Nina Simone, el hechizo en sus palabras
(Un texto de Álvaro Soto en el Heraldo de Aragón del 1 de
diciembre de 2018)
Cuando era una niña prodigio de la música en un pequeño
pueblo de Carolina del Norte, Eunice K. Waymon soñaba con una gran compositora
e intérprete de piano, pero el destino, siempre azaroso, la convirtió en Nina Simone e hizo de ella una
de las artistas más importantes del siglo XX y un símbolo de la lucha por la
igualdad entre blancos y negros. La autobiografía de la artista norteamericana
(Tryon, Estados Unidos, 1933-Carry-le-Rouet, Francia, 2003), 'Víctima de mi hechizo',
aparece por primera vez en España de la mano de la editorial Libros del
Kultrum.
Estudiante brillante y talentosa, Waymon decide probar
fortuna, con 17 años, en Nueva York y Filadelfia. Pero pronto descubre que las
mejores escuelas de música están prácticamente vetadas para las artistas
negras. Ahí comienzan su toma de conciencia política y, también, un periplo que
le lleva por locales de segunda en Atlantic City, donde se rebautiza como Nina
Simone (el nombre, por un novio hispano que la llamaba 'niña' y el apellido,
por la actriz francesa Simone Signoret) y en el que deja de limitarse a tocar
el piano para hacer sus pinitos como cantante.
Sobreponiéndose a la adversidad, se convierte en una
figura artística en la segunda gran ciudad de casinos en Estados Unidos, firma
su primer éxito, una versión de 'I love you, Porgy', y le llega su gran
oportunidad: tocar en el Town Hall de Nueva York. Por supuesto, la aprovecha
con una actuación apoteósica. A partir de ahí, le llueven los contratos, la
admiración del público y una fama que no siempre pudo controlar.
Dice Simone en sus memorias que los críticos la
catalogaban como intérprete de jazz «sólo por ser negra», pero ella se
consideraba, sobre todo, una cantante de folk. En los años 60 actúa en los
mejores clubes de Estados Unidos y se codea con Bob Dylan, Joan Baez y los
humoristas Bill Cosby, Woody Allen o Richard Pryor.
Cuando su carrera se dispara, la cantante vive unos
años de felicidad con su segundo marido, Andrew Stroud, un policía convertido
también en su mánager. De aquella época data una gira por Europa que la lleva a
España. En Barcelona asiste a una corrida de toros y allí siente algo «muy
profundo». «Me di cuenta de que los españoles no eran muy diferentes de los
negros de Estados Unidos (...) y de que las canciones que interpretaban los
músicos de flamenco eran similares a las que tocaba mi gente en las iglesias
del Sur negro, puro ritmo y emoción (...) Como ocurría con los toreros, la
gente venía a verme porque sabían que yo tocaba al borde del abismo y que algún
día podría caer».
Por entonces, su matrimonio comienza a naufagar y
Simone aumenta su compromiso con la causa negra: graba 'Mississippi Goddam',
participa en la Marcha de Selma (1965) y se acerca a los grupos negros más
violentos, como los Black Panthers. En el libro, la cantante recuerda cómo,
tras los disturbios de Birmingham, que habían comenzado con el asesinato de
cuatro niños negros, decidió construirse una pistola «para matar a alguien». Su
marido le hizo desistir de esa idea, pero Simone tomó dos decisiones: dejar de
pagar sus impuestos en Estados Unidos y marcharse del país.
Su exilio la lleva a Barbados, donde primero se hace
amante de un mozo de su hotel y después, del primer ministro, Earl Barrow. En
1974 viaja a Liberia, buscando las raíces de la negritud, y allí vive
locamente, baila desnuda en los bares y disfruta de la libertad sexual que
tanto anhelaba en su reprimida infancia sureña. Las vicisitudes políticas y la
necesidad de un entorno más tranquilo para su hija Lisa la llevan a Suiza y
después a París. Y ahí acaba la autobiografía, que se publicó en Estados Unidos
en 1992. Aun así, se sabe que los últimos años de Simone fueron difíciles: se
le diagnosticó trastorno bipolar, disparó a dos jóvenes que la molestaban
mientras estaba en el jardín de su casa y se quedó en Francia, donde murió en
2003.
Etiquetas: Pongámosle música
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