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viernes, noviembre 15

Navidades obcecadas: posiciones absurdas y rituales estrambóticos en Cataluña


(Un texto de Guillermo Fatás en el suplemento dominical del Heraldo de Aragón del 7 de enero de 2018)

Por la necesidad de diferenciarse, ciertas creencias llegan a posiciones absurdas e imponen rituales estrambóticos a sus seguidores más subyugados y acríticos.

El minidéspota norcoreano Kim Jong-un es muy buen nieto y ha sustituido La Nochebuena por un ritual en honor de «la Sagrada Madre de la Revolución», su abuelita Kim Jong-suk, oportunamente nacida un 24 de diciembre (1919). Y el separatismo catalán dedica su Navidad a otro abuelo, 'el Avi' Francesc Maciá, muerto de apendicitis un 25 de diciembre (1933). Son dos modelos de obcecación.

Maciá fue teniente telegrafista (sección de palomas mensajeras). Enfurruñado al rechazarse sus planes para submarinos, se pasó a la política siendo teniente coronel. En 1931, recién nacida la II República, le asestó un golpe traicionero (e inútil, porque, como pasa ahora, carecía de sustento bastante). Su funeral tuvo liturgias de aire masónico. El 'Govern' trasladó en secreto el muerto a un panteón privado de Barcelona. El corazón se metió en una urna y se guardó en Francia. En la Transición, al regresar con todos los honores a España Josep Tarradellas (1977), la familia le reclamó el corazón para unirlo al cadáver. Y entonces se descubrió que Maciá siempre estuvo en su nicho inicial y… con el corazón en su sitio. Un fiasco patriótico en forma de esperpento.

Maciá invade España

Maciá cobró fama cuando invadió España en 1926. Montó una tropilla en la que había italianos (uno, nieto de Garibaldi, era espía de Mussolini). Preveía apresar a los guardias civiles de Olot y hacer una 'crida' contra España, por radio portátil, que alzaría a miles de patriotas. Unos gendarmes detuvieron al 'General en cap' (así firmaba) en un chalé de Prats de Molió (Francia). De traca.

Como hoy Puigdemont, recaló en Bruselas; y, como ahora Mas, se quejó de que el pueblo no soltaba perras: «De Catalunya ens han vingut tan pocs diners que fa pena només pensar-hi». No tuvo apoyo internacional y en Cuba creó un 'Partit Revolucionan Separatista Catalá' y redactó una ilusoria constitución de la República Catalana.

Vuelto a España, se unió a Companys para fundar Esquerra en 1931 y el 14 de abril se proclamó jefe de una república inventada, cuyo nombre y alcance resolvió cambiar a los tres días. Es decir, que proclamó algo distinto de lo que había proclamado, que, finalmente, quedó sin proclamar. Quizá les suene.

«Cataluña era él»

Uno de los 'invasores' a las órdenes del 'Avi', Xavier Sanahuja, harto de él, lo desenmascaró en un libro publicado en 1932 y hoy convenientemente olvidado por la 'memoria histórica'. Asombrado por su popularidad, denunció el «exceso de pasión sentimental» por el «apóstol». Se sorprendía de la «fe absoluta» en el «profeta» y «redentor», cuya fama se basaba en una «nada» ('no-res'). Tantos elogios y ditirambos por su «elevación de espíritu» y «serenidad ejemplar» no se cimentaban en ninguna obra «grande o pequeña, sólida o frágil, que sea indiscutible». Este prestigio, injustificado, pero largamente concomo cedido; esta veneración infundada, pero espontáneamente manifestada, son hijos de un 'hecho' elogiado como sublime y que «podría pasar a lo ridículo». La 'invasión' sirvió «para montar el pedestal de gloria al hombre que la encarna. Digo que la encarna y me guardaré mucho de decir que la produjo. (…) Al volver a Barcelona [a finales de 1931] encuentro un ambiente tan saturado de sofismas e inconsciencia popular que instintivamente retrocedo ante el temor de explicar que todo un pueblo sufre el mismo delirio llevado al paroxismo. Solo suena un hombre. Nombre apostólico que acaudilla un partido político. (…) El resto, no puede ser puro, no puede ser sano, no puede ser noble ni honrado».

A ese gran resto hoy se les llama 'fachas'; y, como llegó a decir la insigne Carme Forcadell, no son 'poble catalá'.

Discutir al 'Avi' era «crimen de lesa popularidad» y reaccionarismo, pero «mi deber de simple ciudadano -escribía Sanahuja- es poner en duda la nobleza y sinceridad de Maciá, puesto que, por encima de la inconsciencia popular, está mi conciencia de ciudadano libre y con una experiencia vivida a su lado; y, por último, como testimonio de la vergonzosa, grotesca y ridícula gesta de Prats de Molió, tras la cual Maciá llegó a creerse que Cataluña era él», en un ejercicio incansable de «ridículo personalismo». Déjà vu, también.

Se podría idear un personaje frankensteiniano que mezclase los rasgos comunes a Maciá, Companys, Pujol y Puigdemont (excluyo a Mas por su planitud esencial; y a Tarradellas por su mejor juicio). Tienen un aire de familia que los hace susceptibles de encarnar conjuntamente a esa parte de Cataluña que episódicamente se extravía de sí misma y se busca donde no puede estar… hasta que recobra el 'seny' y vuelve a ser lo que solía, con provecho para su otra parte y para el resto de una España siempre llena de afecto y de respeto por la Cataluña motora y sosegada. Sin tanta obcecación.

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