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lunes, abril 29

Ava Gardner: la pasión volcánica

(Un texto de Lourdes A. Esmoris en el Heraldo de Aragón del 24 de noviembre de 2018)

La actriz disfrutó de años de juerga y sexo en España con su marido de entonces, Frank Sinatra. Y pasó por Zaragoza, donde fue retratada en la plaza de toros.

Tuvo muchos amigos, pero a ninguno le fue tan fiel como a Jack Daniel's. La actriz Ava Gardner tenía ese raro don de volver locos a los hombres. Su marido, Frank Sinatra, la siguió desesperado dos veces a África. Noctívaga, procaz, indómita, hedonista y libre, Ava mantuvo un tormentoso matrimonio con el cantante. Se amaban como púgiles en el cuadrilátero. Eran salvajes y como tales se eran salvajemente infieles. "Si fuera un hombre -comentó Ava en cierta ocasión- nunca me enamoraría de mí," relata Javier Márquez en su libro 'Rat Pack. Viviendo a su manera'. Ava Gardner encarna como nadie el mito de la mujer adúltera y de costumbres licenciosas, miembro de esa estirpe de actrices que despiertan la codicia masculina, como Brigitte Bardot y Marilyn Monroe.

Ava compartía lo que dijo una vez Rita Hayworth: los hombres se enamoran de la actriz y se despiertan a la mañana siguiente con la persona. "Es un sentimiento con el que me identifico totalmente", decía. Su figura es ahora recreada por el actor y director Paco León en ‘Arde Madrid’, que emite Movistar (ya se prepara una segunda temporada), con Inma Cuesta, Debi Mazar, Anna Castillo y Julián Villagrán en los papeles principales. La actriz, que estableció su cuartel general en Madrid entre 1955 y 1968, cambió la capital por Londres cuando el Gobierno empezó a reclamarle el pago de impuestos, que abonaba en EE. UU. De nada sirvió apelar a la indulgencia del ministro Manuel Fraga Iribarne.

Ana Lavinia Gardner nació la Nochebuena de 1922 en Grabtown, un pueblucho tedioso de Carolina del Norte. El haber sido alumbrada en una fecha tan significativa la indignaba por la competencia que debía afrontar "con un tal Jesucristo", circunstancia que, estaba convencida, jugaba en su contra porque le quitaba regalos.

Era hija de Molly, una matriarca abnegada, y de Jonás, un granjero por cuyas venas corría sangre irlandesa y de quien Ava heredó sus bellos ojos verdes. La niña y sus seis hermanos eran "pobres como las ratas", como ella misma cuenta en sus memorias, ‘Ava, con su propia voz’ (Grijalbo Mondadori). A la familia le golpeó de lleno el crack del 29 y los Gardner las pasaron canutas. Durante cuatro años fue a la escuela con el mismo abrigo verde y el mismo jersey que su madre había comprado en unas rebajas.

Con apenas 26 años, después de dos efímeros matrimonios, uno con el clarinetista Artie Shaw y otro con el actor Mickey Rooney, conoció a Frank Sinatra, cuando ella era una estrella de Hollywood en pleno apogeo y él un cantante en caída libre. Se casaron en 1951.
Cuesta admitirlo, pero la Ava Gardner que debutó en el mundo del cine era muy pudorosa. "Aunque nadie se lo cree, yo llegué a Hollywood con una timidez casi patológica, era una niña campesina con unos valores sencillos". Ya era toda una celebridad cuando en 1946 había interpretado ‘Forajidos’ al lado de Burt Lancaster. Cuando España acogió las grandes superproducciones de Hollywood en los años cincuenta, un encolerizado Frank Sinatra se plantó en un Madrid en el que, pese a su ambiente relajado, reinaba una moral estricta, al menos de cara a la galería. Por ejemplo, los condones estaban prohibidos aunque se podían conseguir en el Rastro si se pedía una "funda para el paraguas".

Corría el año 1955 y el cantante de ‘My way’, consumido por los celos, quería poner orden en su vida y en la de Ava, quien se divertía con toreros en juergas flamencas. Mario Cabré llegó a componer unos poemas para la actriz y Dominguín relataba a todo el que quisiera escucharle que lo primero que hizo tras acostarse con ella fue salir corriendo a contarlo. Es solo una leyenda sin fundamento y que funcionó como broma privada entre Dominguín y Gardner.

En Tossa de Mar (Girona), donde rodó ‘Pandora y el holandés errante’ (1951), su desprejuiciado comportamiento desató rumores de un supuesto romance con el torero, actor y presentador televisivo Mario Cabré. Se acostaron, pero poco más, confesó la propia actriz, que consideraba al torero un auténtico "chinche".

Pese al sedicente idilio, Sinatra viajó a España para poner coto a la desaforada vida de su esposa. En Tossa de Mar, Ava exprimía las noches y difícilmente se mantenía erguida por culpa de las largas veladas de ginebra, champán y vino, bebidas despachadas en tabernas y tablaos de parrandas de bravo taconeo. Frankie estaba dominado por los celos. Estando juntos, se enzarzaban en riñas de gatos. Cuando Sinatra aterrizó en El Prat, ya había perdido a Ava en gran medida. La actriz no estaba enamorada de Mario Cabré, pero sí del flamenco, los toros y las juergas hasta pasada la madrugada.

En Madrid, mientras trabajaba en la superproducción ‘55 días en Pekín’, Gardner visitaba los bares de moda: Oliver, Whisky and Jazz y Chicote, así como los tablaos Zambra, Villa Rosa o la Pacheca. En el Corral de Manolo Manzanilla, el ayudante de dirección Perico Vidal contempló algo insólito. El escritor y periodista Marcos Ordóñez lo cuenta así en su libro ‘Big Time: la gran vida de Perico Vidal’ (Libros del Asteroide): "Allí podía subirse a una mesa, levantarse las faldas y ponerse a mear como si tal cosa. No exagero: yo la vi hacer eso varias veces".

Luis Miguel Dominguín, uno de sus amantes, conoció a Ava en Chicote. Él no hablaba inglés y ella apenas chapurreaba el español. De hecho, al fotógrafo Cano, que hizo buenas migas con ella, le llamaba a voz en cuello Coño. Pese a que su matrimonio solo duró dos años, Frank y Ava se recordaban en la distancia. Cuando Ava murió en Londres en 1990 a los 67 años, en su mesilla había una foto de los dos besándose. Sinatra tenía en su casa más fotos de Ava que de su mujer de entonces, Mia Farrow. Por cierto, Ava también fue amante del padre de Mia, el director John Farrow.

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