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viernes, octubre 12

La ofrenda de flores, una costumbre reciente


(Un texto de David Navarro en el Heraldo de Aragón del 12 de octubre de 2014)

[…]¿Qué tiene la Ofrenda para que congregue a medio millón de personas, en una Comunidad de 1.350.000 habitantes? […]

La Ofrenda es una tradición relativamente joven, apenas tiene 56 años, pero se ha convertido en un símbolo sociológico primero para los zaragozanos, después para todos los aragoneses, y ya forma parte de las tradiciones culturales españolas. «Ha evolucionado con la sociedad, desde aquella propuesta de 1958, en la que participaron unas 2.000 personas, a la fiesta actual, que reúne a cientos de miles. De la sencillez inicial al reto actual de movilizar a tanta gente, y recibir además a todos los espectadores que quieren estar en la plaza en un día tan señalado», indica Gonzalo Cuchi, organizador de la Ofrenda desde hace 28 años, y que ha vivido esa transformación de primera mano. «Hay grandes diferencias en la indumentaria, en las flores que se portan, la gente que acude a la plaza... -enumera Cuchi-. Ha evolucionado con trajes más cuidados y variados, se eligen las flores adecuadas para crear la estructura...»

La Ofrenda, con mayúscula, serviría, ya en sus inicios, para romper el elitismo que rodeaba las celebraciones religiosas. Porque antes ya había otras ofrendas (con minúscula), en las que se depositaban flores en el camarín de la Virgen. A partir de 1872, cuando se acabaron las obras del majestuoso templo del Pilar, se llevaban ramos el 2 de enero (fecha de la aparición de la Virgen a Santiago) y el 12 de octubre. Pero fue en 1948, después de que Pío XII concediera al edificio el rango de basílica, cuando se inició un movimiento popular que pedía la creación de una gran ofrenda floral cada 12 de octubre. Y ya en 1953, se sacó al exterior una gran imagen de la Virgen del Pilar para que se depositaran algunos ramos y se creara un manto multicolor.

El sentido de fiesta popular comenzó, sin embargo, en 1958, porque se animó a todos los barrios a formar parte de la celebración. Era alcalde de Zaragoza Luis Gómez Laguna, y el concejal de fiestas Manuel Rodeles, influido por las bellas procesiones florales de la costa levantina, consideró que se podría incluir en el programa de fiestas una romería semejante. «Centenares de mujeres zaragozanas, tocadas con el típico traje regional aragonés, ofrecerán sus flores a la Santísima Virgen del Pilar en ese día. Se pretende organizar una magnífica comitiva en la que figurarán niños vestidos con el traje regional...», informaba HERALDO días antes de la primera Ofrenda. Los hombres no participaban al principio, estaban relegados a llevar las canastillas, pero pronto cayó esa última barrera y fueron todos los que formaron parte del desfile. Y, de no haber sido por esa apertura final, quizá el acto se hubiera perdido años después. «El éxito masivo de la Ofrenda está directamente relacionado con la democratización -considera Baringo-, con el hecho de que es gratuito y en el que es fácil participar. Aunque hay gente con trajes muy costosos y elaborados, se puede tomar parte con una escasísima inversión en flores y ropa. Creo que lo más importante es que se trata de un evento de naturaleza integradora, que se adapta muy bien a la manera cómo en la actualidad viven la religión muchos aragoneses». El sociólogo David Baringo destaca que «aunque pueda parecer incoherente, muchas personas no se identifican con la Iglesia, pero sí con la Virgen. La Virgen del Pilar es una figura que nos liga con la tradición y con una determinada manera de sentirse zaragozano y aragonés».

Mucho antes de que la fiesta del 12 de octubre fuera enlazada con la Hispanidad y el descubrimiento de América, la Virgen del Pilar ya era en 1678 la patrona del reino de Aragón. La adoración mariana en las inmediaciones de la plaza del Pilar ya se practicaba incluso en la Zaragoza musulmana, puesto que allí existía un templo dedicado a la Virgen María. Y los historiadores concluyen que, dado que los musulmanes solo dejaron abiertas las iglesias que existían previamente, pero no consentían la creación de nuevos templos, la iglesia de Santa María estaba ya en ese enclave en la Zaragoza visigoda. Tras la reconquista, el templo contó con los reyes de Aragón como protectores; recibió privilegios de Jaime I y su esposa doña Leonor, de Alfonso III, de Jaime II… Y en la salvaguardia municipal de 1299, aparece el nombre de Santa María del Pilar por primera vez.

Pero serían los Sitios de Zaragoza los que llevarían la relación de los ciudadanos con la Virgen a ese nivel especial, a ese símbolo «que muestra una determinada manera de sentirse aragonés. No es la única, claro -señala Baringo-, porque Aragón es muy variado geográfica, étnica y lingüísticamente y cuesta encontrar los comunes denominadores. Un análisis de las movilizaciones más multitudinarias son reflejo de esa diversidad: la autonomía, la lucha contra el trasvase del Ebro, la Ofrenda...». La Virgen unió moralmente a las tropas zaragozanas durante los Sitios, en los que dos consejeros de Palafox, Sas y Boggiero, son clérigos. Tal era la relación entre zaragozanos y la Virgen, que los franceses se apresuraron a acudir también al Pilar tras ocupar la ciudad. Y el mariscal Suchet regaló un manto a la Virgen.

La popularidad de la Ofrenda ha crecido en las últimas décadas, y traspasado las fronteras aragonesas. Ya en 1965 fue declarada de Interés Turístico Nacional, y con la llegada de la democracia el Pilar se transformó en unas fiestas populares que atraen a un creciente número de turistas. No hay cifras oficiales (muchos de ellos pernoctan en casas de familiares o amigos), pero el Ayuntamiento de Zaragoza sí ha calculado cuál será el impacto económico de las fiestas de este año: 183 millones de euros. Hostelería, restauración, servicios creativos y culturales, alimentación... en unos días en los que la ocupación hotelera supera el 70% y llega al 100% el día del Pilar. «Más difíciles de cuantificar son los beneficios sociales que dejan las fiestas en la sociedad -señala Baringo-. Contribuyen a crear lazos comunitarios. Además de ser tiempo de divertirse y pasarlo bien crean capital social, ya que contribuyen a construir la conciencia de formar parte del grupo. Y cada vez vienen más visitantes nacionales e internacionales porque es una fiesta divertida, sencilla, y que se puede disfrutar por relativamente poco dinero».

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