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miércoles, octubre 17

Mascarillas: sesión intensiva

(Un texto de Cristina Uranga en la revista Mujer de Hoy del 9 de diciembre de 2017)

Son la forma más rápida de recuperar la piel tras cualquier desastre. Y de prepararla para todo tipo de desafíos (sí, el maratón de fiestas está a la vuelta de la esquina). Por si te preguntas si lo estás haciendo bien, te damos las claves para usarlas y sacarles el máximo partido.

¿Antes o después de...?

Pues siempre después de una buena limpieza. Jamás se te ourra aplicarte una mascarilla con el rostro sin desmaquillar, porque mezclar los gérmenes y la suciedad acumulados con el producto es caldo de cultivo de granos e irritaciones. Lo que sí puedes hacer es utilizar un exfoliante justo antes y servirte de una mascarilla calmante para nutrir y restaurar la hidratación aprovechando que la piel está oxigenada. Después puede desfilar todo tu ritual de belleza habitual.

¿Es necesario el multimasking?

Esto sí que es cuestión de tus necesidades concretas. Si las distintas zonas de tu rostro te están pidiendo ayuda de diferente forma, aprovechar el tiempo de inmersión en distintas mascarillas para tratarlo todo a la vez es un buena política. Lo normal es que la parte superior de la frente, los pómulos y la barbilla te pidan hidratación, mientras que la zona T central (entrecejo, nariz y comienzo de las mejillas, o lo que es lo mismo, el territorio de los poros) requiera un producto con efecto detox y reequilibrio graso para controlar, precisamente, el tamaño de esos poros.

Crema o tejido: ¿cuál elijo?

Pues depende de tus gustos. Si eres de las que se agobia cuando lleva algo pegado a la cara, las mascarillas en crema no van a suponer ningún problema. Y sus texturas están preparadas para adherirse a la piel y proporcionarle todos sus beneficios. Las de tejido surgen de un gesto de los tratamientos en cabina, donde es habitual poner una tela por encima de la capa de mascarilla para sellar y ayudar a que penetre mejor. Las nuevas contienen una altísima concentración de activos en forma de sérums sin selladores, que se presentan empapados en nuevos materiales, como el biogel (que se mimetiza con la piel) o el caucho (que frena totalmente la evaporación de ingredientes). Estos actúan como un sellador externo que concentra bajo ellos la actividad del producto y permite que, durante todo el tiempo que la mascarilla esté pegada a tu rostro, sus activos penetren y actúen a máxima potencia.

¿Cómo se aplica... y cómo se elimina?

Hay que ser generosa. Para que una máscara multiplique su efecto, es importante que te des una capa gruesa de entre tres y cinco milímetros de grosor. Si es de tejido, la plantilla crea un mapa claro de tu rostro (los agujeros son para ojos, nariz y boca), pero un buen truco para que se fije mejor consiste en reforzar la adherencia con la parte trasera de una cuchara de postre. Dependiendo de lo necesitada que esté tu piel, puede que al poco tiempo se haya absorbido una gran parte del producto. Mejor. Si no es así, puedes masajear los restos hasta que penetren del todo o eliminar lo que queda con una toalla humedecida en agua caliente. Este sistema es perfecto también para librarte de las purificantes de arcilla, que son más difíciles de aclarar.

¿Cuánto hay que dejarla?

Un mínimo de 10 minutos y un máximo de 30. La mayoría especifica su tiempo de acción en las instrucciones, pero siempre puedes alargar otros 10 minutos de cortesía a lo que viene indicado. Eso sí, a partir de la media hora se llega al máximo de rendimiento. Dejarla más tiempo no tiene ningún beneficio extra.

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