organofosforados analizados. Los mayores niveles se dieron para el TBP (tributil fosfato) y IPPP (isopropil fenil fosfato), que pueden causar efectos neurológicos, cáncer y problemas de fertilidad.

También inquietan los efectos del plástico sobre las aves marinas. Obstruyen el tracto digestivo y puede degradarse en el estómago (lo que aporta toxinas y deteriora su salud). Además, a menudo se enredan y enganchan con restos de artes de pesca o con basura flotante de origen terrestre.
Un estudio de la Universitat de Barcelona publicado en el 2015 en la revista Marine Pollution Bulletin indicaba incidencias con plásticos entre el 80% y el 90% en las tres especies de pardelas presentes en la región mediterránea (balear, mediterránea y cenicienta), todas seriamente amenazadas, comenta Pep Arcos, responsable del programa marino de la organización SEO/BirdLife. En cambio, la incidencia era menor entre cormoranes y gaviotas, que, a diferencia de las pardelas, tienen la capacidad de regurgitar los restos alimentarios no digeribles, plástico incluido.

Tampoco se pueden olvidar los perjuicios económicos. Los costes de limpieza de las playas o de las pérdidas en el sector de la pesca (por la reducción de capturas, el gasto en retirada de la basura o los daños en los aparejos de pesca y en las hélices de las embarcaciones) son algunos ejemplos. Múltiples estudios han cuantificado además los daños en el sector turístico: pérdida de valores estéticos y visuales, reputación negativa, merma de ingresos….

“Los plásticos causan perjuicios durante muchos años. Las redes de los pescadores necesitan 650 años para degradarse”, recuerda Joanna Drake, subdirectora general de Medio Ambiente de la Comisión Europea (CE). Una botella de plástico puede tardar 450 años en degradarse, y las colillas pueden acompañarnos entre uno y cinco años, que es el tiempo que tarda en descomponerse su filtro con espuma.

“Como el petróleo se va encontrando con limitaciones, la industria halla en el plástico una salida a sus productos”, interpreta Pedro Fernández, técnico del Centro de Actividad Regional para el Consumo y la Producción Sostenible (SCP/RAC), vinculado a la ONU-Medio Ambiente. Producir plástico virgen es barato. Y el plástico reciclado no resulta competitivo al no haber incentivos para extender su uso. “Se ha provocado una dependencia del plástico hasta niveles exorbitantes (sobreenvasado o sobreempaquetado que llega al punto de envolver fruta y verdura fresca).

Eliminarlo de nuestras vidas será un largo camino”, dice Lucille Guiheneuf, técnica también de este centro de la ONU. “El plástico tiene indudables ventajas, pero es criticable usarlo para productos de un solo uso”, agrega Ignasi Mateo, otro técnico del mismo centro, que ha hecho de la lucha contra los residuos marinos una de sus prioridades.

La Comisión Europea y algunos países han identificado los productos plásticos de usar y tirar como foco del problema de contaminación marina. Los plásticos representan entre el 80% y el 85% de los objetos encontrados como basura marina en las playas europeas. Y los materiales plásticos de un solo uso son la mitad de esos desechos de las playas (y un indicador perfecto de lo que hay en el mar).

Por eso, la CE aprobó una directiva que propone prohibir los plásticos de un solo uso, cuando existan alternativas. La intención es que sean prohibidos los bastoncillos de algodón, los cubiertos y platos, las pajitas y agitadores de bebidas y los palitos de los globos de plástico, entre otros.

Los estados de la UE también deberán reducir el uso de los recipientes alimentarios y de vasos de plástico, así como recoger separadamente el 90% de las botellas de un solo uso que se pongan en el mercado anualmente en el 2025. Italia ya ha prohibido los bastoncillos de algodón; Francia ha restringido la comercialización de platos y vasos de plástico, y en España, varios grupos políticos han promovido en el Congreso una proposición en la misma línea.

Los grupos ecologistas reclaman a la CE metas de reducción de plásticos, medidas para fomentar el ecodiseño que evite los materiales mixtos (que impiden el reciclado) y que los productores paguen el coste íntegro de la recogida y reciclado (botellas de bebidas, bolsas, toallitas húmedas, compresas e, incluso, colillas de cigarrillos).

“Ni los productores ni los distribuidores deberían poner en el mercado nada que no sea reparable, reutilitzable, reciclable o compostable. Si no es así, estamos creando unos residuos que, al final, afectarán al medio natural”, señala Rosa García, directora de la Fundación Rezero, dedicada a prevenir la creación de residuos.

Una solución que abona la UE es instaurar el sistema de depósito, devolución y retorno de envases de bebidas (que este residuo plástico se pueda devolver al comercio y regrese al fabricante), visto que la contribución altruista del ciudadano en el contenedor amarillo tiene un techo. “El retorno de envases de bebidas mejoraría la situación, pues permitiría lograr tasas de recogida de entre el 85% y el 90%”, dice Pedro Fernández, del SCP/RAC.

Los tres expertos de la ONU consultados creen que se necesitan estímulos económicos para convertir el residuo en recurso. Por ejemplo, impuestos para fomentar la recogida selectiva. “La gente no cambiará su comportamiento sólo por ver que las tortugas se atragantan con plásticos. No funciona sólo la culpabilización”, alerta Lucille Guiheneuf.

No bastan las admirables campañas de recogida de basura en las playas; ni es esperable que los plásticos biodegradables emerjan como solución salvadora inmediata. Se necesita el compromiso de empresas que apuesten por envases reutilizables, reciclables o compostables, pero también reducir su volumen en origen, piden los expertos. En este contexto, nacen negocios e iniciativas para aminorar los desechos (tiendas a granel, productos sin carga tóxica, artículos sin envases plásticos, compras de proximidad...). “Estos modelos comerciales son una alternativa deseable, pues se integran en el territorio, crean identidad y comunidades y tienen un valor ambiental sin generar residuos”, indica García, de Rezero.

Decálogo para una existencia menos contaminante

1. Las ADMINISTRACIONES 
deben fomentar la reducción de envases (por ejemplo, animar a consumir agua de grifo), los envases reutilizables y los caterings ecológicos y sin plástico.

2. LAS EMPRESAS
deben dar visibilidad a productos reutilizables, compostables o fácilmente reciclables.

3. COMO CIUDADANO
prescinda de los productos de plástico de un solo uso (vajillas, pajitas, productos en monodosis…).

4. ‘Dieta’ sin residuos
Siga una ‘dieta’ sin residuos: planifique la compra, compre a granel, lleve envases reutilizables a la tienda (tápers, bolsas…).

5. APUESTE POR DETERGENTES
a granel y sin componentes tóxicos. Evite la toxicidad.

6. EN LA COCINA
use paños de tela, elimine el papel de cocina, el de aluminio y el film transparente.

7. EN SU HIGIENE
elimine también los productos de un solo uso (sobre todo, las toallitas).

8. USE PRODUCTOS REUTILIZABLES
y menos agresivos para el medio ambiente (jabón en pastilla, compresas, pañales de tela y copa menstrual).

9. EVITE LA COSMÉTICA
con microplásticos.

10. NO CONSUMA
lo no reciclable (contenedor gris): bastoncillos para los oídos, hojas de afeitar, compresas, tampones o pañales.

Consejos con información de la Fundación Rezero

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