Somarda no cabe en el diccionario
(Un texto de Guillermo Fatás en el suplemento dominical del
Heraldo de Aragón del 17 de junio de 2018)
El Diccionario de la Lengua Española admite muchas voces
peculiares de distintas regiones hispánicas del mundo y deja fuera algunas muy
útiles, típicas en Aragón.
El Diccionario de la Lengua Española (DLE) es
responsabilidad principal de la Real Academia Española (RAE), compartida con
veintidós entidades más en cuatro continentes. Es el repertorio más autorizado
de nuestra lengua. Nos da conciencia de que el español es un gran receptáculo
universal que se ha nutrido del vascuence (izquierda, por ejemplo), del catalán
(esquirol, panoli) o del gallego (morriña). El hablante normal no sabe que
escopeta, comparsa, balcón y coronel (que viene de columna, no de corona) son
voces italianas; silueta y mamá (con acento agudo), francesas; guerra y guardia,
germanas; mamarracho y química, árabes; amén, hebrea; cosmonauta, rusa; almeja,
mermelada y caramelo, portuguesas; y asiáticas (finougrias, indias, chinas o
japonesas) son tundra, avatar, mandarín y gong, entre otras. Los términos
griegos llenan nuestra lengua culta (¿qué haríamos sin ellos?) y son muchas las
palabras inglesas, venidas sobre todo de EE. UU. (blog y web ya están
aceptados).
Estamos habituados a la fértil asimilación y nadie se
quejará por encontrar en el Diccionario voces como candelejón, pingullo,
aguapé, fariñera, navajo, palasan o popote, oriundas del aymara, el guaraní, el
tagalo, el náhuatl, el tegua y otras muchas lenguas inmersas en la vasta
humanidad que acabó por entenderse en español. El porcentaje de hispanos que
las usa es bajo, pero se entiende que deban recogerse si hermanos de lengua de
otros países las creen necesarias para su particular forma de hablar la lengua
común.
La RAE es más reticente, empero, con ciertos modismos
del español de Aragón, a menudo compartidos con La Rioja y Navarra. La última
propuesta de inclusiones es de M. Luisa Arnal, avezada lingüista de nuestra
universidad. (Su texto está en la web de la Institución 'Fernando el Católico’,
Archivo de Filología Aragonesa, 73).
Entre otras palabras que debieran figurar en el DLE
consigna cadiera, esbafar[se] (irse el gas, la fuerza; ¿si será una onomatopeya
del soplido, que es a lo que suenan bofe y bufar?), chandrío, capazo
(conversación larga e inesperada; absurdamente, sí aparece en el DLE capacear),
charrada (charla amistosa; está charrar, pero con otro matiz), chipiarse
('calarse’) y chito (brote vegetal).
No se encuentra tampoco escoscado (muy aseado), pero,
paradójicamente, sí escoscar (quitar la cáscara). También falta la expresiva
acepción aragonesa de la voz tardano, alusiva al hijo menor que se lleva
bastantes años con el penúltimo: el Diccionario remite a tardío, en cuya
entrada ninguna de las seis acepciones tiene el significado específico que
posee en Aragón.
Hay tres más sin sinónimo. La ganchada o porción de
comida que se coge de una vez con el tenedor y no conozco otra forma de
llamarla. Encorrer, una creación talentosa y sin palabra sustituta: ir
corriendo tras alguien para cogerlo (y no quiero decir pillarlo: en el español
de España, coger significa lo que significa). También es voz inteligente y
económica la ausente quemazo; que no equivale exactamente ni a quemadura ni a
quemazón. El Diccionario se lo pierde.
Jasco y somarda no caben
Mi madre heredó de la suya el uso de jasco, para
calificar las viandas difíciles de masticar y tragar, porque estaban secas
cuando no debían estarlo para su correcta ingesta. Puede comprobarse entre
nosotros que sigue viva la palabra, que Aragón ha aportado al omnipresente
mundo de la culinaria y la gastronomía, que abunda en aciertos, pero asimismo
incurre en abusos y tonterías léxicas.
De especial valor y particular dificultad es somarda.
Merecería los honores de un nicho en el DLE. Por vías distintas e inconexas,
Ortiz Osés y yo hemos imaginado su posible origen italiano, pues Somardino era
un personaje cómico de las comedias de polichinelas. Puede –añado– que
Somardino derive de 'somaro', el borrico de carga, protagonista a menudo de
cuentecillos graciosos. A veces, somarda vale por persona que finge ser torpe,
pero que es reservona, taimada y disimula su intención de obrar según le
conviene. El 'humor somarda’ alude, más bien, a quien luce espíritu socarrón y
con retranca, o sea, intención oculta, a menudo para mofarse de alguien y hacer
ver algo, pero como sin querer.
Esta clase de voces del español de Aragón no debe
confundirse ni con las de nuestras hablas norteñas ni, mucho menos, con las
baturradas que algunos utilizan para aparentar más 'raza’ y sueltan 'icir’ por
decir o 'paice’ por parece, meras deformaciones coloquiales de un habla
iletrada. Incluirlas sería más enlodar el Diccionario que enriquecerlo. En
cambio, acoger algunas como estas que ha espigado la profesora Arnal añadiría
posibilidades de vida y de conservación a palabras útiles e ingeniosas acuñadas
en Aragón en el seno de la lengua común y para su mayor riqueza.
Personalmente, no entiendo que quepa ñapindá y que
somarda y encorrer no tengan sitio. Con todo respeto para el ñapindá.
Etiquetas: Ayudando a Supereñe (y a sus amigos guiris)
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